Algo ha cambiado
Cuando nos comunicamos, cada participante supone la validez de sus argumentos. Cuando no se produce un acuerdo se entabla un debate discursivo, que pretende llegar a un entendimiento entre las diferentes opiniones. En las tribus digitales los argumentos son absolutos porque no hay una racionalidad comunicativa y no hay necesidad de justificar esos enunciados.
Durante la gestación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual se realizaron en todo el país foros de discusión, con una participación que atravesó a toda la sociedad, sin importar la procedencia de los participantes. En uno de los que participé, en la Legislatura de la provincia de Mendoza, se debatió acerca de la importancia de la pluralidad de voces. Era clave ese debate en un lugar donde habita uno de los monopolios mediático más importante del país y férreo opositor a una ley que, pretendía cambiar el esquema de medios y fomentaba la pluralidad de voces.
Uno de los oradores era Edgardo Form, respetado y necesario, que participaba en representación del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos. En su alocución, realizó la descripción de una situación que tuvo la aceptación de casi todos los presentes, dijo: «Supongamos que un hombre se levanta a la mañana y enciende la radio, con la que se informa mientras desayuna, el informe del tiempo dice que lloverá, para no salir innecesariamente con el paraguas, verifica el pronóstico del diario que le han dejado debajo de la puerta y allí, también el pronóstico es que lloverá, finalmente y para completar la ronda de consultas mira el noticiero en el canal TV habitual y corrobora el dato. Los tres medios son propiedad del mismo monopolio. Sale a la calle y lo empiezan a mear desde arriba, abre el paraguas y dice llueve».
Claro que, en ese momento, la presencia de las redes digitales estaba en un horizonte lejano, desconocido, con su llegada y adopción por parte de la sociedad, la forma de informarse cambió de una manera asombrosa. En Infocracia, dentro del capítulo dedicado a la comunicación digital, el filósofo Byung-Chul Han, escribe: «La comunicación digital provoca una reestructuración del flujo de información, lo cual tiene un efecto destructivo en el proceso democrático. La información se difunde sin pasar por el espacio público. Se produce en espacios privados y a espacios privados se envía, la red no forma una esfera pública. Los medios sociales amplían esta comunicación sin comunidad. Ningún público político puede formarse a partir de influencers. Las comunidades digitales son una forma de comunidad reducida a mercancía. En realidad, son commodities; no son capaces de acción política alguna».Escrita en 2021, esta obra describe la situación en la sociedad global en general y la de Argentina de manera particular.
La comunicación transformada en una gran Babel, en donde es casi imposible llegar al otro, se transforma en un paredón devolviendo las palabras en un eco infinito, aleja ese puente que une a las personas. Han plantea que «la comunicación digital supone una considerable merma de las relaciones humanas. Hoy estamos todos en las redes sin estar conectados unos con otros. La comunicación digital es extensiva. Le falta la intensidad. Estar en la red no es sinónimo de estar conectados. Hoy, el tu es reemplazo por un ello. La comunicación digital elimina el encuentro personal, el rostro, la mirada, la presencia física. De este modo, acelera la desaparición del otro».
Por supuesto que el resultado electoral no solo es producto de las redes, de la sapiencia de los «libertarios» en acampar en cuanta red existe o por los vendedores de noticias con auspicios más conocidos como periodistas, pero los errores del gobierno saliente, en un país en el que la precariedad laboral, inflación descontrolada y los déficit de prestaciones públicas provocaron una crisis política sin precedentes, se vieron amplificados y multiplicados por el griterío mediático y las réplicas digitales.
La construcción de la noticia es mágica, es productora de cambios, de modificación en la toma de decisiones, los que construyen esa regidora de la realidad tienen a disposición múltiples deleatur, ese símbolo con el que se indica que un texto debe eliminarse o ser modificado.
En su novela Historia del cerco de Lisboa, José Saramago hace uso de su feroz ingenio para describir el cambio en la vida de Raimundo Silva, empleado como corrector de una editorial, que tiene la misión de resguardar la integridad de los textos que llegan a sus manos; trabajando en un texto histórico toma la decisión de introducir un no donde debería aparecer un si, este acto modifica la historia, su vida a la vez que marca como una acción de este tipo impide al hombre comunicarse con sus semejantes.
Luciano Débanse publicó el 12 de agosto de 2019, en el blog Lobo Suelto, una nota sobre el gobierno de Mauricio Macri, que cabe perfectamente en la actualidad, el autor escribió: «Y se lamentarán como si las desgracias fueran un castigo del cielo por nuestras acciones. La crisis se ha cobrado nuevos muertos. Hablarán de las condenas que nos caben por ser bárbaros, de la cultura de la violencia, de culpas sin culpables. Y se cuidaran de no pronunciar los nombres de sus socios en el saqueo. No se irán mientras atardece, despidiéndose fraternalmente. Se irán en medio de la noche, con los colmillos chorreando sangre y de fondo el incendio donde arde nuestro dolor. Ojalá sepan los nuestros frenar la barbarie de los civilizados antes de que creamos que nos lo merecemos, qué es nuestra la culpa, que tenemos como destino la pena y el terror».