Milei y la improductividad de la democracia

Con un discurso violento que combina contenidos místicos con técnicas de cosplay, el líder libertario se construye a sí mismo como un superhéroe capaz de luchar contra los villanos de la «casta política».

Javier Milei apoya sus dos manos sobre una tarima y su voz ronca combina citas eruditas con una ráfaga de insultos. Es su cierre de campaña en el Parque Lezama y hay humo blanco esparcido en el escenario, pancartas, banderas y cánticos. Habla del principio de revelación de la Torah, del Rey Salomón y del primer capítulo de los Macabeos. Y también de «la casta política de mierda, chorros, parásitos e inútiles».

¿Quién es ese al que Milei propone odiar? Es el político ignorante, el que no entiende, el que no tiene ninguna formación. Por eso se pregunta: «¿Acaso no saben leer?» o «Claro, ingenuo de mí, creí que la casta entendía». A esos les grita: «aprendan burros». Es el economista erudito lanzando una cacería contra políticos analfabetos.

Milei ofrece un show que combina la Ilustración con la guerra. En su decálogo de la redención la violencia es una técnica pedagógica y él es el mayor de los pedagogos. Su metodología ensaya una épica del borde: un segundo más allá de sus ojos inyectados, sus puños cerrados, la voz ronca que insulta y el pelo desordenado, está el estado de naturaleza. Por eso, Milei es el eslabón perdido entre la sociedad y sus confines. En su reino, la letra y la sangre se superponen con la civilización y el exterminio. Del mismo modo, su oferta de distinción nace en la intersección entre el saber y la furia.

Desde 1983, se trazó en la Argentina una estricta línea divisoria entre violencia y democracia. Atrás quedaban el Estado terrorista y los treinta mil desaparecidos. Para adelante, sólo podía esperarse la tolerancia y el diálogo. La transición democrática era, entre otras cosas, la consolidación de esa línea divisoria. Por supuesto: hubo muchas escenas violentas durante este largo ciclo nacido en los ochenta. Pero, en sus rituales belicosos, lo de Milei es algo más: con su discursividad estallada lo que intenta es sistematizar la superposición entre violencia y democracia.

La construcción del político desechable

El 18 de noviembre de 2018, el economista libertario participó de un programa televisivo que luego fue transcripto por Infobae en una nota titulada: «Javier Milei explotó por los proyectos más «inútiles» de los legisladores y el video se volvió viral». Allí comentó leyes de diputados y diputadas a los que insultó y trató de inservibles. Exclamaba a los gritos, por ejemplo: «¿Porque no te vas a la concha de tu madre? Para eso te pagamos. Inútil» o «Hija de puta, la concha de tu madre. Para eso te pagamos. Inútil. Pedazo de mierda. No servís para nada».

La denuncia de inservible es el segundo paso en la construcción del político desechable: el ignorante deviene inútil y éste alguien que no merece una retribución. Por eso, Milei describe una relación contractual fallida: los contribuyentes le pagan a los políticos pero estos no devuelven con su trabajo esos ingresos que reciben. Lo que se ha roto es el contrato social y es sobre esa disolución que irrumpen los rugidos de los leones; es decir, los lenguajes salvajes de Milei y sus partidarios.

La democracia, pensada de este modo, sólo puede producir odio: porque extrae recursos de los que trabajan y se los da a los parásitos. El mecanismo de distribución estatal genera una situación escandalosa: les da a los que no se lo merecen. Para este punto de vista, en el populismo se interrumpe la relación entre distribución y esfuerzo. De allí que el odio es una respuesta a la falta de justicia.

Por eso, la energía libertaria es una reacción a la improductividad de la democracia. Por ese camino, entonces, llegamos a la colonización del mundo de la república por las categorías de la economía mercantil. Se trata de extraer de la democracia a la política y dejar en ella sólo los intereses corporativos.

Sólo contra todos

«Los radicales son la internacional socialista. Por lo tanto, son socialistas. La Coalición Cívica está todavía más a la izquierda y en el caso del ala de las palomas de Juntos por el Cambio, del PRO, claramente son una expresión socialdemócrata (…) Si tomas cualquier discurso de (Hugo) Chávez, tanto Vidal como Horacio Rodríguez Larreta, si no le decís que es de Chávez, te lo firmarían… », dice Javier Milei.

El líder libertario interviene en el lenguaje desorganizando las identidades preexistentes. Su oposición no es necesariamente a un opositor: es al mismo concepto de oposición. Esa es su dimensión totalitaria, porque no opta por el contraste con otra identidad política con la que se coconstituye, sino que se opone a la totalidad del sistema político en el que opera. Ese libertarismo requiere, para poder funcionar, de la homogeneización. Por eso, desplaza a todo el sistema político hacia la izquierda, lo amontona en una mímesis y, de ese modo, desorganiza la serie de identidades que integran un sistema de partidos o de coaliciones. Así es posible definir a Horacio Rodríguez Larreta y a María Eugenia Vidal como chavistas. Milei es un piquetero léxico en las cadenas significantes: las invade, las interrumpe y las indiferencia.

Super Milei

A los libertarios la libertad absoluta los transforma en arbitrarios. Hay una continuidad natural entre falta de límites y violencia: un crescendo descontrolado los conduce a insultar, a golpear y, seguramente, a las fantasías de eliminación del otro.

En simultáneo, es un autoritarismo que combina contenidos místicos con técnicas de cosplay. Por eso, su puesta en escena va acompañada de una sofisticada ingeniería de imágenes. En su equipo sobresale Lilia Lemoine, la mujer que maquilla y fotografía a Milei en todas sus actividades públicas. Dice Lemoine: «Empecé a trabajar en «El Consultorio de Milei» como maquetista y experta en efectos especiales. Yo hacía la maqueta del Banco Central que Javier hacía estallar al final de la obra. Como hago trajes y creo personajes, le propuse convertirse en un superhéroe y le encantó». Agrega: «Pero además de viajar a convenciones tuve una escuela de cosplay, di seminarios y fui jurado internacional».

Es decir, el libertarismo es también la combinación de violencia política y entretenimiento mediático. Milei, el personaje, es objeto de una doble mediatización: cuando llegan las cámaras televisivas y fotográficas se encuentran ya con una primera mediatización, la proyectada sobre el cuerpo del economista por la fotógrafa, maquilladora, artista plástica, maquetista y experta en efectos especiales. Por eso, hay una mediatización sobre la mediatización: el entretenimiento sobre la violencia, el superhéroe sobre el tirano, los disfraces sobre el profesor de teoría monetaria, en síntesis, la vuelta a una especie de Titanes en el ring pero ahora protagonizado por personajes que, con el tiempo, pueden golpear y matar de verdad.

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Daniel Rosso

Sociólogo, docente y especialista en Comunicación. Exsubsecretario de Medios de la Nación.

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