La oposición mediática ya tacha candidatos para 2023

La multiplicación de pronósticos editoriales sobre una anhelada derrota del Frente de Todos en las legislativas, publicados incluso cuando hay encuestas propias que lo ponen en duda, parece insuficiente para satisfacer la voracidad por el poder político de estas empresas mediáticas, que ya instalan una lista de excluidos en 2023.

Alberto Fernández y Cristina Kirchner son los primeros, pero proyecciones urgentes y afiebradas, buscando aprovechar al máximo los hechos en la quinta de Olivos, se extienden a Axel Kicillof y Máximo Kirchner. ¿Quién queda en carrera?

La portada del domingo 22 del diario La Nación actúa como perfecta explicación de la estrategia editorial contra el oficialismo para las próximas PASO: la ayuda social es «insuficiente», la vacunación va muy mal y el FDT está en su crisis «más grave». Lo de Clarín es muy parecido: acompaña una súbita preocupación por los salarios con una encuesta que pone a Juntos por el Cambio como ganador por cuatro puntos.

El relato concertado entre estos diarios y otros socios del sistema mediático opositor se dirige a describir cada acto de campaña del oficialismo como una unidad forzada o impuesta. Tras la apurada sentencia sobre el ocaso político del Presidente, también hay unanimidad en volver a ubicar a Cristina Kirchner como la protagonista excluyente en la coalición, no solo en este período sino después de la cita con las urnas. Asimismo, si se inauguran viviendas es para «tapar el escándalo»; si avanza la vacunación es para «tapar el escándalo»; si se reúne el gabinete es para «tapar el escándalo»; si se menciona el desastre económico del macrismo es para «tapar el escándalo»; si un representante gubernamental habla del «escándalo», lo hace para «tapar el escándalo»; si se aprueban en el Senado pliegos de jueces, es para «tapar el escándalo»; si se autorizara público en estadios de fútbol, será para «tapar el escándalo».

Sin embargo, detrás de esta metralla subyacen dudas y hasta razonamientos erráticos. El martes, Pagni publicó en La Nación que es difícil asegurar el impacto electoral por los hechos de Olivos. Agrega que ya se sabe, además, que las encuestas son dudosas. ¿Qué hace a renglón seguido este redactor adalid de la inteligencia? Se prende de la encuesta publicada el domingo anterior por Clarín, obviamente adversa al FDT.

El jueves Clarín publicita otra supuesta encuesta, que da un «empate» en la provincia de Buenos Aires, antes de llegar al extremo del domingo, de dar por ganadora a la oposición. El viernes en La Nación, Jacquelin dice que las encuestas ya reflejan el «impacto» sobre el Presidente, aunque tras cartón confiesa que no se sabe si ello impactará en las urnas.
En esta carrera sin control, el jefe de redacción de Clarín sentencia el domingo sobre el golpe a la imagen presidencial «aún cuando el oficialismo supere la prueba electoral». ¿En qué quedamos, entonces? Fernández «cae como un piano», tipeó, pero «es una foto, no una película». Y la «película» llega a 2023. Así, Kirschbaum repite lo que ya escribió en abril, con apenas dos o tres palabras diferentes: «aunque parezca hoy una broma de mal gusto, las planes de reelección en Olivos siguen vivos».

Aplica la misma matriz el columnista Van der Kooy: Cristina Kirchner, dice, no se considera con posibilidad de triunfo en 2023; Alberto Fernández está descartado; Máximo Kirchner y Axel Kicillof tampoco podrán ganar. Queda Sergio Massa, dice, pero «»Ella” no le tiene confianza».

Y aunque Pagni diga que las encuestas no sirven, Morales Solá apela a ellas para sostener todo el discurso opositor: la economía está mal, la vacunación va mal, la imagen presidencial va mal. Para completar el cuadro tétrico, paladea la próxima circulación comunitaria de la variante Delta de covid-19, con lo cual el electorado, dice, llegará a las urnas «con bronca».

El despliegue está salpimentado con otras expectativas: que el Presidente vaya preso, proyectó Paz Rodríguez Niell en La Nación; que aparecerán más fotos y videos, anhelan los dos Wiñazki en días consecutivos, junto a Lanata y otros integrantes más o menos conocidos del pelotón.

Otra vez quedó visible el sistema de ordenamiento discursivo que empieza en estos medios y es copiado y pegado por los opositores políticos: Kirschbaum, Van der Kooy, Morales Solá y tras ellos los y las columnistas de segundas y terceras líneas sentenciaron que la palabra presidencial ya no tiene ningún valor. El senador Naidenoff repitió la sentencia en el recinto. Sus dichos pasaron a ser título «noticioso».

Las estocadas contra las vacunas y la vacunación continuaron, aunque no ocuparon en medios tan prestigiosos los espacios destinados a novedades sentimentales en la vida de la »celebrity» llamada «China» Suárez, objeto de esforzados despliegues del periodismo profesional.

Martes en Clarín, domingo en La Nación, títulos gemelos sobre vacunas sin aplicar. Además, Clarín tuvo dos días y medio en primer plano un suelto sobre el «sospechoso» costo de transporte de la vacuna Sinopharm. González de Clarín volvió a los términos del «veneno» y lucha contra la vacuna soviética y comunista, como la llamaron TN e Infobae, al escribir que la elección de la Sputnik en lugar de la amada Pfizer «sólo contribuyó a aumentar el número de muertos».

Y Van der Kooy: con Sputnik, AstraZeneca y Sinopharm venimos mal. No incluyó la pregunta: ¿Y ahora qué laboratorio podrá ayudarnos? Ni falta que hace.

En suma, el conjunto de estos despliegues viene a confirmar que la tan deseada derrota electoral oficialista es un objetivo en duda, sin confirmación consistente.

Tanto así que Morales Solá quiere sostener de alguna forma su diagnóstico sobre un avance total de Cristina Kirchner tras las elecciones, y para ello llega a decir que lo hará aún en caso de un «triunfo amargo»: parece que quiere ir preparando titulares y enfoques para el día después. No es la única singularidad, para usar términos amables, de esta carrera apurada, desesperada. Articulistas que presumen lucidez toman el dictamen del «doctor» Castro: «Cristina es mala, Cristina es mala, Cristina es mala». Ejemplos:
-Temeroso por el impacto que puedan tener las intervenciones de «Ella» en la campaña, Pagni dice que el problema es que nadie le discute, igual como sucedía, afirma, «en tiempos de Mussolini».
-«Los lobos huyen de Wall Street», escribió el viernes Bonelli. El lector no sabe al principio si habla del caos económico mundial por la pandemia o del cambio climático. Pero no, habla del miedo a Cristina Kirchner.
-Otro prestigioso nos viene a explicar, ¡por fin!, los motivos del liderazgo de la vicepresidenta: dispone de «un invisible gas paralizante que Cristina utilizaría para disciplinar a la tropa». Firmado por Eduardo Van der Kooy, columnista político principal de Clarín, el diario más vendido en la República Argentina.

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