Salvar los medios de comunicación

La producción de información es un bien público que no puede estar en manos del mercado. Desde este enfoque, Julia Cagé defiende en su ensayo Salvar los medios de comunicación (Anagrama) un modelo innovador para financiar la prensa: la sociedad de medios de comunicación sin fines de lucro. Se trata de un híbrido entre las fundaciones y las sociedades por acciones. Esta nueva estructura societaria de los medios de comunicación permitiría organizar de forma diferente tanto el reparto y la renovación del poder como la cuestión de los recursos. También limitaría «la omnipotencia» de los grandes accionistas.

La historia de los medios de comunicación está marcada por crisis recurrentes de diversa índole. La actual es una crisis de alcance global relacionada con la eclosión de Internet, las dificultades para rentabilizar la inversión necesaria para producir las informaciones y mantener la independencia de los periodistas. Unos condicionantes que están llevando a las empresas informativas y a los profesionales de la información a la búsqueda de soluciones y alternativas.

La propuesta de Cagé resulta arriesgada, quizás idealista: la financiación de los medios de comunicación inspirada en el modelo híbrido entre el negocio y el non-profit de las grandes universidades internacionales, regulado por ley al entender que la información es un bien público. Defiende en su ensayo un modelo innovador para la prensa tradicional: la «sociedad de medios de comunicación sin fines de lucro», un híbrido entre las fundaciones y las sociedades por acciones. Una nueva forma de los medios de comunicación que permitiría organizar de forma diferente el reparto y la renovación del poder y de la financiación. «Un modelo que permitirá una reapropiación democrática de la información por parte de los que la hacen y los que la consumen. Y no por los que quieren influir en la opinión. Y no por los que tienen dinero para influir en nuestros votos y nuestras decisiones».

En este conciso pero provocador trabajo, Julia Cagé, profesora del Instituto de Estudios Políticos de París, no sólo elabora una innovadora propuesta de modelo de negocio para los medios de comunicación. Va más allá, al proyectarlo hacia la democracia y la economía en crisis, repensando la propiedad privada y la posibilidad de una superación democrática del capitalismo.

La discusión sobre los modelos de financiación de la prensa en el entorno digital es un debate recurrente en el terreno académico y profesional. Para Julia Cagé, el modelo de financiación de la prensa en la era digital pasa por la creación de entidades sin ánimo de lucro para sostenerla. Para llegar a la formulación de esa propuesta, Cagé realiza una invitación a reflexionar sobre cómo nos informamos en la era de Google y del uso que hacemos de los medios de comunicación por medio de un diagnóstico preciso de la situación que permite comprender mejor quién produce la información, cómo se difunde y quién la consume.

El mundo afronta un cambio de civilización que afecta a todos los ámbitos. Facebook es el primer medio del mundo, acapara el ochenta por ciento de la publicidad digital sin generar contenidos ni contratar periodistas; Amazon es la mayor empresa de libros sin ser una editorial convencional; YouTube es la televisión de mayor difusión sin la estructura propia de este medio y Alibabá es la mayor tienda sin un escaparate físico.

Para la autora, es necesario repensar el modelo económico de los medios de comunicación porque a pesar de ser un bien público, la información no puede ser producida directamente por el Estado, al igual que otros muchos bienes culturales. Por lo tanto, es preciso avanzar hacia un modelo como el de otras industrias culturales que permita superar la ley del mercado y del beneficio y, a la vez, escapar al control del Estado. De este modo, la información sería considerada como un bien público, un pilar de la participación política y de la democracia.

Julia Cagé presenta en este libro un análisis de la crisis de los medios de comunicación. Problemas económicos y pérdida de legitimidad implican un derrumbe generalizado que condiciona en gran manera la independencia de los medios en el momento de afrontar la realidad y trasladar la honestidad necesaria de investigaciones bien realizadas. Sostiene Cagé que los actuales accionistas de los medios de comunicación condicionan su independencia y el desarrollo de temas que pueden entrar en conflicto con sus intereses o el de los propietarios mayoritarios. Considera que «si protegemos más la independencia de los periodistas se resolvería una parte del problema de la confianza». Su modelo de «sociedad de medios de comunicación» contempla que debe haber un accionariado formado por periodistas y lectores donde se aumentaría el derecho a voto de los pequeños limitándose el derecho de los mayores. Además, propone establecer exenciones fiscales para todo aquel que invierta en los medios de comunicación con dicho status.

Los medios de comunicación no son empresas como las demás, por lo que deben estar más allá de la ley del mercado: «el principal objetivo de los medios es proporcionar un bien público, una información de calidad, libre e independiente, indispensable para el debate democrático». Cuando actúan como cualquier otra empresa es, en general, en detrimento de la información, que es fundamental para la opinión pública.

Un planteamiento que es preciso reafirmar ya que la principal peculiaridad de las empresas de medios de comunicación, de las empresas informativas, deviene del derecho fundamental de libertad de expresión. Los ciudadanos tienen el derecho inalienable de la libertad de expresión. Y en un doble sentido: el derecho de decir lo que se piensa y el derecho de recibir información verdadera acerca del mundo que nos rodea. Las empresas informativas deben hacer realidad un derecho social.

En tal sentido, la función social de los medios de comunicación conlleva que la profesión periodística ocupe un papel fundamental como mediadora entre los hechos y la sociedad dado que la actividad informativa debe velar por el derecho universal que tienen los sujetos a una información veraz, completa y objetiva. El análisis de la economista francesa consigue que nos replanteemos la posición de los medios de comunicación frente al control del poder económico y la publicidad para conseguir un equilibrio en el que su principal objetivo sea prestar un servicio de interés público.

