Necesitamos una política pública de alfabetización mediática e informacional para alcanzar la soberanía ciudadana en el territorio digital

La alfabetización mediática e informacional (AMI) —sin duda un derecho en la era digital— es clave para empoderar a los ciudadanos en la lucha contra la desinformación y mejorar sus habilidades técnicas para construir un pensamiento crítico que le permita poner en duda y buscar certezas acerca de los datos e información que consume.

Para acceder a la información, poder evaluarla y ponerla en cuestión, es necesario desarrollar el pensamiento crítico como habilidad fundamental. El reconocimiento de una noticia falsa, la práctica de identificar las fuentes y confrontarlas y la posibilidad de crear mediante nuevos lenguajes son parte indelegable de un plan de alfabetización digital impulsado por el Estado.

La alfabetización mediática e informacional (AMI) es un término que hace referencia al proceso por el cual se aprenden habilidades y capacidades para desenvolverse en los medios actuales, producir contenido y entender de una manera más crítica la información que se recibe.

La soberanía ciudadana depende de que cada ciudadano construya un pensamiento crítico, que le permita poner en duda y buscar certezas sobre los datos e información que consume. Estas tareas tienen un lugar de destino: la educación primaria, secundaria, las asociaciones de educadores, sindicatos y partidos políticos. El Estado es el único articulador de un programa que ponga en práctica los currículos de la AMI propuesta por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, conocida abreviadamente como Unesco.

El artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos establece que «Todo individuo tiene derecho a la libertad de expresión; este derecho incluye el no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión».

La alfabetización mediática e informacional se propone entonces contribuir con la ciudadanía en el desarrollo de las habilidades esenciales que necesita para el uso consciente de las herramientas que mejoran su intercambio y satisfacen sus necesidades en el contexto digital.  

La consecución de este derecho se refuerza a través de la Declaración de Grünwald de 1982, que reconoce la necesidad de sistemas políticos y educativos que promuevan el entendimiento crítico de los ciudadanos sobre el «fenómeno de la comunicación» y su participación en los medios, y la Declaración de Alejandría de 2005, que pone la alfabetización mediática e informacional en el centro de un aprendizaje a lo largo de toda la vida.

Ambas declaraciones reconocen la importancia de empoderar a las personas en todos los ámbitos de la vida para buscar, evaluar, utilizar y crear la información de una forma eficaz para alcanzar sus metas personales, sociales, ocupacionales y educativas.

Esto es un derecho básico, que en el mundo digital desregulado o mejor dicho regulado por las grandes corporaciones digitales (Google, Amazon, Facebook/Meta, Apple, Microsoft y sus amigos) no está presente.

La infraestructura de telecomunicaciones, el almacenamiento y procesamiento de los datos y los canales o plataformas digitales por donde se relacionan proveedor y receptor de información conforman los recursos de base de los medios de comunicación en la producción de información y tiene un importante impacto en el aprendizaje a lo largo de nuestra vida. Por lo tanto, los ciudadanos necesitamos tener un conocimiento básico de las funciones de los medios la producción de información, las infraestructuras de telecomunicaciones, el almacenamiento y procesamiento de datos y los proveedores de información y sus capacidades para poder evaluarlos.

El objetivo de la AMI es impartir este conocimiento a los ciudadanos usuarios de herramientas digitales. La AMI contiene el conocimiento esencial sobre las funciones de los medios, bibliotecas, archivos y otros proveedores de información en las sociedades democráticas, las condiciones bajo las cuales los proveedores de medios de comunicación e información pueden llevar a cabo estas funciones eficientemente, y cómo evaluar el desempeño de estas funciones al evaluar el contenido y los servicios que estos proveen.

Las competencias adquiridas a través de la AMI pueden dotar a los ciudadanos de destrezas de pensamiento crítico que les permita exigir servicios de alta calidad a los medios y otros proveedores de información. Es por eso que la Unesco propone un currículum que integre a la educación mediática, la alfabetización informacional y la educación digital.

La educación mediática se ocupa de la libertad de expresión, del acceso a la información, de las funciones de los medios de comunicación y de las maneras en que la ciudadanía puede hacer una lectura crítica de los mismos. 

La alfabetización informacional enfatiza la importancia del acceso a la información y la evaluación de las fuentes. Este campo estuvo originalmente vinculado a las bibliotecas y luego se desarrolló en relación con la información que también se encuentra en internet. 

La educación digital en sus inicios hizo más énfasis en habilidades técnicas. Pero luego, dado el ecosistema actual subsume a los otros dos campos, se amplió al rol de las plataformas digitales y redes sociales, la manera en que producimos, consumimos y compartimos información.

