Inseguridad y pandemia, ombliguismo pandémico, desinformación, libertad de expresión y TV Pública

La agenda de los medios sobre comunicación sigue una amplia variedad de temas, pero siempre con la cuestión de la pandemia como telón de fondo.

Durante la primera quincena de abril, la sección Medios y Comunicación de Página 12 publicó tres notas: Recomendaciones comunicacionales para quienes se vacunan de Washington Uranga; Historias del sentido común, de Marta Riskin y Laberintos comunicacionales, de Pablo Castillo.

Uranga plantea que, en el momento en que se intenta poner en duda la eficacia de las vacunas contra el covid-19, es importante reforzar las campañas informativas sobre el tema, pero también que las y los agentes sanitarios desarrollen habilidades comunicacionales que abonen con información precisa la certeza de quienes se vacunan.

La nota de Riskin recuerda cómo los medios de comunicación pretenden desmovilizar a la ciudadanía, dividir a los sectores populares y construir mansas pistas de aterrizaje para saqueadores internacionales. Asimismo, señala la necesidad de habilitar canales de comunicación potentes para disputar agendas con los medios hegemónicos.

Castillo, por su parte, propone ensayar nuevas búsquedas en la comunicación política que estén basadas en el amor, el deseo y la fantasía, frente a las narrativas en el discurso de los medios de comunicación que apuntan a hacer política renegando de la política.

Inseguridad y pandemia

Brenda Focás

En una extensa entrevista realizada por Natalí Schejtman para elDiarioAR, Brenda Focás afirma que «hay muchos puntos en común entre el tratamiento informativo del coronavirus y el de la inseguridad».

En cuanto a las similitudes entre el tratamiento informativo del coronavirus y de la inseguridad dice que los puntos en común tienen que ver con la apelación, la interpelación constante a la idea de que todos estamos en riesgo siempre y en cualquier lado. «Así se construyen también las noticias de inseguridad: hay lugares peligrosos, está claro, pero la retórica es que nadie puede estar a salvo en ningún lado. Después hay puntos en común en la cuestión de las víctimas y victimarios que se va construyendo. Una víctima no tiene ganado el lugar de víctima per se y tiene que demostrar que es una víctima con las características aceptadas por la sociedad. En el caso del coronavirus, me parece que también las víctimas son puestas en duda: “seguro que el barbijo no lo usó bien”, “se habrá juntado con gente en lugar cerrado y no lo admite”. Se pone un poco en duda: ¿se enfermó bien o se enfermó mal? ¿se cuidó lo suficiente o no? ¿miente o no miente? como en las noticias de inseguridad, aparece la culpabilización».

Argentina, campeón del ombliguismo pandémico

Una pandemia es por definición un fenómeno mundial. Y, sin embargo, la cobertura periodística se desarrolla casi como si fuera un evento local, y cada una de sus aristas —desde los testeos hasta las vacunas, desde los confinamientos hasta el aumento de la pobreza y el desempleo— tuvieran lugar solo en nuestro país, dice Eugenia Mitchelstein, profesora asociada en el Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad de San Andrés.  

«El foco local —explica Mitchelstein —se puede explicar por criterio periodístico —las autoridades locales toman decisiones que afectan la vida de las audiencias de noticias, el público puede estar más interesado en los eventos cercanos— y también por restricciones económicas: hay pocos corresponsales, y faltan tiempo y recursos para cubrir las noticias sobre la pandemia en otros países», que concluye su nota diciendo que «El ombliguismo de cubrir las noticias como si la Argentina fuera el centro del mundo puede ser antipático pero inofensivo respecto a temas como política local o fútbol. Pero parece peligroso para informar al público sobre un fenómeno internacional: el virus no se frena en los Andes o el Río de la Plata, no necesita visa para entrar por Ezeiza. ¿Qué nos pasa a los argentinos con el coronavirus? Lo mismo que al resto del mundo. Es mejor aprender de lo que pasó en otros países y colaborar con ellos para dejar atrás la pandemia». 

Combatir la desinformación

Las democracias occidentales están amenazadas por la circulación de manera intencional y articulada de informaciones falsas y su viralización. ¿Qué puede hacer el Estado ante estas acciones deliberadas que ciertas empresas y periodistas realizan con el ánimo de propagar información falsa? es la pregunta que formula Agustín Spada en Fake news y pandemia.

«La desinformación —propone—debe combatirse con información y formación. El Estado, y en este caso el gobierno, debe y puede actuar en esos dos sentidos. A través de la Defensoría del Público, organismo creado por la Ley Audiovisual y con un amplísimo reconocimiento internacional sobre su trabajo, las audiencias pueden denunciar discursos nocivos o informaciones malintencionadas que se emiten por radio y TV. Si bien la Defensoría no puede sancionar a periodistas, canales o radios, sí tiene un gran rol formador en cuanto a explicar el correcto uso de la información, mejores prácticas para el tratamiento de distintas situaciones (desde catástrofes climáticas hasta violencia de género) y los impactos de este tipo de acontecimientos.

Para Spada, si algo queda claro y puede (debe) ser hecho por el gobierno es combatir la desinformación con más información y con mensajes útiles y enriquecedores frente a la pandemia.

Libertad de expresión y regulación de contenidos en Internet

«Ahora que internet atraviesa todos los aspectos de nuestra vida, dejamos atrás aquel primer momento de euforia por lo que implicó en términos de democratización del acceso a la información para preocuparnos por la manera en que el ecosistema digital afecta nuestra privacidad, el debate público, el acceso a la información y la libertad de expresión. En definitiva, cómo afecta nuestros derechos como usuarios pero principalmente como ciudadanos», escribe Natalia Mutuberría en Contraeditorial.

En su opinión, esta tarea no puede quedar sólo en manos de empresas privadas. «El Estado —apunta— debe tener un rol protagónico en la defensa de los derechos humanos y promover espacios multiactorales que contengan al sector privado y a la sociedad civil para implementar regulaciones y políticas públicas que promuevan un espacio público virtual  plural, democrático y respetuoso de las personas».

Pandemia, ficción seriada y TV Pública

Alejandra Pía Nicolosi afirma en su nota Pandemia, ficción seriada y TV Pública: toda oferta es política  que «mientras que un elevado porcentaje de la población no cuente con las condiciones de materiales que se necesitan para tener conexión a Internet, no pueda pagar el abono de la ni a televisión paga por cable o vía satélite, la Televisión Pública —incluyendo a la TDA— tiene la obligación comunicacional y cultural de garantizar el derecho al acceso: a la educación, a la información y a la cultura. Y la oferta de ficción televisiva de la emisora estatal durante 2020, nos habla de ello». Y agrega: «Así, podemos reconocer otra certeza que está dejando la pandemia y es aquella que confirma que la televisión —especialmente la pública— ni está muerta, ni hay que apagarla, sino que debe ser apropiada y disputada.

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