Pablo Villarreal: «Estamos viendo el lado oscuro de las redes sociales, donde circulan discursos de odio y la extrema derecha se organiza»

Pablo Villarreal, investigador del Laboratorio de Estudios sobre Democracia y Autoritarismos (LEDA) explora en esta entrevista cómo la precarización laboral y la monetización de las redes sociales contribuyen a la proliferación de discursos de odio en la sociedad, especialmente entre los jóvenes precarizados.

Imagen del documental «El dilema de las redes sociales»

Los orígenes del Laboratorio de Estudios sobre Democracia y Autoritarismos (LEDA) se remontan al año 2011, hace más de una década atrás, cuando el pueblo argentino venía de los festejos populares del bicentenario y se preparaba para elegir nuevamente al kirchnerismo como espacio político responsable de comandar los destinos del país. La presidenta Cristina Fernández de Kirchner atravesaba por ese momento la difícil situación de haber perdido a su compañero de vida Nestor Kirchner líder del movimiento que había ganado las elecciones presidenciales del año 2003. En ese contexto nacional, que algunos catalogaron como la «década ganada», el grupo de investigadores vinculados a la Universidad de Buenos Aires y al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) comenzaron a indagarse sobre los problemas de la democracia. Por aquellos años en Argentina se izaban las banderas de Memoria, Verdad y Justicia, pero también se empezaban a evidenciar indicios como contracara a las políticas de derechos humanos.


En 2014, realizamos una encuesta a nivel local en la Ciudad de Buenos Aires. El resultado indicaba que había un núcleo bastante compacto presente en la política, al menos a nivel local, que tenía discursos autoritarios, discursos xenófobos y antiestatistas. Estos discursos estaban presentes, pero aún no tenían una expresión política que los representara.»


«En ese momento comenzamos a trabajar la hipótesis de que el desarrollo o desenvolvimiento del capitalismo financiero neoliberal en su última expresión mostraba una serie de contradicciones que afectaban a la convivencia democrática», dice Pablo Villarreal, licenciado en Sociología y Ciencia Política de la Universidad de Buenos Aires, magíster en Sociología Económica por el Idaes-Unsam y becario doctoral del Conicet. Cuando rememora aquellos primeros pasos del observatorio, menciona que aún «no estaban tan marcadas las expresiones de la extrema derecha». Lo que sí estaban presentes eran las clásicas expresiones antiperonistas que se podían observar en las tapas de la revista Noticias que ponían en la portada del semanario la imagen de la presidenta gozando de poder o llena de moretones. En el ejercicio de recapitular aquellos años, se puede ubicar el origen de los discursos de odio en las editoriales de los principales medios del país, como La Nación y Clarín

—¿Qué mencionan esas investigaciones sobre los discursos autoritarios? 

—En 2014, realizamos una encuesta a nivel local en la Ciudad de Buenos Aires. El resultado indicaba que había un núcleo bastante compacto presente en la política, al menos a nivel local, que tenía discursos autoritarios, discursos xenófobos y antiestatistas. Estos discursos estaban presentes, pero aún no tenían una expresión política que los representara. Sin embargo, posteriormente encontraron esta representación, primero en Juntos por el Cambio, con sus posiciones críticas hacia la política peronista y hacia los lemas de las agrupaciones que luchan por los derechos humanos. A partir de ese momento, comenzamos a reflexionar sobre cuál es el papel que desempeñan las redes sociales. Nos planteamos si actúan como un espejo de los discursos ideológicos presentes en la sociedad, o si hay algo en su estructura que tiende a favorecer esos discursos y amplificarlos.


En el siglo XX la esfera pública era espacio donde los grandes medios moldeaban el debate. Hoy las redes sociales modificaron esa lógica totalmente.»


—¿Cómo ha evolucionado la dinámica del debate democrático con la aparición de las redes sociales?

—Pensar en los cambios que suceden en la esfera pública del debate democrático y cómo estos cambios están afectando a la convivencia, aceptando la idea de que toda sociedad necesita tener un espacio donde los proyectos y las ideas tengan un lugar de debate. Durante el siglo XX, esos lugares eran los grandes medios de comunicación, como la radio y la televisión, que de alguna manera tenían el objetivo de llegar a la mayor audiencia posible moldeando el debate. Las redes sociales modificaron esa lógica totalmente. En algunos textos decimos que la esfera pública digital tiene otra lógica completamente diferente, que llegó como ese espacio de libertad plena donde uno iba a poder decir todo lo que quería. Se presentaba como un espacio de democratización de la palabra esa es una posición un poco ingenua e inocente, basada en una plena confianza en las redes sociales. Con el paso del tiempo, estamos viendo el lado oscuro de las redes, donde circulan con mucha frecuencia discursos de odio y donde muchos sectores de la extrema derecha se organizan a través de las redes sociales. 

—¿Cómo describís la evolución del discurso en las redes sociales y su impacto en la forma en que las personas se comunican en línea?

—Hay una cuestión que tiene que ver con cómo es estructuralmente el discurso que se usa en las redes sociales y cómo se empiezan a aceptar ciertas reglas de comunicación. Hay varios ejemplos de cómo el discurso se va imponiendo y termina siendo dominante. Incluso los mismos usuarios terminan comunicándose de esa manera. El discurso de odio parece un libreto donde ya está escrito el desprecio, la deshumanización y el maltrato del otro. No es la primera vez que uno ve en las redes sociales frases armadas que aparecen en diferentes situaciones. Esto tiene que ver con la necesidad que impone la red social de que uno responda de manera inmediata, cuanto más rápida, ingeniosa, lasciva y desestructurante es la respuesta, más premiada se hace por la red social. Hay una memeficación del debate; uno nunca sabe cuándo se está hablando en serio o cuándo se está haciendo una broma. La memeficación es una forma que toma el discurso y que adoptan los diferentes usuarios. Es como si el discurso solo fuera posible en términos de meme y sarcasmo. Sumado a una serie de actitudes que tampoco ayudan a una reflexión democrática. La memeficación tiene un costado en el que todo parece transformarse en una humorada, y el humor tiene un efecto en el que se pueden decir muchas cosas que pueden pasar libremente.


