Panelismo y Gran Hermano: nadie lo ve, todxs lo critican

El próximo 21 de noviembre es el Día Mundial de la Televisión, aniversario promovido por la ONU en 1996 que tiene por objetivo incentivar el uso responsable de este medio en cuestiones vinculadas a la información pública y a la paz. Con esta efeméride en el calendario y una televisión que monopoliza temas y hashtags alrededor de los realities es que surge la pregunta ¿Qué está sucediendo con la televisión local?

Hace un año, en esta misma sección, mencionaba que la televisión local se caracterizaba por programas de panelismo y por programas de juego y entretenimiento. A esto se le suman, hoy día, los realities shows. La décima edición de Gran Hermano vino a revivir el rating de una televisión que desde hace años ve migrar a su audiencia hacia otras plataformas y redes sociales digitales. Que la gala de eliminación del pasado miércoles 9 de noviembre haya llegado a un máximo de 24,4 puntos de rating implica adentrarnos en las complejidades de los estudios en recepción televisiva donde prima el consumo distractivo y vergonzante en el que muchos opinan, pero nadie lo ve.

Dos décadas después de la primera emisión de este reality, la televisión poco ha cambiado. El panelismo satelital se mantiene intacto y se organiza, ahora, alrededor de Gran Hermano. Según datos recientemente relevados del proyecto de investigación  El panelismo en la televisión contemporánea argentina, se emiten diecinueve programas de panelismo con 97 panelistas, ocupando el 18 % del total de tiempo de emisión semanal de programación de los canales privados de aire. Este porcentaje es relativamente alto si tenemos en cuenta que se mide la programación total, es decir, de veinticuatro horas, siendo que en general desde la medianoche hasta las seis/siete de la mañana no se transmite programación o en algunos casos se reitera algún producto.

Panelismo y reality resultan dos productos inseparables en la televisión local, sin uno no podría existir el otro. Durante horas se monopoliza la pantalla con un único tema en un aparente debate sin fin: lxs hermanitxs, la espontánea, las nominaciones, lxs ex participantes. Así la autoreferencialidad televisiva está en su mayor esplendor retroalimentando horas de pantalla y opacando la agenda de tantos otros temas posibles (el paro por tiempo indeterminado de residentes y concurrentes del sistema de salud, entre tantos otros).

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