No puede resultar extraño, por lo tanto, que le preocupe que los millonarios estén adquiriendo medios como quien se compra un equipo de fútbol, «el principal riesgo al que los medios de comunicación se enfrentan en la actualidad es el poder del dinero». Jeff Bezos, el fundador de Amazon, compró The Washington Post tan sólo por u$s 250.000. El inversor John Henry ha hecho lo propio con The Boston Globe y Carlos Slim es el primer accionista individual de The New York Times. En Francia Xavier Niel, una de las principales fortunas del país, es accionista de Le Monde y de Le Nouvel Observateur. El millonario Patrick Drahi rescató Libération y Bernard Arnault (dueño de LVMH) compró Les Échos en 2007. En España, el empresario mexicano Roberto Alcántara Rojas (presidente de una aerolínea de bajo coste) ha invertido en El País. Ninguno de ellos es actor del sector de los medios. Para ellos «comprar un medio es una manera de acercarse al poder e influenciar a los ciudadanos. Lo que están comprando es democracia”.

Julia Cagé

Economista francesa (Metz, 1984), especialista en economía política e historia económica. Egresada de la Escuela Normal Superior de París, también es doctora en Economía de la Universidad de Harvard. Trabaja en la economía de los medios de comunicación y la financiación de la democracia. Publicó varios artículos sobre estos temas en diferentes revistas de la especialidad. Es profesora del Instituto de Estudios Políticos de París.

En Salvar los medios de comunicación se ofrece una clara visión del ecosistemamediático francés y, en menor medida, del europeo y del estadounidense analizando modelos de negocio más allá del mercado, como es el caso de los medios que han optado por formas no comerciales de propiedad (The Voice ofAmérica en Estados Unidos, el grupo de comunicación alemán Bertelsmann, The Guardian en Cran Bretaña —controlado por el Scott Trust, una fundación sin ánimo de lucro cuya misión, desde 1936, es salvaguardar la independencia de The Cuardian de forma perpetua—, Ouest-France, primer diario en términos de circulación y de lectores en Francia también controlado desde los años noventa por una organización sin ánimo de lucro). Quizás por ello, alguno de sus planteamientos y de las soluciones propuestas no sean en gran medida universales, por lo que será necesario tener en cuenta las especificidades culturales y económicas en cada país a la hora de valorar la viabilidad de este modelo de financiación en otros ecosistemas mediáticos.

En este sentido y, por otro lado, su modelo de «sociedad de medios de comunicación» considera que, además debe haber un accionariado formado por periodistas y lectores. «Aumentando el derecho a voto de los pequeños accionistas  y limitando el derecho de voto de los mayores». Existirán además exenciones fiscales para todo aquel que invierta en los medios de comunicación con dicho status.

Para Cagé, los actuales accionariados de los medios de comunicación condicionan la independencia de los medios y el desarrollo de temas que pueden entrar en conflicto con los intereses de los accionistas o propietarios mayoritarios. Cagé considera que «si protegemos más la independencia de los periodistas se resolvería una parte del problema de la confianza».

Cagé concluye que el periodismo cada vez se encuentra con más trabas debido a dos factores:

—Los intereses estructurales (los dueños interconectados que están detrás de los medios) y las exigencias que la publicidad, los grupos de poder privados y los gobiernos ejercen con respecto al mercado mediático. Una maraña de intereses, de alianzas, absorciones y grandes fusiones que también salpica al periodista en bloque.

—El soporte digital y la gratuidad pueden acabar con la prensa escrita y amenaza la información producida por la radio y la televisión. En el caso de la prensa, el debate se centra en la muerte del papel. Y lo importante no es el soporte, sino el contenido: «El reto es seguir produciendo bajo todas sus formas una información de calidad, libre, independiente, accesible al mayor número de personas posible… Independientemente del soporte».

Algunas dudas

Por un lado, los planteamientos que se hacen en el libro tienen una clara visión del ecosistema mediático francés y, en menor medida, el estadounidense. No obstante, las soluciones planteadas no son en gran medida universales. No lo pueden ser de la misma forma que el planteamiento que hace sobre los muros de pagos parecen poco sólidos y poco realistas. Los paywalls pueden funcionan en Wall Street Journal o en New York Times, hasta en Le Monde, pero no en la inmensa mayoría de los medios. Y, de la misma forma, plantear modelos híbridos no puede tener una visión universal. Es más bien un bienintencionado ejercicio reflexivo para que la prensa no quede oxidada. Pero hay que estar atentos a las especificidades culturales y económicas en cada país.

Por otro lado, ¿cómo es la ransición de las principales medios de comunicación a la sociedad híbrida que promueve Cagé? Quizás la propuesta de la economista francesa es válido en el origen de nuevos medios de comunicación o medios que estén en situación terminal. ¿Los propietarios de los medios hegemónicos aplicarían de manera voluntaria un modelo como el que se plantea en Salvar los medios de comunicación?

Sin duda, el planteo de Cagé es, como mínimo interesante, y hay que tenerlo en cuenta. Pero los cambios de modelos de negocio de los medios es un trabajo arduo, una construcción política y social, que implica cambios legislativos. En el papel todo es posible, pero en la realidad la sociedad de medios de comunicación que permite combinar el recurso al non profit (sector sin ánimo de lucro) y la mayor democratización del accionariado con la multiplicación del número de pequeños accionistas y aportaciones de capital requiere de un sujeto social que instale el tema en la agenda pública y logre importantes apoyos sociales; más cuando no se puede esperar que los actores económicos tradicionales lleven a cabo estos cambios.

Cagé parece consciente de esta realidad cuando cita a Joseph Schumpeter: «no son los propietarios de diligencias quienes construyen los ferrocarriles».

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