De villanos y héroes: propaganda mediática y guerra psicológica al servicio de EE. UU. y la OTAN
El 24 de febrero de 2022 Rusia inició una operación militar contra el régimen de Ucrania, presidido por Volodímir Zelensky. El aparato militar de propaganda y guerra psicológica de los EE. UU. y sus socios de la OTAN se puso en acción para presentar a Putin como la reencarnación de Hitler y a Rusia como una potencia imperialista cuyo objetivo es el de expandirse y recuperar el territorio perdido tras la desintegración de la ex-URSS.
La «invasión inminente», según informaciones del gobierno de EE. UU., debió darse el pasado 16 de febrero, lo cual fue reproducido por varios diarios de ese país y del Reino Unido como The New York Times y The Sun lo que a su vez fue desmentido por las autoridades rusas en varias ocasiones. Incluso las tropas de Rusia de los distritos del oeste y sur que se encontraban en la frontera con Ucrania empezaron a replegarse, luego de llevar a cabo maniobras militares.
Sin embargo, la realidad confirmó la advertencia de EE. UU. que, como es obvio, ocultó las razones que tuvo Rusia para dar luz verde a la operación militar.
De inmediato las voces contra Putin se levantaron desde los medios al servicio de los EE. UU. y sus socios de la OTAN. Al gobernante ruso, una vez más, se le acusó de ser un mentiroso, calificativo que lo han endilgado en diversos medios de comunicación de occidente en varias ocasiones. El periódico Libertad Digital, el 13 de febrero de 2022, publicó un trabajo de Enrique Navarro con el título Putin: el mentiroso compulsivo el 18 de febrero La Vanguardia hizo lo mismo en una nota de su corresponsal en Washington, Fernando García, con el título Vladimir Putin, entrenado para mentir, mientras el canal de televisión Antena 3 reproducía las palabras del periodista Chema Gil Garre calificando a Putin de «mentiroso sociopático como lo pudo ser Hitler o Mussolini». El columnista del Miami Herald, Andrés Oppenheimer, el 25 de febrero de 2022, en el programa argentino Hora 21 de La Nación +, calificó a Putin de «mentiroso compulsivo».
El aparato de propaganda al servicio de EE. UU. y la OTAN ha estigmatizado a Putin, rebajándole a la condición de un monstruo solo comparable con los líderes del nazifascismo, carente de credibilidad y que constituye un peligro para la humanidad por las acciones malévolas que lleva adelante.
El canal español Cuatro, del grupo comunicacional italiano Mediaset, fundado por Silvio Berlusconi, ha emitido algunos programas para atacar la figura de Putin: Putin el Terrible: un documental sobre el auge de un gobierno ruso basado en el terror, en el que el presentador califica al gobernante ruso de «dictador», mientras que uno de los «expertos» en la vida de Putin consultado por los realizadores, José María Gil Garre, sostiene que se trata de un «ególatra, con cierto complejo de mesías».
Los periódicos españoles El Mundo y ABC han publicado notas de los supuestos nexos entre Putin y la mafia rusa, mientras que el diario digital argentino Infobae afirma, sin tapujos, en un artículo titulado El modelo mafia y otras dos teorías de cómo Vladimir Putin habría amasado su fortuna, que el mandatario ruso «podría ser el hombre más rico del mundo, pero es imposible decirlo con seguridad». La nota periodística publicada el 21 de febrero de 2022, basada a su vez en datos imprecisos, contradictorios y confusos de la revista Forbes, manipula a los lectores para mostrar de forma negativa a un Putin que se habría convertido en multimillonario gracias al abuso de poder y de sus relaciones delincuenciales.
Dice Anne Morelli en su libro Principios elementales de la propaganda de guerra que para debilitar la causa del adversario, hay que «demonizar al líder enemigo, presentarlo como un ser inmundo que hay que derribar, como el último de los dinosaurios, como un loco, un bárbaro, un criminal diabólico, un carnicero, un perturbador de la paz, un enemigo de la Humanidad, un monstruo…»
Casi al unísono los medios occidentales han acusado a Putin de tirano, de matón. A él se lo responsabiliza de los crímenes más atroces contra la población de Ucrania y de poner en peligro la paz mundial, mediante la violación de las normas del derecho internacional, así como de la libertad y las instituciones democráticas. El periodista chileno Pablo Hiriart en un artículo publicado el 9 de diciembre de 2021 en El Financiero de México con el título: Putin, un criminal en problemas afirmó en ese momento que «Putin es un asesino y un delincuente internacional comprobado». El 17 de marzo de 2021 el presidente de EE. UU., Joe Biden, en entrevista con la cadena ABC sostuvo que el gobernante ruso es un «asesino» que «pagará las consecuencias», mientras que exactamente un año después, lo calificó abiertamente de «criminal de guerra».
