Comunicar para construir

La comunicación y la presencia en las redes debe asumirse como la continuidad de una lucha que sigue reconociendo a la organización y la formación de cuadros como elementos insustituibles para fijar la agenda popular.

La afirmación de CFK de que no va a ser «candidata a nada» en el año 2023, produjo un cimbronazo en la política argentina, dentro y fuera del Frente de Todxs. Especulaciones sobre candidaturas, revuelo en la oposición, reposicionamientos de dirigentes, son hoy noticias en cualquier medio, de distinto tipo, en todo el país.

Sin embargo, esta decisión de la vicepresidente ha puesto en evidencia, entre otras tantas cosas, que debajo de ella el nivel organizativo, fundamentalmente de sus seguidores, carece de fuerza, tiene pobrísimos desarrollos y, cuando existen con trabajo territorial, están desarticulados de otros que pertenecen también al campo nacional y popular.

La aparición de un video donde un grupo de chicxs pintan una pared que hace mención expresa a la mafia judicial y a componentes de ese «Estado paralelo» que resaltó Cristina, y señalando, además, con nombres y apellidos a los responsables de tal situación, es un muy buen ejemplo para el debate y la discusión con los militantes y sus estructuras de pertenencia.

Seguramente, muchos podrán afirmar o especular que existe en el más alto nivel del kirchnerismo la decisión de no movilizar o como expresara un dirigente sindical «hay una especie de desorientación política». Nuestra intención no es profundizar en este camino para intentar dilucidar si esto es efectivamente así o bien existen otras razones y elementos a ponderar.

Es importante advertir, que el video demuestra que no se necesita una orden para actuar cuando existe el análisis de quien es el enemigo y los contenidos y herramientas a utilizar para exponerlo públicamente. Vale aclarar que el término enemigo no es ya un exabrupto pues desde que pusieron un arma en la cabeza de la vicepresidenta, todo tipo de especulación y debate teórico es innecesario.

La pintada (aunque pueda parecer una burda obviedad) es en la calle, escenario que todxs reconocen como un espacio fundamental para enfrentar a la oposición y sus expresiones políticas, económicas, judiciales y mediáticas. El video corre por las redes fruto de una organización que define una estrategia política pero eminentemente comunicacional.

No son las redes el origen de la iniciativa, no es la pelea con el «otro», sino la proyección de una decisión y acción política. Vale traer a cuento la Segunda Guerra Mundial, donde los aliados no buscaron derrotar al nazismo tirando miles y miles de paracaidistas sobre territorio alemán sino que primero se organizaron, consolidaron los niveles de coordinación, generaron frentes de batalla y avanzaron sobre las tropas alemanas y desde el aire fueron las bombas y los hombres una vez que la maquinaria militar de Hitler había sido seriamente minada por mar, tierra y cielo.

Es decir, la pelea no puede darse sólo y únicamente en las redes, en el ámbito donde los dueños de éstas manejan y tienen el poder, sino que debe asumirse como continuidad de una lucha que sigue reconociendo a la organización, la comunicación y la formación de cuadros como elementos insustituibles.

Precisamente, las organizaciones sociales, políticas, en comunicación, cooperativas, mutuales y los sindicatos no deberían esperar ninguna orden para avanzar, en este caso en pintadas similares a la que hacemos referencia. En los años 60 y 70 centenares de expresiones de base y populares se organizaron para resistir y enfrentar a las dictaduras, y las pintadas y paredes «hablaban»; y en aquel momento tampoco se manejaban los grandes medios.

Imaginemos lo que sería que decenas y decenas de organizaciones en todo el territorio nacional salgan con consignas parecidas, acompañadas de volantes o carteles (elementos de los más baratos en medio de tanto marketing, gigantografías, o publicidad en radios y TV). ¿Tenemos idea del impacto político que causaría, de la movilización de militantes que se produciría, de las consecuencias que ocasionaría en las propias conducciones nacionales o regionales de muchas «orgas»?

Vale también generar cualquier espacio propicio para conversar con ese otro, esa otra, que no le interesa la política o que no piensa como nosotros. El enemigo interpela constantemente de forma individual y cada vez «más segmentada» desde esas supuestas redes que nos venden la ilusión de estar comunicados, cuando en realidad estamos «conectados». Recuperar el intercambio, el debate, el ejercicio de la palabra en una ronda, en una esquina, en una plaza, es romper ese aislamiento que solo tiene por objetivo proponernos el miedo a ese otro u otra que no conocemos porque no construimos vínculos.

Si no se hace esto, no es sólo porque no hay una orden, sino, básicamente porque los mismos déficits, errores y horrores que se señalan cuando se mira a Buenos Aires, ocurren en el resto de la Argentina.

Un ejemplo que pone al descubierto nuestras limitaciones, y la propia capacidad de salir de la comodidad de las redes, redefiniendo acciones y fijando agenda de temas y actividades; pero también poniendo de manifiesto la importancia de la comunicación en la construcción política.

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