Integrar conocimientos para entender la cadena de producción

El 50% del tráfico de Internet en 2022 fue generado por bots. El porcentaje del tráfico humano en la red continúa reduciéndose y alcanza la cifra más baja en ocho años. En el momento de la inteligencia artificial, ChatGPT se convierte en un buen aliado en ciertas trabajos y nuestra relación con las pantallas es más estrecha que nunca, el estudio Bad Bot Report, realizado por Imperva, comparte un dato revelador: la red que navegamos a diario está plagada de bots.

Según el informe, el 47,4 % del tráfico de Internet (todo el alcance, visitas y visualizaciones de un sitio web) en 2022 fue un tráfico automatizado; es decir, realizado por bots. La empresa los define como «una aplicación de software que ejecuta tareas automatizadas».

La cifra supone un crecimiento del 5,1 % en comparación con el año anterior. De ese tráfico automatizado, el 30,2 % eran bots maliciosos, es decir, aquellos que llevan a cabo tareas con intenciones maliciosas, como la extracción de datos sin permiso, o incluso la ciberdelincuencia. Por otro lado, el 17,2 % eran bots buenos, que cumplen funciones útiles, como indexar sitios web para los motores de búsqueda o supervisar el rendimiento de las páginas web.

De acuerdo con el informe, en marzo de 2022 los niveles de tráfico humano fueron ligeramente inferiores a la mitad de todo el tráfico en Internet (49,3 %), mientras que el tráfico de bots maliciosos alcanzó su máximo (35,3 %). En Imperva atribuyen los hechos a un aumento en los ataques de bots durante ese mismo periodo.

La alfabetización informacional es un campo más extenso que la alfabetización mediática, con un enfoque claro pero reducido al área de la biblioteconomía (estudio de la biblioteca como sistema de información) y la tecnología (transferencia, almacenamiento y procesamiento de datos). Por otra parte, la alfabetización mediática tiene un ámbito de actuación mayor en relación con la comunicación, con temas relacionados con la educación, salud, el ocio, los efectos de la comunicación y la cultura.

Es evidente, que ambos campos coinciden en ciertos aspectos, pero la alfabetización mediática no es en ningún caso un apartado de la alfabetización informacional, ni esta última una subcategoría de la alfabetización mediática. Ambos campos proceden de tradiciones académicas distintas, tienen distintas preocupaciones y desempeñan distintos roles en el proceso de educación y mejora de niveles de alfabetización. La alfabetización informacional está más próxima al almacenamiento de datos, procesamiento y uso, mientras que la alfabetización mediática está más ligada al contenido mediático, industria de los medios y efectos sociales.

A pesar de las diferencias, comparten preocupaciones comunes, ambas persiguen el desarrollo de individuos preparados para realizar juicios informativos sobre el uso de la información en la era digital, poniendo el énfasis en el uso de plataformas multimedia y en la creación de conocimiento. Por lo que ambos campos están conectados y son complementarios.

Los profesionales de ambas áreas deberíamos buscar la forma de aprender unos de otros, comprendiendo las especificidades de cada área. Los procesos de inteligencia artificial hoy tan utilizados en la producción de información en la red Internet, deben estar guiados y monitoreados por equipos de expertos en las temáticas donde abonan los resultados de estos procesos algorítmicos para garantizar la equidad y el respeto en los datos del tratamiento y producción de información.

Actualmente, ninguna alfabetización por sí sola es suficiente para capacitar a los individuos ante en inmenso volumen de mensajes mediáticos y la abundancia de plataformas informativas. Hay una llamada urgente a combinar estos campos para desarrollar el conjunto unitario de competencias de alfabetización informacional y mediática que precisan los nuevos ambientes tecnológicos y cuya integración debería facilitar verdaderamente la participación de los individuos en las sociedades con democracias más representativas de pleno funcionamiento.

La evolución de alfabetización se produjo como resultado de la transición de una cultura oral a una cultura letrada entre personas. En la multialfabetización de principios del siglo XXI se combina el método de análisis documental y el método bibliométrico en el análisis de la evolución de los alfabetismos, a través de documentos que establecen pautas en su fundamentación y el comportamiento de la producción científica. Además, con la presencia de plataformas de contenidos educativos para la formación a distancia (sincrónica); se revela el lugar destacado que ocupa la AMI, un enfoque de alfabetización poco abordado como proceso de formación de competencias vinculadas a la recepción y producción de mensajes a partir de la convergencia de lenguajes y medios.

La noción de alfabetización mediática e informacional constituye una posibilidad para fortalecer la democracia; integra los diversos alfabetismos que promueven la participación activa en la construcción y transformación del individuo y la sociedad en la disyuntiva de democracia o corporaciones. Sobre todo en nuestra Argentina, donde muchos que hablan de libertad están quitando derechos.

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Alfredo Moreno

Computador científico, ingeniero TIC en Agentina Satelital (Arsat), profesor TIC en la Universidad Nacional de Moreno, integrante de la Red de Pensamiento Latinoamericano en Ciencia, Tecnología y Sociedad (Red Placts - https://blogs.ead.unlp.edu.ar/catedracps/red-placts/)

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