Tenemos un altísimo sector de la población trabajando en negro y en condiciones precarias, lo cual coincide con las personas que viven en el conurbano bonaerense. Hay algo de esa vida precarizada que responde a los discursos de odio.» 


—¿Se puede describir el vínculo entre la precarización laboral y la propagación de discursos de odio en las redes sociales? 

—No podría decir cuándo comenzó a suceder, pero puedo decir que actualmente afecta mucho a cómo está incorporada en el discurso cotidiano. Es una marca del capitalismo financiero que tiene que ver con el nivel de precarización laboral que experimenta la gente. Tenemos un altísimo sector de la población trabajando en negro y en condiciones precarias, lo cual coincide con las personas que viven en el conurbano bonaerense. Hay algo de esa vida precarizada que responde a los discursos de odio. 

En la encuesta que hicimos el año pasado en el AMBA, preguntamos por el nivel de precarización laboral a través de un índice construido a partir de doscientas preguntas. La primera pregunta tenía que ver con los trabajos remunerados que tenía la gente a mayor cantidad de trabajos remunerados, la inestabilidad crecía. La segunda pregunta era si les hacían descuentos jubilatorios, y la tercera pregunta era sobre los tipos de contratos: si era algo estable en el tiempo, si era por temporada, o si era por meses. A partir de estas tres preguntas, se armó un índice de precarización laboral en el AMBA. En la muestra que nosotros teníamos, que eran unos dos mil casos, teníamos un 23.3 % de trabajadores estables, un 18.3 % de inestables y un 21.3 % de precarizados, además del 37 % de desocupados e inactivos. Esto nos daba como resultado que los discursos de odio entre los precarizados y los inestables tenían una mayor tendencia a reproducirse. Esto indica un síntoma y manifiesta una disconformidad con el mundo precarizado en el que viven.

—¿Cómo ves la relación entre la precarización laboral y la adhesión de los jóvenes a discursos políticos autoritarios? 

—El nivel de precarización laboral de esta forma de capitalismo alienta conductas de discurso de odio y posicionamientos democráticos autoritarios. Es evidente y hasta entendible que muchos jóvenes, que son los que sufren esa precarización, puedan adherir a un discurso como el de Milei, que tiene dos características. Una es la destrucción de lo desconocido, destruir el sistema tal como lo conocemos, y la otra es aceptar la competencia de todos contra todos sin la intervención del Estado; al que mejor le sale, gana. Tiene sentido para esos jóvenes precarizados porque quizás, en la destrucción de todo lo que existe y de cómo están dadas las condiciones, apostar a eso puede dejar las cosas en una situación mejor de la que están.


La monetización de una red social depende de cuánto tiempo uno esté desplazándose por la plataforma. Y como pudieron medir que los afectos negativos son los que generan un mayor «engagement», las ganancias de estas empresas dependen de la propagación de estos afectos, incluyendo los discursos de odio. Esta forma de monetización incentiva discursos antidemocráticos que corroen la convivencia.»


Es un grupo que ya vive en un mundo precarizado en el que cotidianamente están sin cobertura del Estado en varios aspectos de su vida, en situaciones en las que se sienten vulnerados y no protegidos. Sienten que hay otros que tienen un privilegio que ellos no. La adhesión de los jóvenes precarizados a Milei tiene que ver con  el mundo en el que ya viven. Habría que preguntarse de alguna manera si eso que propone Milei como un futuro posible es en realidad su presente. 

—¿Podemos mencionar en este caso la gran influencia que ejercen empresas de redes sociales en la propagación de los discursos de odio? 

—Los servicios de redes sociales son ofrecidos por empresas transnacionales con mucho poder y que tienen intereses económicos. Esto no es algo que aparezca de inmediato para cualquier usuario. Uno entra como si una red social fuera un mundo libre. Sin embargo, en 2021, se dieron a conocer los Facebook Files, y uno de los aspectos más importantes para nosotros era el que sostenía que la monetización de una red social depende de cuánto tiempo uno esté desplazándose por la plataforma. Lograron medir qué tipo de afecto conseguía que la gente pasara más tiempo en la red social, ya sea el amor, el entusiasmo o la bronca. La conclusión fue que los afectos negativos son los que generan un mayor engagement. Ahí radica un problema importante, ya que la monetización y la ganancia de estas empresas dependen de la propagación de afectos negativos, incluyendo los discursos de odio. Esta forma de ganancia incentiva discursos antidemocráticos que corroen la convivencia. Por eso, es tan difícil pensar en cambiar la lógica de cómo funcionan las redes sociales. Hoy nos encontramos, como la gente suele decir, en el Far West digital, donde no hay regulación para este tipo de cuestiones, como si estuviéramos en el Viejo Oeste y todo estuviera liberado para que cada uno haga lo que quiera en la red social.

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Mariano Quiroga

Este artículo se publica gracias a un acuerdo de colaboración entre Esfera Comunicacional con Multiviral.(https://multiviralok.net), que produce contenidos sobre tecnología, geopolítica y poder.

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