¿Qué sabemos de la inteligencia artificial?
La inteligencia artificial (IA) ya no es parte de un futuro de ciencia ficción; está en nuestra cotidianeidad, a veces de manera visible y, en la mayor parte de los casos, sin que seamos conscientes de su presencia. El futuro de la democracia, de los derechos ciudadanos y laborales y de la capacidad ciudadana para incidir en el rumbo político y social depende de lo que hagamos hoy con ella. Se trata de un fenómeno epocal y global con profundo impacto en nuestras vidas al que la revista Nueva Sociedad le dedica el número de julio-agosto de 2021, contribuyendo a una comprensión más amplia en torno del desarrollo y aplicación de tecnologías basadas en la IA.
En Inteligencia artificial y sesgos algorítmicos ¿Por qué deberían importarnos?, Enzo Ferrante plantea que, cada vez más, la inteligencia artificial es parte de nuestras vidas, a menudo de manera imperceptible. Y que ya no se trata de utopías tecnológicas sobre el futuro, sino de un presente muy concreto. Que detrás de esos avances, que incluyen desde diagnósticos médicos hasta vigilancia masiva, están los algoritmos, cuyos «sesgos» amenazan con perpetuar e incluso profundizar las desigualdades del presente. Poner el foco en los datos, los modelos y las personas puede servir para construir una inteligencia artificial más «justa».
Internet, algoritmos y democracia ¿Del sueño a la pesadilla? es el tópico que aborda Martín Ariel Gendler, quien señala que en los últimos años, tras la masificación de los mecanismos de personalización y perfilamiento algorítmico, se ha pasado de la celebración de las potencialidades democratizadoras de Internet al énfasis en su contracara en términos de manipulación y vigilancia.
Más allá de los discursos sobre el «gran reemplazo» del trabajo humano por las máquinas, lo cierto es que la inteligencia artificial está cambiando las formas de trabajar. En La amenaza fantasma. Inteligencia artificial y derechos laborales Juan Manuel Ottaviano muestra que los algoritmos son las nuevas «cajas negras» y que los recursos de la organización del trabajo son hoy inseparables de los medios de vigilancia. Abrir y regular esas cajas negras es fundamental entonces para evitar el ludismo silencioso que implica la competencia humana con la inteligencia artificial.
En ¿Qué es el capital cibernético? Leonardo Fabián Sai explica que el capital cibernético es una forma específica de capital de alta tecnología capaz de subsumir el lazo social. Al apropiarse de las relaciones sociales mediante dispositivos tecnológicos, el capital cibernético trastoca el conjunto de las relaciones humanas en una acumulación de datos que posibilita tanto la predicción de la conducta humana como la planificación jerárquica del capital. El resultado —dice— es una nueva relación con el cuerpo y el lenguaje.
En Hacia un mundo digitalizado, Sebastián Sanjurjo analiza las dos variables que pueden considerarse como fundantes de la modernidad: la filosofía humanista y la revolución científica. Surgidas e imbricadas en un momento muy particular de la historia europea, dotaron al incipiente capitalismo de una base tanto ideológica como material. Pero en el presente el humanismo parece tensionado por el crecimiento de la inteligencia artificial y sus consecuencias hacia el futuro.
En Limitar la dependencia algorítmica Johana Caterina Faliero señala que, en la llamada «era de los datos», es necesario detenerse en los impactos jurídicos y las tensiones en materia de derechos relativas a las aplicaciones que hacen uso de inteligencia artificial y atender, en particular, las problemáticas de los sesgos y la discriminación algorítmica. Y propone la instauración del derecho al anonimato y la autodeterminación informativa dinámica como límites de protección frente a la dependencia algorítmica.
Y Paul Nemitz explica en La democracia en la era de la inteligencia artificial que, en vista de la creciente expansión de la inteligencia artificial en las sociedades modernas, resulta necesario discutir cómo puede servir para mantener y fortalecer el Estado de derecho, la democracia y los derechos humanos, en lugar de contribuir a su debilitamiento. Eso —afirma— dependerá en gran medida de las formas de regulación elegidas.