Vivir en libertad

Silvia Bleichmar, Elina Malamud y Miguel Palacio Weirt son escritores que produjeron —desde el psicoanálisis o la literatura— tres textos separados por varios años entre sí que sirven de enlace para ampliar la mirada sobre el presente de la sociedad argentina.

Cuando la crisis del 2001 nos había explotado en la cara, la psicoanalista Silvia Bleichmar escribía La encrucijada de Caperucita, texto en el que analizaba la «actitud» poco ingenua de Caperucita al quedarse preguntando por la falsa identidad de la Abuelita, sabiendo de antemano que eso que estaba en la cama de su verdadera abuela la ponía en peligro.

Dice Bleicher: «Caperucita no es ingenua por haberle creído al lobo, sino por haber convertido la evidencia de las enormes orejas, la gran nariz, las manos peludas, en objeto de una interrogación al servicio de la desmentida, buscando respuestas que recibía una racionalidad que anulara su profunda sospecha de que no estaba, en realidad, ante su abuelita. Por eso, en lugar de huir, siguió preguntando, no a la búsqueda de la verdad que de algún modo conocía, sino en el intento de que la respuesta oficiara al servicio de su deseo de anulación de la percepción».

Más adelante, en el desarrollo de la nota dice: «La ingenuidad no es una virtud y si se la presenta como tal es porque en ella se sostiene el usufructo de quienes se aprovechan del que la padece en beneficio propio, ya que se caracteriza por un ejercicio de la creencia sin empleo del juicio crítico para separar lo verdadero de lo falso, lo posible de lo imposible, y, muy en particular, ese es su mayor problema, para desestimar el reconocimiento de aspectos visibles de la realidad que descalificarían el deseo de que esta fuera diferente.» En la nota, casi al final, cita a Amos Oz: «La desilusión es el sobreprecio acumulado del autoengaño».

Claro que en la reproducción que aquí se hace y en el artículo original vamos a encontrar una imagen real del personaje, porque precisamente Caperucita es una figura de ficción y difícilmente podamos encontrar un parangón en el conurbano bonaerense, pero sirve de anclaje para observar el fenómeno de la ocultación de lo sabido, frente a lo deseado, a lo que aun sabiendo un imposible lo aceptamos como un tal vez.[1]La nota de Bleichmar fue publicada originalmente en la revista Caras y Caretas de julio de 2005. Su texto completo puede leerse aquí.

Shabtai Tzvi

La otra nota a la que se hace referencia, más acá en el tiempo y publicada en la contratapa de Página/12 el 7 de diciembre del 2023, Elina Malamud, su autora, escribe El mesías converso. Allí la escritora, desde su judaísmo, describe la espera de la llegada del mesías y como en cada una de las festividades: Peisaj, Rosheshune, Iom Kipur, los judíos, recuerdan de manera ancestral los distintos momentos por los que el pueblo elegido pasó,

También aclara que tienen un ojo puesto en los falsos profetas, «porque no faltaron impostores que dijeran ser los enviados ungidos y por suerte nuestros sabios supieron descubrir el engaño. Claro que hay sabios y sabios».

 Malamud describe la aparición, allá por el siglo XVII de un tal Sabbatai Zevi o Shabtai Tzvi, dejando al lector la elección de como llamarla y que: «era natural de Esmirna, hijo de una familia de comerciantes, dicen que ligada a empresas holandesas, se declaró mesías. Era un joven que hoy consideraríamos un ciclotímico, o tal vez bipolar, pues nada entre la cavilación depresiva y una hiperactividad descontrolada que lo hacía blasfemar, arremeter contra las normas religiosas y las tradiciones culturales en inventar una mística agresiva no muy alejada del disparate».

Cualquier parecido con la realidad y la amenaza de que «aún hay más», no es mera coincidencia, sino que demuestra cómo desde la metáfora se puede hacer una crítica que nos ayuda a entender situaciones incomprensibles.

Por su parte, Miguel Palacio Weirt realiza un paralelismo entre la naturaleza animal y la conducta humana, que permite a una persona hacer que sea elegida como una opción. Describe al cangrejo violinista, un crustáceo que posee una de sus pinzas desarrolladas de manera descomunal y que, en el 50 % de los casos se ubica, ya sea derecha o izquierda. Este apéndice es usado para impresionar a posibles contendientes sobre las posibilidades de recibir una interesante golpiza si se meten con el portador de esa pinza o seducir a las hembras en el momento del apareamiento. Un dato interesante es que esta pinza, suele perderse en las batallas y el cangrejo violinista vuelve a regenerarla, en igual tamaño, pero ya carente de la fuerza original y en ese caso es usada como señuelo para confundir al resto de sus congéneres. 

Weirt especula: «Los seres humanos también tenemos problemas para ver lo que ocultan los señuelos. Esta premisa nace de las teorías de la señalización que, dentro de la biología evolutiva, examinan cómo los animales (incluidos nosotros) se comunican a través de diversos tipos de señales, atajos y señuelos. Estas teorías, en nuestro caso, podrían tener parte de la respuesta a por qué los seres humanos tenemos una persistente adicción a los dictadores».

Podríamos agregar a esto que, en virtud de esa dificultad para interpretar las señales, en muchos casos de alerta y peligro y que, gracias al uso inteligente de las redes sociales, también podemos elegir presidentes.

Notas
Notas
1 La nota de Bleichmar fue publicada originalmente en la revista Caras y Caretas de julio de 2005. Su texto completo puede leerse aquí.
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Sergio Peralta

Integrante de Esfera Comunicacional. Periodista y docente, fundador del Canal 3 de Televisión Comunitaria de San Martín, Mendoza; exdirector del LV8 Radio Libertador; militante de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual en la Coalición por una Comunicación Democrática. Publica en distintos medios de comunicación del país y del exterior.

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