La oposición mediática dirige el plan de exterminio
Las notas políticas principales de Clarín y La Nación, y en menor medida Infobae, coinciden en la descripción y hasta la exigencia de las acciones inmediatas que debe adoptar el aparato judicial contra el kirchnerismo, después del obvio jolgorio por la condena a la vicepresidenta que, como sostienen en perfecta sinfonía, es solo un primer paso.
Sentencia histórica que puede ser el trampolín para muchas otras, «Aún falta la última parte», «falta el plato principal», «es solo el primer paso», «Luciani denunciará a Máxim Kirchner», «la sentencia dispara definiciones en otros expedientes», «toma impulso un millonario juicio contra Cristina», «nada de lo que viene es auspicioso para Cristina», son solo una parte de títulos «informativos» y proyecciones en columnas políticas.
Si se toma en cuenta que estos medios anunciaron desde comienzos de año esta condena y acertaron plenamente, mucho antes de que el fiscal Luciani hiciera sus recitados, sería oportuno que el Frente de Todos tome con seriedad las acciones que se anuncian cada vez con más precisión e incluso con tonos imperativos: la reapertura de la causa por los hoteles y la afectación directa de Florencia Kirchner, ya que su hermano Máximo goza de fueros.
La búsqueda de impactar uno de los aspectos más sensibles para Cristina Kirchner, la suerte de su hija, es el «martirio» al que se la comienza a someter, como lo nombró sin eufemismos el columnista Van der Kooy, de Clarín, días antes de la formalización de la sentencia. Es un plan de escarmiento para la dirigencia política democrática y de exterminio para una fuerza política cuyo ocaso se había anunciado durante la campaña de 2015, como se puede verificar en pronósticos publicados una y otra vez en columnas dominicales.
El anuncio de recuperación de las acusaciones sobre los hoteles de Santa Cruz no es el único. Ante la casi total inercia del Poder Ejecutivo y del Poder Legislativo, el dispositivo al que el nombre de «mafia» parece ya quedarle pequeño se apresta a darse a sí mismo dos regalos antes de que concluya diciembre: la Corte confirmará sus decisiones para mantener el control del Consejo de la Magistratura y fallará contra el Gobierno nacional en torno del conflicto por la coparticipación.
Esos son, según textos repetidos en contenido y forma, los ataques más inmediatos, aunque hay expresiones de codicia mayor, como cuando el domingo 11 Morales Solá dice en La Nación que Casación y Corte pueden revisar que no se la haya condenado a Cristina por asociación ilícita. También que, una vez que el copito Luciani presente la acusación a Máximo Kirchner, la «sociedad» estará esperando que «estos casos se resuelvan rápidamente».
Como lo que harán fiscales y jueces está diseñado y en calendario, porque como tipeó Kirchsbaum en Clarín «nada de lo que viene es auspicioso para Cristina», lo que hay que ver es el impacto político y electoral a medida que se cumpla el cronograma. En palabras de Van der Kooy, «si su figura sufre alguna mella irrecuperable». Es que las adhesiones que Ella concita se deben a un desvarío, como le dictaron a una redactora en la edición de Clarín del lunes.
La carroña periodística argenta mira también cómo se acomodan el peronismo y el Frente de Todos frente a estas poderosas demostraciones de poder, que aceleran el descenso a una democracia de relativa formalidad, rehén de corporaciones nacionales e internacionales con incidencia incluso en el gobierno estadounidense, al que la redactora Lugones de Clarín imaginó tomando represalias contra Cristina, según el título de una nota en cuyos párrafos no hay un solo dato o elemento que corrobore este deseo.
La reacción de las empresas periodísticas en torno de los actos de colusión entre capos de Clarín, jueces y dirigentes de Juntos por el Cambio en la casita de Lewis es, obvio, de total encubrimiento. El presidente Fernández forzó la aparición del tema con su cadena nacional, que rompió un silencio compacto en los medios opositores.
Luego, a pesar de las novedades cotidianas que el hecho ofrece, la cobertura es de un día sí y tres días no, a veces con un cauteloso y se diría temeroso avance de La Nación, por no haber sido el organizador de la fiestita ni haber pagado los gastos, como ocurre con Clarín.
En ese contexto, la nota más oscura y penosa la dio el jefe de redacción en la calle Tacuarí, Kirschbaum, en la reacción oficial del grupo publicada el martes 6. Gustoso de pavonearse en encuentros de empresarios donde es enviado a poner cara de periodista serio, o de intelectual hermético en acciones «culturales» con las que Magnetto quiere lucir facetas amables, Kirschbaum se centró en el espionaje a los atorrantes de Lago Escondido.
Este defensor del periodismo menciona a jueces y funcionarios de Juntos por el Cambio y a los «empresarios» ofendidos, pero no pone sus nombres ni qué grupo dirigen. El patrón manda y este peón baja la cabeza, en lo que además es un mensaje tenebroso al conjunto de las y los trabajadores del grupo, en todos sus medios y en cualquiera de sus formatos.