Al convertirle en un ser despiadado, el propósito del aparato de propaganda y guerra sicológica es el de generar miedo en la población respecto a ese vil sujeto que es Putin, pero a la vez que se provoca ello, se estimula la indignación hacia el asesino que ha venido a socavar la paz mundial, mientras el público se termina identificando con quienes se presentan como los protectores de la humanidad frente a personajes lúgubres como el «déspota del Kremlin».
A lo largo de la historia de los últimos setenta años, ningún medio al servicio de EE. UU. y de la OTAN se han referido a un mandatario estadounidense de la manera que lo han hecho con el gobernante ruso, pese a que han sido responsables de llevar a cabo invasiones militares que han provocado la muerte de millones de personas.
Una breve mirada de las agresiones militares estadounidenses a diversos países en el mundo lo confirma.
Durante la Guerra de Corea (1950-1953) el presidente Harry Truman ordenó el bombardeo indiscriminado de poblaciones para destruir la parte norte del país bajo el mando del líder comunista Kim Il Sung. 635.000 toneladas de bombas fueron lanzadas por EE. UU. durante el conflicto. Operation Strangle fue el nombre que utilizaron para aniquilar a la población coreana que luchaba junto a Kim Il Sung. Truman fue quien autorizó en 1945 el lanzamiento de bombas atómicas sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, provocando la muerte de 500.000 personas. En Vietnam, bajo los mandatos de Lyndon Johnson y Richard Nixon, el ejército de EE. UU. utilizó armas químicas y bacteriológicas como el napalm y el agente naranja para destruir la selva vietnamita y quemar a la población indefensa. El número de víctimas en Vietnam sobrepasó el millón de personas. En Panamá, el gobierno de George Bush ordenó el bombardeo de barrios populares en 1989, asesinando a más de dos mil panameños como resultado de la invasión militar del país. En Irak la cifra de civiles muertos supera el millón de personas debido a la agresión criminal de los EE. UU. bajo los mandatos de Bush padre e hijo. La historia se repite en la desintegrada Yugoslavia, en Afganistán, en Libia, en Siria, en Yemen.
Truman, Eisenhower, Johnson, Nixon, Ford, Carter, Reagan, Bush padre e hijo, Clinton, Obama y sus respectivos secretarios de Estado como Henry Kissinger, Alexander Haig, Madeleine Albright, Donald Rumsfeld, Colin Powell, Condoleezza Rice o Hillary Clinton, que llevaron la muerte y la destrucción a los países citados, jamás fueron estigmatizados como hoy lo hacen los medios occidentales con Putin.
John Pilger, en el documental La guerra que no se ve, pone en evidencia la hipocresía del periodismo estadounidense y británico cuando se trata de hablar de las guerras desatadas desde sus países contra otras naciones del mundo. El profesor Melvin Goodman, experto en seguridad internacional, afirma que el Pentágono contrata agencias de noticias para manipular la información. En fin, lo que el público recibe es, en su gran mayoría, propaganda al servicio de los EE. UU. y sus socios.
Mientras los medios estadounidenses, británicos y de la Unión Europea (UE) critican, censuran y juzgan a Putin y la operación militar rusa en Ucrania, a más que descalifican las razones de Rusia para llevar adelante dicha operación, en 2003 aplaudían la invasión militar estadounidense a Irak y las mentiras expuestas por Colin Powell en la ONU sobre las supuestas armas de destrucción masiva que poseía Sadam Husein, a la vez que se maravillaban del armamento sofisticado utilizado. Los muertos civiles y los daños a la infraestructura del país poco les importaban en ese entonces, expone Pilger en su documental.
A la vez que el aparato de propaganda otanista y los medios con los que trabaja estrechamente han fabricado una imagen negativa de Putin, han ido confeccionando una positiva de Volodímir Zelensky. El uso de recursos emocionales es parte de las estrategias de propaganda, lo cual Zelensky puede hacerlo muy bien debido a sus dotes de actor. El mandatario ucraniano trabajó en una serie de televisión llamada Servidor del pueblo, en la cual un maestro se convierte por accidente en presidente, mientras sus estudiantes empiezan a difundir sus discursos contra la corrupción a través de las redes sociales. Elegido como presidente de Ucrania en mayo de 2019 por medio de una campaña realizada a través de Twitter, Youtube y Facebook, Zelensky prometió luchar realmente contra la corrupción.
