A Dios rogando y en el peronismo confiando

Foto: Gentileza I-Profesional
El Frente de Todos tiene en claro que su futuro depende de la elección de noviembre. Por esta razón se ha impuesto revertir el resultado de las PASO o, al menos, realizar una remontada heroica que lo ubique por encima del cuarenta por ciento de los votos a nivel nacional.

Para ello, se diseñó una nueva estrategia en la reunión celebrada en La Rioja el día después de los anuncios de los cambios en el gabinete nacional. El diagnóstico que se maneja es que el alto nivel de ausentismo expresa el desacuerdo con las políticas implementadas y la negativa de muchos votantes del Frente de Todos a apoyar a la oposición.

Provincializar la campaña y hacer jugar a los intendentes, entonces, será clave. «Nos votan tres de cada diez, necesitamos que cada intendente convenza a uno más para llegar al cuarenta por ciento». Para esto hay que caminar el territorio, formular anuncios y con éstos tratar de seducir a la sociedad no ya de un relanzamiento del «viejo gobierno de Alberto», sino el lanzamiento de uno nuevo.

En territorio bonaerense, el Gobierno nacional y el provincial unificarán su estrategia. Esto es, Juan Manzur y Martín Insaurralde, quienes deberán además tratar de desalentar las apariciones públicas de Alberto y de Axel, que se consideran claramente disuasorias de la participación electoral del peronista plebeyo. Lo mismo sucede con la primera candidata bonaerense, Victoria Tolosa Paz, quien mide por debajo del dieciocho por ciento y cuyas acciones y discursos no generan empatía alguna en el electorado.

Esa limitación de la exposición no será tarea sencilla. Tanto Alberto como Axel tienen en claro que su alejamiento de la escena pública y mediática implica un constante deterioro de la escasa autoridad que les reconoce la sociedad. Y en sus recientes reapariciones volvieron a demostrarlo.

Otra novedad es la reaparición en una campaña electoral argentina del consultor catalán Antoni Gutiérrez Rubí. Su estrategia consiste en archivar la consigna «La vida que queremos» —ya que nadie en su sano juicio querría la vida a que nos condena Alberto Fernández—, por la de «Si». Esto es, asociar al Frente de Todos con la positividad: los anuncios, el futuro, la reconstrucción argentina, oponiéndola al «No» con el que se pretende identificar a la oposición: antivacunas primero, denunciante de la lentitud de la campaña de vacunación después; anticuarentena primero, en contra de la liberación más tarde. En síntesis, mientras que el FDT se esforzará en presentarse como «el futuro», tratará de instalar la asociación entre la oposición y «el pasado nefasto» del macrismo.

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A diferencia de lo que pretenden instalar los discursos interesados, tanto de ultracristinistas como la prensa militante opositora, Juan Manzur no pretende tirar a Alberto Fernández por la ventana, sino fortalecer su imagen en la medida de lo posible. Sabe que una eventual Asamblea Legislativa sería, para la sociedad argentina, jugar a la ruleta rusa con el cargador lleno. Y si bien no oculta sus aspiraciones presidenciales —de hecho, está en marcha el proyecto Juan XXIII—, tiene en claro que eso sólo será posible si consigue remontar el rumbo errado de los dos años iniciales de gobierno del Frente de Todos.

Por esta razón Manzur ha reconquistado el apoyo de los gobernadores al Gobierno nacional, restableció el deteriorado vínculo entre Alberto y los sindicalistas, potenció el poder de gobernadores e intendentes, auxiliado en este último caso por Insaurralde.

El Jefe de Gabinete, desde un primer momento, se ha fijado como objetivo reconquistar el gobierno para el peronismo, un peronismo que se ubica en las antípodas del progresismo de algunos de sus socios más determinantes de la coalición. Con el auxilio indispensable de Julián Domínguez han salido a restablecer el vínculo con el sector agrario, algo que resultaba impensado dentro del «pequeño cristinismo ilustrado», y también con una matriz religiosa que en el votante mayoritario del peronismo resulta un componente esencial.

Por cierto que hay tensiones y disputas de poder dentro del Frente de Todos. Para Cristina resulta toda una paradoja difícil de digerir que quienes tengan quizá la posibilidad de salvar el Gobierno que integra sean, precisamente, aquellos a quienes ha intentado destruir desde la muerte de Néstor Kirchner. Pero es una política de pura cepa y sabe cuándo levantar la voz y cuándo quedarse callada.

