La prensa opositora diseña un golpe económico en noviembre

La alocada idea de un asalto institucional inmediato tras el 14 de noviembre, para pisotear el mandato popular de 2019 con dos años de anticipación, dio paso a un plan de golpe económico, expresado con bastante nitidez en decenas de notas de la prensa opositora, con un coctel ultraortodoxo clásico.

Devaluación, ajuste fiscal, eliminación de derechos laborales y acuerdo con el FMI para satisfacer a la carroña financiera son los componentes principales descriptos en notas de Clarín, Infobae y La Nación, que se basan naturalmente en una derrota oficialista «igual o peor» que la de septiembre y en el diagnóstico, también repetido, de que el gobierno del presidente Alberto Fernández será incapaz de evitar el estallido de la «bomba» económica.

El aliento y la promoción de este plan ocupa los esfuerzos editoriales. No reaparecen por ahora hipótesis como la renuncia de Alberto Fernández y, en cambio, se deslizaron cuidados reproches a la exbonaerense Vidal, por verse sentada en el sillón de la presidencia de la Cámara de Diputados, provenientes del círculo del precandidato presidencial Rodríguez Larreta.

La ofensiva tiene como uno de sus objetivos preferidos a Roberto Feletti. El poder económico mandó a asociar su nombre con enunciados repetidos día por día: «amenaza» a empresarios y «recetas fracasadas», respecto de controles de precios y aplicación de la Ley de Abastecimiento. Roa, Van der Kooy, Bonelli y Lanata, en Clarín; Wende, Grispo y Szewach en Infobae; Olivera, Liotti y Morales Solá en La Nación, todos los patitos en fila compacta para la propalación de estas fórmulas.

El despliegue comprendió, como uno de sus actos más burdos, el título principal de la portada de Clarín el martes 12: «Afirman que el Fondo rechazó la baja de tasas que pide la Argentina». El anuncio era apenas una versión de la agencia Bloomberg no avalada por fuente alguna. El gran diario se vio entonces forzado a enviar a lugares invisibles la noticia sí comprobable que arrasa ese título: los ministros de Economía y presidentes del Banco Central de los países del G-20 le piden al FMI que no aplique esa sobretasa. Es decir, respaldan la propuesta argentina.

El alineamiento editorial con los sectores financieros internacionales más feroces comprende la habitual descarga contra el ministro Guzmán, como ocurrió durante la renegociación de la deuda en 2020. Esa misma vocería es ejercida contra Kristalina Georgieva, titular del FMI, jaqueada según La Nación por la secretaria del Tesoro estadounidense, Janet Yellen, quien quiere imponer en el Fondo una línea no tan «comprensiva» con los países endeudados. Esta es una evidencia más de que es por demás absurdo el sueño de que la Casa Blanca puede adoptar ciertos rasgos humanistas en el mundo cuando queda en mano de los demócratas.

«Crisis de gobernabilidad» y «colapso inevitable» son figuras usadas para pronosticar la situación tras las elecciones legislativas, lances a los que se pretende dar asidero con la posibilidad de que el acuerdo con el FMI pase al primer trimestre de 2022. El «retraso cambiario» habita cada día estas columnas y el aliento a la devaluación es a veces puesto en boca de empresarios, como hizo el viernes Bonelli en Clarín.

Un comentarista político cometió el sábado en ese diario varios sincericidios. Aunque es de la segunda o tercera línea, el editor Abascal festejó una broma del extremista José Luis Espert, aplaudida en la reunión de empresarios de IDEA, para hablar luego de «la posible fatiga del tradicional discurso peronista, apoyado sobre la idea del Estado que interviene en la actividad económica en defensa de los más humildes».

Espert, agrega, demuestra que «las ideas liberales en lo económico no solo son posibles sino convenientes para pelear elecciones nacionales». Evidencia de lo mismo, agrega el redactor ya sin prevenciones, son las prédicas de Milei y Pichetto. Como remate propio de publicista bien pagado, la nota concluye que en noviembre se verá si «el cambio llegó para quedarse».

La misma receta aplicó el domingo Morales Solá, quien tras exaltar fanáticamente la política económica del duhaldismo en 2002, machacar con el «dólar atrasado» y el «inevitable ajuste», sueña con un «mundo nuevo» a partir del 14 de noviembre.

Feletti recibió tantas embestidas como Aníbal Fernández, por su cruce público con el opositor Nik, dibujante de La Nación. Morales Solá se entusiasmó tanto con esto que, en su descripción de la trayectoria del hoy ministro de Seguridad, recordó algo que no estaba admitido en estas páginas: en las elecciones de 2015, tipeó, la Iglesia trabajó para arruinarle «su carrera hacia la Gobernación bonaerense». Este párrafo puede considerarse, también, un acto de malicia hacia otro ministro, Julián Domínguez.

En el diseño del esquema económico postelectoral, Bonelli describió suelto de cuerpo que hay empresarios que promueven un cambio monetario «con dolarización parcial incluida». Y así, atribuye a De Narváez la propuesta de «un perdón» para «atraer los millonarios dólares (sic) que los argentinos tienen en el colchón». Como se ve, la codicia económica no solo no encuentra límites, también lleva a los periodistas independientes a escribir con los pies.

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