La prensa opositora se abroquela en defensa de Macri

La declaración de quiebra del Correo y la denuncia del Gobierno boliviano sobre el envío de pertrechos para apuntalar el golpe de Estado de 2019 impusieron en los medios opositores relatos y argumentos coordinados en defensa del ex presidente Macri. La protesta de la patronal agraria es usada como auxilio en el despliegue contra el Frente de Todos, con aliento a una supuesta «sociedad sublevada».

Las novedades que complican fuertemente a Macri en el período en que su conducción en Juntos por el Cambio está en retroceso forzaron a las y los columnistas de la oposición a una defensa incómoda, que desarregla la agenda armada como estrategia electoral, basada en el combate ininterrumpido a las vacunas que se aplican en el país y en el malestar por la situación económica.

La respuesta editorial a la denuncia boliviana comenzó por presentar el tema casi exclusivamente a través de las desmentidas y respuestas del acusado y sus aliados, además de reducir la trascendencia del hecho. Clarín no lo incluyó en la tapa del viernes, mientras La Nación le dedicó solo un subtítulo pequeño.

Eso sí, un trabajo hecho con coherencia respecto de la postura editorial de 2019: estos medios se niegan a nombrar al golpe de Estado como tal y le dedican a la exdictadora Jeanine Añez el calificativo amable de «presidenta interina». Clarín publica selectivamente algunas de las novedades sobre el tema bajo la denominación de «tensión diplomática», mientras La Nación despliega antes las desmentidas a la carta del presidente Fernández y, después y a cuentagotas, el contenido de ese texto, con el pedido de disculpas.

Natasha Niebieskikwiat, responsable en Clarín de dar las primicias sobre las maniobras hostiles de Mauricio Claver-Carone, el halcón de Trump, contra el Gobierno del Frente, desde el día mismo en que asumió, presentó el sábado la denuncia boliviana como «estrategia electoral» oficialista, ocurrencia replicada al día siguiente por Eduardo van der Kooy, Ricardo Kirschbaum y Joaquín Morales Solá, entre otros.

Estos servicios políticos llegaron incluso a un reportaje que Clarín publicó a la flamante precandidata capitalina a diputada, Vidal. Este suelto ofrece una singularidad, dada en que las preguntas tienen mucho más peso político que las respuestas. Este es uno de los ejemplos: «A dos semanas del cierre de listas sale un fallo adverso para la familia Macri por el Correo Argentino y se acusa al ex presidente de promover un golpe de Estado en Bolivia. ¿Es casual?»
El tratamiento editorial del estropicio que para el Estado representa el manejo del Correo por el clan Macri recibió la misma fórmula, copiando el argumento que el expresidente vacacionista hizo conocer antes de la declaración de la quiebra: «persecución». Así, Clarín instaló el estilete de «polémica decisión» y abrió operaciones contra la jueza Marta Cirulli, acusada con poco disimulo por la columnista Salinas de adoptar la postura del procurador Zanini. En La Nación, Alconada Mon usó las mismas palabras y argumentos, replicadas después en el mismo diario por Fernández Blanco y por Kirschbaum, en Clarín del domingo 11.

«Mauricio Macri proveyó por debajo «material bélico» al régimen de facto de Jeanine Añez en 2019», señaló el canciller boliviano, Rogelio Mayta.

Los artificios y malabares para enfrentar estas novedades desagradables para la oposición mediática fueron desplegados junto con líneas más constantes: la de atacar las vacunas y el plan de aplicación es una de ellas, con el regreso de títulos que, una vez más, tratan de crear desconfianza en la Sputnik V. El anuncio del jefe de Gabinete sobre el acuerdo inminente con el laboratorio estadounidense que fabrica la vacuna Moderna no fue título para estos medios, porque su interés es económico y refiere a Pfizer.

En este tema se deslizó en la nota dominical de Van der Kooy una explicación inesperada sobre el decreto que acomodó la ley de vacunas a los reclamos estadounidenses. En efecto, dice que el Presidente se ve compelido a firmar contratos con laboratorios de ese país porque si no lo hace el país no recibirá la «donación» prometida por la Casa Blanca. Una forma acaso inadvertida de afirmar que «Juan Domingo Biden» actúa en este tema más con la fórmula del visitador médico que con dotes de humanista.

Además, sucesivos recorridos estadísticos son armados por estos medios para mostrar a la provincia de Buenos Aires y a su gobernador Kicillof como el peor en el operativo de vacunación, objetivo editorial para el cual, obviamente, es imprescindible ignorar los sucesivos récords en la aplicación de dosis.

En este tema, la nota más aberrante la dio Roa en Clarín: el miércoles equiparó los controles sanitarios a viajeros provenientes del exterior, para verificar que cumplan los días de aislamiento que se disponen aquí y en cualquier otro país, con los operativos represivos de los grupos de tareas al servicio del terrorismo de Estado. Para eso debió condenar aquellas acciones criminales de la dictadura, pese a que Clarín la alentó y apoyó abiertamente, lo que le permitió apropiarse de la única planta procesadora de papel para diarios, Papel Prensa, en acuerdo con el genocida Jorge Rafael Videla.

La protesta de la patronal agraria ya había sido definida como «amplia», una semana antes de su realización, por Clarín. El viernes 9 por la mañana, antes que Bullrich se subiera a un caballo para apropiarse del acto de campaña, Bonelli la llamó «multitudinaria». No puede sorprender entonces que escalara a las tapas con fotos de gran tamaño, aunque sí hay una novedad en el enfoque: el «campo» ya no reclama solamente por conseguir más ganancias, sino que le preocupa la vacunación, la educación, en fin, gente buena que no conoce la acumulación ni la codicia, y que según Morales Solá está al frente de una «sublevación».

La galería del grotesco periodístico argento continuó engrosándose en estos días. Zuleta, en Clarín, escribió que fue Cristina Kirchner quien «obligó» a Alberto Fernández a firmar el DNU que modifica la ley sobre las vacunas. Lo escribe con la misma certeza con la que el diario publica que fue Cristina Kirchner quien «obligó» a Alberto Fernández a no comprar vacunas de Estados Unidos.

Pagni copió y pegó el «razonamiento» en La Nación y, otra vez perdiendo la línea de cierta compostura que gusta lucir, tecleó que Kicillof presenta al electorado bonaerense un perfil de «izquierda stalinista».

En una especie de inadvertida puja entre amigotes por el ridículo, Morales Solá se anima el domingo a publicar que los precios abusivos de la carne en el mercado interno, con el incremento superior a la inflación general, tienen un único culpable: las compras que hace China.

También te podría gustar...

Deja un comentario