Oppenheimer y El código Enigma: la humillación de los héroes de guerra

Existen incontables películas sobre la Segunda Guerra Mundial. La mayoría son bélicas, y una gran parte son sobre el Holocausto. Sin embargo, no son tantos los largometrajes sobre los científicos que trabajaron para los aliados y colaboraron en llevar a su fin la guerra. Dentro de este particular género destacan dos muy similares en su argumento: El código Enigma, de 2014 dirigida por Morten Tyldum y la nueva película de Christopher Nolan, Oppenheimer. Ambas cuentan la historia de un científico que es reclutado por su gobierno para derrotar a los nazis y luego es humillado por este.

La historia de Alan Turing, protagonista de El código Enigma, interpretado por Benedict Cumberbatch en una de sus mejores actuaciones, es terrible: un matemático británico homosexual que, luego de descifrar el código que usaban los nazis para comunicarse y colaborar enormemente con la victoria de los aliados, fue condenado por su orientación sexual (en el Reino Unido la homosexualidad era un delito) y sometido a castración química, por la cual murió en 1954.

La película de Tyldum se concentra sobre todo en la creación de la máquina que descifró el código de los nazis y en la relación tensa de Turing con sus colegas y sus superiores. En este grupo de científicos y lingüistas hay un espía ruso infiltrado y la trama tiene varios plot twists muy bien logrados. Sumado a esto vemos varios flashbacks de la infancia dramática y sufriente del protagonista y escenas de la investigación que llevó a su declaración como homosexual en 1952 y su tratamiento hormonal.

En menos de dos horas nos sumergimos en una historia maravillosamente contada, con actuaciones impecables y un personaje que nos atrapa y cuyo desarrollo sigue una línea lógica y clara. El código Enigma es una película ácida, con humor negro, drama y amor, y es —en mi opinión— una de las mejores películas sobre la guerra. A pesar de que termina con una muy fuerte crítica al gobierno británico por su trato hacia los homosexuales, los personajes del MI5 (el servicio de inteligencia) son fieles representaciones de lo eficiente que eran estos funcionarios en la realidad y de lo mucho que colaboraron al fin de la guerra de la mejor manera posible.

El martirio de San Oppenheimer

POR EILEEN JONES | Con el solo fin de ofrecer un espectáculo taquillero y atractivo para el público, Oppenheimer, de Christopher Nolan, ignora los aspectos más oscuros de la vida y obra de J. Robert Oppenheimer.

Oppenheimer muestra muchas similitudes con la película de Tyldum. En primer lugar, el protagonista: Robert Oppenheimer fue un físico que comenzó su historia con altibajos, tuvo su momento de estrellato al crear la bomba atómica, y terminó humillado por su propio gobierno. La única diferencia hasta ahora es que la colaboración de Turing y su grupo tardó décadas en ser reconocida oficialmente por el gobierno, mientras que Oppenheimer recibió el nombre de «el padre de la bomba atómica» a las semanas del fin de la guerra. Fuera de esta diferencia, el desarrollo de los personajes en ambas películas es similar.

El largometraje de Nolan dura alrededor de tres horas y la trama abarca una línea de tiempo mucho más larga y detallada que El código Enigma. Nolan eligió mostrar muchos aspectos de la vida personal de Oppenheimer, interpretado por Cillian Murphy, como sus amantes, su relación con la academia y con otros científicos y su posición política cercana al comunismo, algo muy importante para el desarrollo de la historia. Como es típico de este director, no vemos la trama de forma lineal, sino que da saltos temporales y no le da al espectador ayudas visuales para entenderlo más que poner las escenas que transcurren en el final cronológico de la historia en blanco y negro. Por más que esto es algo típico de Nolan y no es tan confuso como en otras de sus producciones, hay detalles del desarrollo del personaje de Murphy que se pierden. Un ejemplo de esto es que los colegas de Oppenheimer resaltan constantemente que este es un soberbio, ególatra, creído y mujeriego, pero en las escenas del protagonista esto no es tan evidente, incluso en muchos casos da una sensación contraria.

En Oppenheimer, el conflicto parte —al igual que en la otra película— de un espía ruso que le pasó a la Unión Soviética la información necesaria para hacer una bomba de hidrógeno. Por los lazos de Oppenheimer con el Partido Comunista, se convierte en uno de los principales sospechosos y se decide quitarle los derechos a información del gobierno, por lo que perdió prestigio, trabajos y respeto en la comunidad. Esta persecución a cualquiera con alguna relación con el comunismo fue algo muy importante en los años posteriores al fin de la Segunda Guerra Mundial con la doctrina del macartismo que permitía los despidos y demás perjuicios por la sospecha de ser espía de los rusos. A diferencia del MI5 inglés, el servicio de inteligencia y el gobierno estadounidense son mostrados mucho más desbordados y corruptos, siendo los personajes de Matt Damon y de Robert Downey Jr. representantes de esto.

Oppenheimer: lo que falta en el lado oscuro

POR ELENA DE SUS | En la película de Nolan hay omisiones que la hacen parecer vieja recién estrenada. La fundamental es que no hay mujeres, y no es justificable por la realidad histórica.

La bomba atómica fue, sin lugar a duda, una creación terrible. La película muestra esta posición bastante clara cuando en los años posteriores a 1945 vemos a Oppenheimer con ataques de pánico relacionados con la explosión y porque se opone a la producción de otras armas de destrucción masiva. Una de las mejores escenas de la película, con base en una conversación real, es cuando el protagonista se reúne con Harry Truman, el presidente de Estados Unidos que ordenó el bombardeo de Hiroshima y Nagasaki. El presidente, interpretado por Gary Oldman, le deja claro al científico que deje de ser un llorón porque no es él quien tiene las manos llenas de sangre, sino Truman. Esta escena es espléndida y la actuación de Oldman es impecable.

Oppenheimer es, en definitiva, una película que roza lo perfecto. Desde el apartado visual y auditivo es una maravilla, es una experiencia para el cine, y el reparto es de primer nivel. Cillian Murphy interpreta muy bien a Robert Oppenheimer (aunque no tan bien como Cumberbatch a Turing), pero es opacado cuando comparte escena con Emily Blunt, quien nos da una de sus mejores interpretaciones y cuando aparece en pantalla se roba la película.

Ana Novaro

Integrante el staff de la Revista 24 Cuadros (https://revista24cuadros.com/), donde se publicó originalmente esta nota.

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