«Nos mean y los medios dicen que llueve»
Referentes de la comunicación alternativa y popular analizan el accionar de sus medios en las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001. La historia del movil que se convirtió en refugio de las Madres de Plaza de Mayo.
Durante el 19, y especialmente el 20 de diciembre del 2001, los medios de comunicación de la Ciudad de Buenos Aires se encargaron, cada uno a su manera y con sus herramientas, de mostrarle a sus audiencias qué era lo que estaba sucediendo en las inmediaciones de la Plaza de Mayo y el Congreso de la Nación.
Mientras se llevaba a cabo la violenta represión policial en el centro de la ciudad, se planteaba la disyuntiva: ¿desde qué lado informamos?. Pese a tener una referencia simbólica, esta vez la pregunta apuntaba a lo material. ¿De qué lado ponemos la cámara, detrás de la policía o atrás de la gente? La respuesta configuró una forma de comunicar de ahí en adelante.
Durante la década de los noventa, los medios alternativos, sociales, porpulares, autogestivos, contrahegemónicos o de contrainformación —cada uno elegía su forma de autodefinición— se convirtieron poco a poco en una caja de resonancia para las voces que no tenían lugar en otros medios de comunicación. En la mayoría de los casos, su objetivo era reconstruir el tejido social y establecer diálogos entre actores que no dialogaban. Había una hegemonía muy clara que buscaban romper.
Walter Isaía, conductor de FM La Tribu entre 1997 y 2004, asegura que este es el caso de esa radio comunitaria, que se fue consolidando como un espacio de encuentro y refugio para distintas organizaciones sociales que resistían al neoliberalismo reinante. Su tarea como «colectivo de comunicación» también se ramificó hacia otras actividades: el centro de capacitación, el bar, la publicación de libros y producciones audiovisuales.
En su momento, también medios como Anred, La Conjura TV, Revista Campo Grupal, Indymedia, Diario Nuestra Lucha, entre otros, buscaban agrupar, cada uno con sus plataformas (gráfica, audiovisual o radial o digital), reclamos diversificados de distintos sectores de las clases populares, ante la falta de centralización de una lucha política.
A principios del siglo, se manifestaba claramente una búsqueda de recuperación de los espacios públicos, luego de que los años noventa estuvieran atravesados, precisamente, por su privatización. Mucha gente sentía que los medios alternativos podían contener o expresar alguna de sus furias, demandas o inquietudes.
Durante el 19 y 20 de diciembre de 2001, confluyeron todos esos años de reclamos y organización en una unificación de demandas que llevaron a miles y miles de personas hacia el centro de la Ciudad de Buenos Aires. Los escraches, las huelgas, la carpa docente, el asesinato de José Luis Cabezas y muchas situaciones más, sirvieron de disparadores para esa movilización.
«No se puede entender el 2001 sin la dimensión del «hagamos lo que queremos», no era solamente el que se vayan todos y ya está. No había nada, pero estaba el deseo. Y eso era algo muy fuerte», afirma Claudia Acuña, fundadora de Lavaca, medio constituido en abril del 2001.
Los medios de comunicación que decidieron pararse a informar desde el lado de la gente, tuvieron un rol fundamental a la hora de documentar y revelar lo que sucedía. «El que se informaba desde los medios empresariales y comerciales, no iba a la plaza. Muchos de esos medios ni siquiera comentaban lo que estaba sucediendo, y si lo hacían, te mostraban cómo los policías sufrían piedrazos por parte de los manifestantes», asegura Walter Isaía.
Por ese y otros motivos más, surgen las famosas frases y pintadas en las calles, como «Nos mean y los medios dicen que llueve». En ese sentido, Claudia Acuña agrega: «Ya no había confianza en los grandes medios, era sabido que no vivían de vender noticias e informar, sino de las noticias que ocultaban. Negociaban la no publicación de una noticia por la llegada a un satélite u otras extorsiones millonarias por telecomunicaciones». Se reconfigura el sistema de medios, las empresas se convierten en corporaciones con poder político, que extorsionan y buscan favores, y ya no es necesaria la pauta para subsistir.
Lucía Berra, fotógrafa de Contraimagen, un grupo de contrainformación volcada al registro audiovisual, describe: «El 19 y 20 aceleraron enormemente un proceso que ya venía pasando desde antes, sobre todo durante el 2001, que fue la activación por todos lados de grupos de contrainformación que pudieran ser una herramienta ante la desinformación brutal que generaban los medios masivos».
El caso del móvil de FM La Tribu representa en carne y hueso el nivel de involucramiento con la realidad que atravesaban. «El 19 y 20 de diciembre, el móvil de la radio estuvo en el centro del conflicto, trasladándose una y otra vez entre el Congreso de la Nación y la Plaza de Mayo, acompañando las protestas, denunciando la represión. Ese móvil fue, siguiendo los principios de La Tribu, también comunitario: actuó como espacio de protección para las Madres de Plaza de Mayo, para los manifestantes sociales e, incluso, para los periodistas de otros medios», cuenta Ximena Tordini, exintegrante del colectivo de Radio La Tribu, que estuvo dentro del móvil en esa jornada.
El momento en que la policía comienza a reprimir violentamente a las Madres de Plaza de Mayo durante su ronda de los jueves fue un punto cúlmine en la jornada. Al ver eso por televisión, y con el recuerdo todavía fresco de la última dictadura cívico militar, mucha gente decidió salir a la calle a dar apoyo a las Madres por la situación que estaba aconteciendo. El conductor del móvil de La Tribu, en un acto de valentía casi heroica, decidió subir la camioneta a la plaza, cruzar a los caballos de la policía, y subir a las madres a su refugio en movimiento.
«El móvil de la radio funcionó más como ambulancia o un dispositivo para proteger a los compañeros de la represión —para que salieran del foco del conflicto y no fueran lastimados—, que como un móvil de cobertura periodística. La radio actuó también como una línea directa con los acontecimientos, pero sin los códigos naturales de la producción periodística—, agrega Walter Isaía.
Este accionar da cuenta de la intención de no quedarse solamente con los números de los muertos y heridos en el día, sino de un periodismo comprometido, que ponía el cuerpo para contar cada historia allí presente.
En esa plaza confluían la experiencia de militantes que venían de espacios culturales, de la comunicación, que nunca habían tenido que enfrentar algo similar a lo que allí sucedía, con la experiencia de los compañeros del movimiento piquetero, con saberes previos de enfrentamientos con el Estado armado, que nutrían de destrezas a los inexpertos.
Durante ese día, los medios autogestivos se resignificaron, salieron de su lugar y se convirtieron en otra cosa. Otro ejemplo de ello es el Colectivo Argentina Arde, que mientras la policía reprimía y los manifestantes resistían, llevó adelante una muestra fotográfica en las calles, con imágenes impactantes, sacando las fotos de su lugar de contemplación, como un museo, y resignificando la calle como un lugar de disputa política.
A partir del 2001 el escenario para los medios populares, alternativos o comunitarios cambió. Se ganaron un lugar de legitimidad en la sociedad y dejaron de ser menospreciados para pasar a tener una voz autorizada. Las radios FM volvieron a tener servicios informativos. La información se volvió algo demandado socialmente. Muchas más personas empezaron a sentirse parte de la construcción del relato público de los acontecimientos