Desatado el conflicto el pasado 24 de febrero de 2022, el mandatario ucraniano ha aparecido en cámaras en varias ocasiones, lo cual ha sido resaltado por diversos medios en el mundo que lo han presentado como un hombre coherente, valiente, sensible y hasta como un héroe.
El 23 de febrero pasado, Stephen Mulvey de la BBC News escribía: «Mientras el presidente de Rusia, Vladimir Putin, se ha mostrado crecientemente errático —acusando a Ucrania de genocidio en las repúblicas separatistas de Donetsk y Luhansk y hablando de la necesidad de «desnazificar» el país—, Zelensky, de familia judía de habla rusa, se ha mantenido articulado, decidido y solemne».
En un artículo publicado por la cadena alemana Deutsche Welle (DW) con el título Lo que hay que saber sobre Volodimir Zelenski, excomediante convertido en presidente y rostro del desafío nacional se cita al historiador Andrew Roberts del Departamento de Estudios de Guerra del King’s College de Londres quien manifestó que Zelensky «está canalizando un auténtico Churchill interior», a la vez que destacó «su valentía personal» y «su capacidad para conectarse con su pueblo». La comparación con Churchill resulta necesaria para llegar al público británico y europeo, que consideran a ese personaje como un líder extraordinario que se enfrentó al nazifascismo en la Segunda Guerra Mundial. Por supuesto que la comparación del historiador citado nada tiene que ver con el racismo manifiesto de Churchill y los crímenes que bajo sus órdenes se cometieron en distintos lugares.
Es indudable que el manejo de cámaras y mensajes que ha hecho Zelensky durante los días que transcurren desde el inicio del conflicto, ha sido muy bien trabajado. La ayuda para difundir y ensalzar cada publicación que ha hecho Zelensky por parte de los medios, ha sido un gran soporte para potenciar la imagen de él como la de un hombre decidido y dispuesto a luchar. Indudablemente que no podía ser de otra manera y los aparatos de propaganda al servicio de EE. UU., así como sus organismos de inteligencia, saben que hay que hacerlo para ganar la mente de las personas en un mundo que prácticamente solo recibe la versión otanista de lo que pasa en Ucrania.
Siendo así, los medios occidentales no han dejado de señalar que Zelensky, en estas circunstancias, se ha convertido en un héroe. El Washington Post publicó el 28 de febrero de 2022 un artículo con el título El presidente Zelensky de Ucrania: Un héroe surgido de las calles azotadas por la guerra. El 2 de marzo elDiario.es con el título La historia detrás de Zelensky, un héroe no tan accidental presentaba un perfil del mandatario ucraniano. The Objective el 6 de marzo de 2022 publicó un trabajo de Antonio Caño titulado El ejemplo de un héroe en el que el autor manifestaba que «Volodimir Zelensky es el hombre de nuestro tiempo. Muchos no hemos conocido nunca a alguien de semejante valor y autenticidad». El 4 de marzo la revista colombiana Semana en un artículo titulado De comediante a héroe: esta es la increíble historia de vida del presidente ucraniano, Volodímir Zelensky, califica al personaje en mención de «héroe de guerra».
El déspota, el tirano, el errático Putin no ha podido doblegar al héroe, al valiente, humilde y coherente Zelensky. Así se resume la forma en que los medios occidentales al servicio de EE. UU. y la OTAN han construido la imagen de los dos mandatarios.
El presidente ruso ha expresado en varias ocasiones que uno de los propósitos de la operación militar llevada a cabo en Ucrania es la desnazificación de ese país. El cineasta estadounidense Oliver Stone, en el documental Ukraine on fire, ha puesto en evidencia el accionar criminal de grupos y personajes identificados con la ideología nazi, los cuales participaron activamente en el golpe de Estado contra el presidente Víktor Yanukóvich en 2014, ejecutado con apoyo de las agencias de espionaje estadounidenses. Los ultranacionalistas ucranianos, que han elevado a la condición de héroe a quien fuera colaborador de los nazis en la Segunda Guerra Mundial, Stepán Bandera, han conformado grupos paramilitares que han cometido crímenes brutales como el asesinato de cincuenta personas en Odesa que murieron calcinadas, por disparos, golpes o intoxicación con monóxido de carbono.
Desde el Euromaidán en 2014, los grupos pronazis como Sector Derecha y el Batallón Azov se han ido consolidando en Ucrania. El Batallón Azov funciona como una unidad militar afiliada a la Guardia Nacional del país y ligada al Ministerio del Interior ucraniano. Esta organización neonazi está vinculada a las matanzas y atentados contra la población civil en la zona de Donbass.
