Capitalismo de plataformas

La tesis de este libro de Nick Srnicek (Caja Negra, 2018) es que el capitalismo se volcó hacia los datos para recobrar vitalidad tras las prolongadas crisis de sobrecapacidad que acechan la producción fordista de bienes y su régimen de empleo desde la década de 1970.

Nick Srnicek

Srnicek es canadiense (1982), profesor de Economía Digital del Departamento de Humanidades Digitales de King’s College en Londres. Doctorado en Relaciones Internacionales, fue editor de Millennium: Journal of International Studies. Sus investigaciones están basadas en la interacción de la economía política y la tecnología y se encargan de analizar tanto las amenazas como las oportunidades que surgen de esa relación. Es coautor del Manifiesto Aceleracionista junto con Alex Williams, que tuvo una gran repercusión mundial y fue traducido a varias lenguas. Con Williams también publicó Inventar el futuro. Poscapitalismo y un mundo sin trabajo.

El propósito de este ensayo es situar el modelo de acumulación que encarnan Google y Facebook, Apple y Microsoft, Siemens y General Electric, Uber y AirBnb en el contexto de una historia más amplia y demostrar que datos y plataformas realizan una serie de funciones capitalistas clave, entre las que se destaca su capacidad para impulsar la deslocalización y la precarización de la fuerza de trabajo.

Ampliando el foco, Srnicek estudia el surgimiento del capitalismo de plataformas desde el punto de vista de la historia económica del capitalismo y la tecnología digital, tratando de demostrar que la situación actual es un resultado de tendencias económicas profundas. En este sentido, en el libro encontramos tres momentos históricos clave para entender el auge de las plataformas: la respuesta a la recesión de los años 1970; el boom y caída de las puntocoms en la década de 1990; y la respuesta global a la crisis de 2008.

Srnicek define a las plataformas como «infraestructuras digitales que permiten que dos o más grupos interactúen». Se trata de un nuevo modelo de negocios que ha devenido en un nuevo y poderoso tipo de compañía, el cual se enfoca en la extracción y uso de un tipo particular de materia prima: los datos. Las actividades de los usuarios son la fuente natural de esa materia prima que, al igual que el petróleo, es un recurso que se extrae, se refina y se usa de distintas maneras.

Un segundo elemento es que las plataformas dependen de los «efectos de red»: mientras más usuarios tenga, más valiosa se vuelve una plataforma. En un ejemplo: mientras más personas googlean, más preciso se vuelve el algoritmo de Google y más útil nos resulta. Ello significa, para el autor, que hay una tendencia natural a la monopolización. A fin de garantizar estos efectos de red, las plataformas utilizan «subvenciones cruzadas» para captar usuarios. Es decir, la prestación gratuita de algunos servicios se compensa con el cobro de otros. Por ejemplo, Google contrabalancea la gratuidad de su servicio de Gmail con el dinero que genera por publicidad.

Por último, el autor señala que, si bien suelen postularse como escenarios neutrales, como «cáscaras vacías» en donde se da la interacción, las plataformas en realidad controlan las reglas de juego. Uber, por ejemplo, prevé dónde va a estar la demanda y sube los precios para una determinada zona. Esta mano invisible del algoritmo contradice el discurso que suelen tener estas empresas, en el que se definen de manera eufemística como parte de la «economía colaborativa».

Luego, Srnicek propone herramientas analíticas para pensar las diferencias entre las plataformas. Así, postula cinco tipos de infraestructuras digitales: a) plataformas publicitarias (Google, Facebook), que extraen información de los usuarios, la procesan y luego usan esos datos para vender espacios de publicidad; b) plataformas de la nube (Amazon Web Services, Salesforce), que alquilan hardware y software a otras empresas; c) plataformas industriales (General Electric, Siemens), que producen el hardware y software necesarios para transformar la manufactura clásica en procesos conectados por Internet, lo que baja los costos de producción; d) plataformas de productos (Spotify, Rolls Royce), que transforman un bien tradicional en un servicio y cobran una suscripción o un alquiler; e) plataformas austeras (Airbnb, Uber, Glovo, Rappi), que proveen un servicio sin ser dueñas del capital fijo.

El autor dedica un apartado a este último tipo y las define como plataformas «austeras» porque prácticamente carecen de activos: Uber no tiene una flota de taxis, Airbnb no tiene departamentos y Rappi no tiene bicicletas. El único capital fijo relevante es su software. Por lo demás, operan mediante un «modelo hipertercerizado» y deslocalizado.

Hacia el final del libro, el autor pone el eje en la competencia intracapitalista, preguntándose cuáles son las consecuencias más generales que las empresas digitales están generando para el capitalismo. El autor señala que, por los efectos de red, hay una tendencia natural hacia la monopolización inscripta en el ADN de estas empresas.

Esto deriva en un cambio en la forma de competir. En efecto, ya no solo importa la relación costos-precios, sino que entra en juego la cantidad de datos que acopian las empresas y el tipo de análisis que hacen de ellos. Ello significa que hay algo así como una nueva carrera colonialista por descubrir terrenos vírgenes de donde extraer datos: quien más datos acumule, mejor posicionado estará.

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