Euforia editorial por la foto que tapa la película

La prensa opositora usa a fondo, como es de esperar, la publicación de la fotografía del festejo en Olivos en julio de 2020, anticipa cálculos sobre el impacto en las próximas elecciones legislativas y, todavía más, dicta sentencia hacia 2023, pues llega a afirmar que la reelección del Presidente quedó frustrada. El hecho le sirve para la estrategia de desacreditar al Gobierno en toda la línea, empezando por la vacunación.

Los relatos editoriales venían bastante desmañados: la oposición no tiene una palabra para hablar de la economía y las maniobras sobre vacunas venenosas, falta de dosis y operaciones deficientes mostraban poca efectividad. Varias notas se encaminaban a instalar la idea de una votación con ausentismo elevado, por desánimo, rechazo o apatía ante la «clase política».

Pero el sonoro episodio en la quinta de Olivos repuso energías, más aún con la expectativa de más imágenes, fotografías o videos, que parece serán mostradas a medida que se acerque la cita electoral: lo saborean varios articulistas de Clarín, La Nación e Infobae que coinciden en enmascarar la expectativa como temor oficialista.

La unanimidad de la ofensiva es, como en ocasiones anteriores, muy compacta, y abarca todos los tonos del amplio dispositivo del relato opositor, que va de columnistas «pensantes» y atildados a los brutales que escupen odio en cámara, pasando por animadores/as, artistas y famosos de ocasión.

Juana Viale y Van der Kooy, Wiñazki el filósofo y El Dipy, Feimann y Tenembaum, Canosa y Morandini, Kirschbaum y el surfer huidizo de 2020, Morales Solá y Lanata y una larga lista de militantes de la más diversa calaña se anota en esta cruzada, que incluye reclamos al gobernador Kicillof para que sancione al Presidente como a Maru Botana, ya que Olivos queda en la Provincia de Buenos Aires.

Que la foto impacte en el resultado electoral, anhela Jacquelin en La Nación; que los «moderados» se vuelquen a la oposición, reclama Moreno en el mismo diario; que el Frente de Todos no logre retener los votos propios, clama Van der Kooy en Clarín; que nadie vote a un mentiroso, grita Tenembaum en Infobae.

En especial Clarín se enfoca en 2023. Así como estuvo entre los primeros en hablar del proyecto de reelección de Alberto Fernández, tachándolo como «insólito», el jefe de redacción Kirschbaum le dice ahora que «se olvide»: ya venía haciendo todo mal, en todas las líneas de acción. Temeroso, como toda la derecha, al aprecio ciudadano a la política sanitaria, dictamina el domingo 15 de agosto: «El plan de recuperar terreno con las vacunas ha quedado manchado».

No es que haya sido original: el sábado ya lo había escrito un subordinado suyo, Abascal.

En la misma línea, Tenembaum dice que el Presidente perdió su herramienta principal hacia 2023 y, entusiasmado «centrista», pide que Kicillof lo multe y, de paso, también a la Vicepresidenta, por otras actividades.

Este redactor, junto con Letjman y Struminger, también de Infobae, y los Wiñazki y Fioriti de Clarín, coinciden en la expectativa por la aparición de más imágenes a medida que se acerca la votación.

También recuperó fuerzas el anhelo de ruptura en el Frente de Todos, que según estos relatos ya se había roto antes, pero ahora parece que sí: hay «cisma», dice Clarín, y está la «ira» de Cristina Kirchner, y hay “intrigas y facturas”, todo atribuido a fuentes anónimas, como es costumbre.

Para cumplir la orden de presentar a la coalición gobernante sumergida en el caos final ningún redactor osa recordar algún principio del oficio periodístico, pero hay quienes quieren el primer premio, como la redactora Maia Jastreblansky de La Nación, quien el domingo publica una nota llena de declaraciones textuales de: «otro funcionario», «otros asesores», «un importante miembro del gabinete», «un estrecho colaborador», «otros componentes del oficialismo», «un importante consultor».

En fin, estas groserías parecen indicar que el despliegue quiere ocultar que aún es prematuro medir las consecuencias de los hechos en Olivos y que no está claro que el dispositivo opositor pueda embolsar las ganancias. Eso explica la «encuesta» a todo vapor que Clarín supuestamente encargó y que supuestamente realizó Management and Fit a 1.200 personas entre viernes y sábado, con datos procesados a velocidad de récord mundial para que estuvieran listos para la edición del domingo.

Y los resultados abonan, obviamente, la tesis del derrumbe presidencial y la ilusión por el cambio de orientación de casi un cuarto del electorado.

La publicación de la imagen en Olivos aplastó desde el jueves los habituales despliegues mediáticos en clave opositora. Pero antes de eso, Clarín ya había publicado tres notas contra las vacunas y la vacunación: que se aplica la segunda dosis, sí, pero se aplica menos la primera. Que salieron las dosis de Sputnik dos del laboratorio argentino Richmond, sí, pero «no se aplica ninguna».

La palabra presidencial, que viene siendo atacada desde hace meses, había recibido una buena metralla también antes del jueves, por decir que la conexión a Internet debe ser asumida como servicio público. Van der Kooy, Pagni y Morales Solá fueron los primeros en quejarse a nombre de las empresas que, tipearon sin sonrojarse, «compiten libremente». También Pagni, y Bonelli en Clarín, se anotaron en la recordación al Gobierno sobre que Estados Unidos quiere acaparar el negocio de la tecnología 5G en América latina y le cerrará el paso a China.

En la línea de los matices más extremistas del despliegue, en La Nación se mantuvieron relatos y versiones que tiran la actualidad política cuatro décadas y media hacia atrás: el redactor Mariano de Vedia publicó que hay «señales negativas en el ámbito militar» por la designación de Jorge Taiana en Defensa. Señales, repitió, «claramente negativas», y «debates» entre uniformados por el pasado político del ministro.

Fue tal la brutalidad de este discurso, reedición del modus operandi de condicionamiento y derrumbe de gobiernos democráticos, que hasta en el mismo diario hubo disidencia, nada menos que a cargo de Morales Solá: Taiana es un buen cuadro político, se conoce su espíritu dialoguista, aunque tenga el defecto, tipeó, de identificarse con el Grupo de Puebla. Todavía más, dijo que su pasado militante será «cosa de historiadores», espíritu bonachón que tal vez el columnista quiera aplicar a sí mismo, si se recuerdan sus servicios de propaganda al Operativo Independencia, en Tucumán, y al Terrorismo de Estado.

En cambio, incapaz de toda sutileza, Bonelli fue a fondo el viernes en clave de guerra no tan fría: Sullivan, el enviado de Estados Unidos que estuvo en Buenos Aires hace diez días, recordó al Presidente el rechazo de Washington a Cristina Kirchner. Esto mientras «a Máximo se le conoce poco la voz y ninguna idea» y Axel Kicillof, «añora la vieja Rusia». La redacción es suficientemente confusa como para que sea imposible saber si eso lo dijo el enviado, si lo dictaron Kirschbaum o Magnetto, o si McCarthy le habló desde la tumba.

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