¿Podrá revertirse la elección, o al menos «salvar la ropa» sumando por encima del cuarenta por ciento?

Un aporte significativo de la nueva estrategia consiste en que las fotos y el discurso de «unidad» han sido desplazados por la territorialización de la campaña. De este modo, el éxito de la campaña de la vacunación podrá reinstalarse como tema de agenda electoral, enfatizando el vínculo entre gobernadores e intendentes y sus vecinos y gobernados.

También resulta muy atractiva la oposición entre las consignas del «Si» frente al «No», en una sociedad cada vez más terraplanista y desesperanzada, así como los anuncios sobre la creación de trabajo en blanco para quienes hasta ahora recibían planes sociales.

Por más que haya generado un brote de cólera en la oposición mediática —o tal vez precisamente por eso—, el Plan «platita» que se le endilga a Daniel Gollán es una de las claves para el éxito electoral. Pragmático, el exministro de Salud de Buenos Aires tiene una larga experiencia en trabajo de campo y sólo explicitó lo obvio. Sin «platita» en el bolsillo de la sociedad no hay victoria electoral posible. Peronismo al palo. Y si bien esto podría afectar la cotización del dólar y los indicadores de inflación más temprano que tarde, queda claro que, de no aplicarlo, las mismas consecuencias se terminarían produciendo pero con un Gobierno debilitado y sin capacidad de imponer políticas públicas.

En el marco de este resurgimiento del peronismo el elemento fundante ha sido, sin dudas, la institucionalización y reconstrucción de la autoridad política que propiciaron Manzur, Julián Domínguez y Aníbal Fernández. Manzur es jefe, es caudillo, es peronista y no tiene nada que ver con el progresismo. Cree e invoca a Dios, tal como lo hace la mayoría de los argentinos.

Ahora la conducción del Gobierno nacional y de la campaña electoral apuntan a las realidades concretas de la sociedad argentina, distanciándose de los ingenuos «progres» que gobernaban y hacían campaña imaginando que la Argentina era Suiza o Noruega.

La oposición sintió el impacto y el temor a una derrota electoral se extiende de manera solapada. Les queda en claro —aunque lo oculten— que también ella perdió oos millones de votos respecto de la elección general de 2019 y podría incrementarse la fuga de votos, sobre todo en la CABA, donde la figura de Milei luce demasiado atractiva frente al quietismo inmobiliario de Rodríguez Larreta.

Es hora de volver al interrogante sobre la posibilidad de una reversión de los resultados electorales de las PASO.

En las condiciones en las que le tocó asumir, el nuevo gabinete ha hecho todo lo posible para cambiar la imagen del Gobierno nacional. Una vez más, dependerá del compromiso de los socios no peronistas del Frente de Todos para no continuar disparando el «fuego amigo». Y del éxito que consiga al momento de limitar a cuentagotas de sus figuras más cuestionadas por la sociedad.  

Justamente es al interior de la disputa dentro de la coalición gobernante a lo que hay que prestar mayor atención. No hay que olvidar el 2015.  Pero ahora el escenario es diferente, ya que la victoria de Juntos por el Cambio podría poner en duda la libertad de Cristina.  Paradójicamente Cristina sabe que su destino está en manos de quienes han sido sus adversarios internos. Por eso no dudó ante lo irreversible y sugirió que Juan Manzur fuera designado jefe de Gabinete. 

Al fin y al cabo, una vez más, de las crisis más profundas de nuestro país solo podrá salirse de la mano del peronismo. Y con la ayuda de Dios, naturalmente. O no habrá salida.

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Alberto Lettieri

Historiador, analista político y ensayista. Es doctor en Historia por la Universidad de Buenos Aires (2001), investigador independiente del Conicet y profesor titular en la Universidad de Buenos Aires. Ha publicado numerosos trabajos en publicaciones nacionales, de México, España y Chile y varios libros: Vicente Fidel López: la construcción histórica de un liberalismo conservador, La república de la opinión, Industrialización y desarrollo, Seis lecciones de política y La civilización en debate, entre otros.

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