Su moral y la nuestra
Las políticas de ajuste del Gobierno nacional son perjudiciales para el pueblo argentino. La oposición debe unirse para frenar este plan que causa dolor, hambre y sufrimiento.
Algunas frases definen, válidamente, lo que Milei quiere y lo que hace. «Se terminó el Estado presente», es algo así como introducirnos en la ley de la selva, donde siempre el más fuerte se come al más débil y, al no haber un Estado que equilibre y dirima esas diferencias, la mortandad de los débiles será mucha.
«No hay más obra pública», se eliminó el 87 % que se dedicaba a construir puentes, rutas, escuelas, hospitales, obras de riego en todo el país. Aparte de dejar trescientos mil trabajadores de la construcción sin trabajo (cada uno es una familia, que come, va a la escuela, precisa remedios, paga alquiler), condena al abandono a cientos de pueblos que no podrán afrontar las mejoras que sus lugares requieren. Y eso finaliza con deterioros que afectan la vida cotidiana.
«No se transfiere más plata a las provincias». Las provincias no son un color en el mapa, son miles de habitantes, argentinos, gente de carne y hueso. Esta interrupción de envíos que corresponden a los Estados provinciales no «lastiman» a sus gobernadores y autoridades, sino que pegan en la línea de flotación de las necesidades de quienes viven allí.
Y, aparte de frases, el enorgullecimiento de lograr un superávit fiscal basado en la licuación de salarios y jubilaciones, desfinanciamiento de la educación, no pagar deudas con las provincias, atrasar sueldos docentes y de personal de hospitales públicos, habla de cierto cinismo incorporado a sus prácticas de gobierno. En palabras y en gestos.
Pero lo más grave fue una frase que pasó desapercibida en las noticias después del discurso presidencial, que es cuando dice que lo que están haciendo es «moralmente deseable».
Y eso pone en valor dos posiciones, la de quienes otorgan valor de «moralidad positiva» a este pavoroso e inhumano modelo de ajuste y la de quienes lo rechazan.
Entonces, al quedar claro lo que quieren y lo que hacen, al otorgarle calidad moral a su gestión y al comprobarse ya en la realidad diaria las consecuencias de ese «valor moral» en el sufrimiento de millones de argentinos, también debemos blindar una moral contraria, sin temores ni remilgos, que intente frenar esta política de plagas sociales continuadas
Su moral y la nuestra, diría un filósofo.
Y en esto, en la posibilidad de parar esta atropellada contra el pueblo, juegan un rol importante aquellos que desde posiciones institucionales (legisladores, autoridades de partidos) se plantean, tal vez con honestidad o tal vez con oportunismo, caminos repletos de lugares comunes y frases hechas como «hay que darle al gobierno los instrumentos que precisa» y, en ese rumbo, terminen votando y apoyando una legislación que solo va a empeorar el pésimo momento por el que atraviesa más del 70 % de la población del país.
El proyecto bases y el falaz pacto de mayo no traerán mejora alguna para el país y su gente, pero si envalentonarán más las fantasías de quienes se sienten moralmente superiores y se autoasignan entre ellos calidades de «héroes» y «patriotas».
Es lógico que el oficialismo siga con esto y pretenda más.
Pero los que se sientan opositores, deben cumplir su tarea de oponerse. Y eso pasa por detener el avance de este plan que hasta ahora sumó dolor, incertidumbre, hambre, enfermedades y angustias.
Y hay que frenarlos, con la legalidad e institucionalidad que requiere un país que pretende regirse democráticamente.
Si nadie los frena, esa moral y esos valores quedarán como ciertos.
Y dejo para el final mi curiosidad por saber qué significa un escenario con cuatro tipos parados que flanquean al presidente y que parecen agarrarse las bolas.
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