La prensa opositora coquetea con el caos
La marcha impiadosa de la inflación dio combustible a la prensa opositora para jugar con la idea del «descontrol», con la incertidumbre especialmente después de las PASO y con un riesgo de «explosión» económica que el Gobierno, afirman, solo puede evitar con apoyo de Estados Unidos y, con él, del Fondo Monetario Internacional.
Los títulos de portada del domingo 16 son expresión elocuente de esta línea: «Buscan cambiar el acuerdo con el FMI para evitar llegar sin fondos a las PASO», en Clarín; «El FMI admite un replanteo del acuerdo para evitar el agravamiento de la crisis», en La Nación. Infobae, a primera hora, le dio un matiz propio: «EE. UU. reiteró su apoyo al Gobierno ante la situación económica y la incertidumbre electoral».
«Evitar que la economía explote» y «un descalabro» como el que sufrió el país tras las PASO de 2019 son objetivos que Clarín atribuyó al FMI, mientras Liotti, en La Nación, trabajó la figura de la «transición incierta», con «una tensión cada vez más difícil de gestionar». También inclinado al tono apocalíptico Fernández Blanco: «Temor al descontrol».
En Infobae, Wende pronostica que «la economía solo tenderá a empeorar en los meses hasta las elecciones», con el ministro Massa en su «último bastión: evitar una crisis cambiaria».
Es decir que la economía alimenta una expectativa ya expresada por estos medios. En la secuencia anterior, dijeron que la concentración en la que fue atacado el ministro bonaerense Berni resultaría solo la primera de una serie en plena campaña. La ilusión se centraba en actos de inestabilidad social centrada en el Conurbano, para impactar de lleno en el gobernador Kicillof.
El índice de 7,7 % sacó al Frente de Todos, como explicó Clarín, del «paréntesis» que había ganado por la crisis interna de Juntos por el Cambio. Crisis enfocada con abierta predilección por Macri y Bullrich, como lo demuestran títulos del lunes que presentan el resultado electoral de Neuquén como triunfo de un elegido por el expresidente, una falsedad absoluta.
Uno de los más desembozados fue Roa, en el Clarín del domingo, cuando se mofa de Larreta porque —dice— pasó de «antigrieta» a crear la grieta en el PRO. El diario había llamado «desafío a Macri» la decisión sobre las elecciones, pero además destrató al jefe de Gobierno con título y foto en tapa sobre una protesta por inseguridad en la hasta ahora paradisíaca Buenos Aires.
El miércoles 12 Van der Kooy tipeó una desaprobación muy expresiva: los índices de audiencia televisiva del lunes 10, jornada en que dominó el anuncio electoral de Larreta, fueron bajos, «exactamente a la inversa de lo que ocurrió la semana anterior», cuando hubo «picos perdurables de audiencia» por el acto que incluyó la agresión a Berni. Casi casi un guión, un libreto, como diciéndoles: «Es por acá».
El mismo día, a Morales Solá no le alcanzaron las palabras para su indignación. Larreta tal vez «quiso matar a su padre político», dramatizó, e insistió en anunciar el apoyo de Macri a Bullrich. Igual que en Clarín, dijo que la oposición dio un «lamentable espectáculo» y con falta de sentido de oportunidad, mientras el Gobierno padece por la inseguridad y la inflación.
Y como hizo varias veces el jefe de redacción de Clarín, Kirschbaum, cuando advirtió que la elección no está ganada, Morales Solá avisó: «A veces, entre la ambición y el suicidio hay solo un paso, corto y fulminante».
El poder que tan cómodamente se expresa en estos medios profundizó esfuerzos para proteger a los propios: cada día Santoro se las arregla para mantener en Clarín la atención sobre la investigación al «hackeo» de las conversaciones del exministro porteño D’Alessandro, uno de los viajeros a Lago Escondido, entre otras tropelías.
El jueves La Nación sumó operaciones: manipuló en tapa aclaraciones de una empresa de seguridad para deslizar la responsabilidad del diputado oficialista Tailhade en el «hackeo». Y, ya el domingo, Morales Solá profundizó el diseño, que busca que todas las acusaciones que recaen sobre la Corte y su banda de cómplices sean sepultadas por la consigna «espionaje K».
También defensa de los propios, del ADN, de los propios del 76, de la represión ilegal, el Terrorismo de Estado. El jueves, el editorial de La Nación llevó este título: «Carlos Pedro Blaquier, un gran empresario argentino».