En diciembre de 2021, Zelensky condecoró en el parlamento ucraniano al neonazi Dmytro Kotsyubaylo, alias Da Vinci, comandante de Pravyi Sektor, otorgándole el título de Héroe de Ucrania. Artem Bonov, otro neonazi, miembro del Batallón Azov, ocupa una jefatura en el departamento de Policía de Kiev. Estos son los héroes de Zelensky.
Esas son algunas de las razones por las que Vladimir Putin ha planteado como objetivo de la operación militar rusa la desnazificación de Ucrania.
Pese a estas evidencias, los medios de comunicación al servicio de Estados Unidos y la OTAN han resaltado que Zelensky es judío y que por tanto es un absurdo pensar que apoye a los neonazis ucranianos. La filiación religiosa de Zelensky ha sido utilizada como instrumento de propaganda para conferirle una condición moral elevada a dicho gobernante. «Os dicen que somos nazis. Pero, ¿cómo un pueblo que perdió ocho millones de vidas para derrotar a los nazis puede apoyar el nazismo? ¿Cómo puedo ser yo un nazi?», ha dicho el presidente ucraniano.
Lo cierto es que Zelensky ha querido utilizar su religión para encubrir sus estrechas relaciones con los neonazis ucranianos. Sí, Zelensky es judío, pero eso no le releva de sus vínculos. Por otro lado, el mandatario ucraniano ha mantenido una postura complaciente con el sionismo, favoreciendo sus posturas contra Palestina. En enero de 2020 Zelensky dispuso que su país abandone el Comité de la ONU para el Ejercicio de los Derechos Inalienables del Pueblo Palestino, lo cual fue elogiado por Israel.
Los medios occidentales han presentado a un Putin errático, irascible, delirante y hasta como un psicópata. La Vanguardia, el 13 de marzo de 2022, publicó una entrevista a Vicente Garrido, catedrático de Psicología Criminal, a quien presentan como «uno de los investigadores más reputados internacionalmente en el estudio de asesinos en serie y los psicópatas», quien ante la pregunta de Salvador Enguix «¿Vladímir Putin podría ser considerado un psicópata?», respondió: «No me cabe ninguna duda. Es un ejemplo perfecto del narcisismo, falta de empatía, capacidad de engaño y manipulación y voluntad criminal típica del psicópata integrado, al que «se descubre» cuando se convierte finalmente en un asesino de masas». ¿Quién puede dudar del análisis del «experto» y de la «autoridad en la materia»? Así los medios van posicionando en el inconsciente y preconsciente de las personas las ideas negativas sobre los personajes que no son de su agrado. Así lo hicieron con Muamar el Gadafi, con Hugo Chávez y con Bashar al-Ásad.
Zelensky, en cambio, es todo lo contrario. Es un hombre crecido en las dificultades, un líder humilde, valiente y conmovedor. El 27 de febrero de 2022 una traductora lloró cuando reproducía las palabras de Volodímir Zelensky para la televisión alemana. La noticia la hicieron viral. El 16 de marzo el gobernante ucraniano dio un discurso a través de una vídeoconferencia ante el parlamento canadiense. Fue ovacionado durante tres minutos. El primer ministro de ese país, Justin Trudeau, calificó a Zelensky como «campeón de la democracia». El 17 de marzo Zelensky se dirigió al Congreso de los EE. UU. al cual mostró un vídeo con las supuestas atrocidades cometidas por Rusia contra su país. De igual manera fue ovacionado. No perdió la oportunidad para utilizar recursos emotivos y de esa manera conmover la conciencia de los congresistas estadounidenses que estuvieron a punto de derramar lágrimas: Pearl Harbor, el 11 de septiembre de 2001, el monte Rushmore y I have a dream, las palabras de Martín Luther King fueron algunas de las estratagemas utilizadas por Zelensky para ganarse el aplauso efusivo de los guardianes de la democracia estadounidense. Por supuesto que no faltó el mensaje para Biden: «Usted es el líder de una nación, de su gran nación. Deseo que sea el líder del mundo. Ser el líder del mundo es ser el líder de la paz».
En la guerra de propaganda y psicológica, Zelensky, con el apoyo de sus socios, se apunta algunas victorias, en tanto los medios otanistas silencian las muertes de civiles en Donbass cometidas por el ejército ucraniano y los grupos neonazis, mientras que hipócritamente hablan de la paz que podrá alcanzarse por el liderazgo del decrépito Biden, mientras EE. UU. envía millones de dólares y armamento a Ucrania para continuar con el conflicto.
El aparato militar industrial estadounidense se frota las manos ante las pingües ganancias que obtendrá provocando guerras en otros rincones del mundo.