Claudia Kozak: «Internet influyó en la práctica artística misma»
La investigadora de larga trayectoria de la relación entre las distintas manifestaciones artísticas y las tecnologías de diferentes épocas, dialogó con Tiempo Argentino sobre las transformaciones que lo digital impuso en las tecnopoéticas.
Claudia Kozak es especialista en Tecnopoéticas /Tecnopolíticas en Latinoamérica, un tema sobre el que viene trabajando con varios equipos de distintas universidades desde hace tiempo. Próximamente dictará un curso de posgrado en Flacso que es una derivación de ese trabajo. «En 2012 –explica– publicamos Tecnopoéticas Argentinas, que fue el resultado, sobre todo, de proyectos de la UBA. Se reeditó en 2015 y está agotado. Es decir que fue un tema que vino a cubrir una vacancia, aunque hay otras personas que trabajan en estas cuestiones”.
Tiempo Argentino dialogó con ella acerca del impacto de las nuevas tecnologías en algunas manifestaciones del campo cultural.
—¿Cuál es la repercusión de lo digital en la creación artística?
—Nosotros trabajamos con la noción de tecnopoéticas y desde el inicio mismo planteamos que tienen que ser pensadas también como tecnopolíticas. Tecnopoéticas hubo siempre. En distintos momentos históricos las artes se vieron interpeladas por el fenómeno técnico-social de su época, pero hay épocas de mayor relevancia de estas cuestiones. Desde la irrupción de lo digital en la vida cotidiana, esta es una de las épocas de mayor visibilidad.
—¿Las tecnopoéticas, entonces, son anteriores a la era digital? En una publicación de la que fuiste compiladora se menciona dentro de las tecnopoéticas a Oliverio Girondo, en una época muy anterior a la tecnología digital.
—Sí, trabajamos con la noción de tecnopoéticas en un sentido no necesariamente acotado a las nuevas tecnologías. En principio, los proyectos de investigación buscaron pensar la relación arte-tecnología en la modernidad, particularmente desde el siglo XX. Establecimos ciertas periodizaciones para trabajar el objeto y, efectivamente, empezamos mirando las primeras décadas del siglo XX, y lo que llamo los nuevos paisajes tecnológicos interpelaron también a los artistas de ese momento. En relación con la literatura, en ciertas vanguardias latinoamericanas y vanguardias históricas europeas hay una fuerte mirada hacia el mundo tecnológico que estaba cambiando y que también modela las relaciones sociales, las subjetividades. Girondo es un caso prototípico porque en el Manifiesto de la Revista Martín Fierro, de 1924 que, aunque no tiene firma se sabe que lo escribió él, hay una fuerte conexión con el mundo tecnológico de la época vinculado a la cuestión de la velocidad. En él se puede ver toda la intermedialidad de este mundo donde la imagen y la palabra se van mezclando. Pero su texto más cercano a la experimentación, que es En la masmédula, no tiene que ver con una experimentación de lo nuevo desde lo técnico. Simplemente, los años ’20 fueron un momento de modernización tecnológica que generó algo en la cultura, en la literatura, en las artes. Lo mismo sucedió en los ’60 y en los ’90. En los ’90 es cuando irrumpe la “revolución digital”. De ahí en adelante se va instalando una relación entre las artes y las modificaciones socio-técnicas digitales, que son sociales, pero también subjetivas.
—¿La relación de la tecnología digital con la literatura y las artes es diferente de la que se establece con la tecnología analógica?
–Cuando hablamos de tecnopoéticas no hablamos solo de literatura, sino de las artes en general, por ejemplo las artes visuales y sonoras, con el aditamento de que desde hace bastante tiempo en el arte contemporáneo existe una fuerte intermedialidad, por lo cual muchas de estas disciplinas artísticas se van hibridando. En la literatura digital, el lenguaje verbal está destacado, pero muchas veces, aunque no siempre, implica también imagen, sonido, movimiento. Trabajo con la categoría de especificidad blanda de estas piezas. En ellas el multimedia digital permite comprimir una serie de datos, tanto sonido, como texto, como imagen en movimiento, etc. Por supuesto que esta intermedialidad es muy anterior, pero el mundo digital, por la disponibilidad tecnológica del multimedia digital, la acelera. Así, podemos hablar de literatura digital aunque alguien podría preguntar por qué no hablar de arte digital en general.
—¿Y cuál es la diferencia?
—Lo que sucede es que hay zonas de esas artes digitales que le dan una preeminencia al trabajo poético verbal, textual, que no tienen otras zonas del arte digital. Y, además, eso que puede llamarse literatura digital dialoga muy fuertemente con la institución literaria, con intertextos literarios, con las maneras en que se escribe y se lee la literatura convencional, analógica. Entonces, a la vez que el campo de la literatura digital es muy intermedial, tiene una especificidad blanda. Lo mismo puede decirse de las artes sonoras digitales.
–¿De qué manera influyó la aparición de Internet?
–Influyó en la difusión y en la propia práctica artística. No solo generó la digitalización de una obra analógica, sino también la producción de contenido que no puede ser replicable en lo analógico porque se perdería la interactividad de las piezas o la generación automática algorítmica. Cuando hablo de literatura digital, por ejemplo, no hablo de literatura digitalizada, sino de piezas que están programadas para funcionar desde lo digital.
—¿Y qué implica esto desde la recepción?
—Competencias de lectura diferentes de las que ponemos en juego cuando leemos un libro. No se trata de mejores competencias, sino de competencias distintas. Cuando se lee en una pantalla, se lo hace de una forma diferente de cuando se lee un libro. El cuerpo se involucra de otra manera y esto interviene en el modo en que una obra puede ser comprendida, experimentada, visitada.
—¿Quién es hoy el destinatario de una obra creada de manera digital?
—Quienes son destinatarios de las artes en general y de las artes analógicas, poco a poco, fueron entrando también en la experimentación de estas artes digitales. Por supuesto que aún no han llegado a instalarse de manera completa, no constituyen un canon. De la literatura digital, por ejemplo, podría decirse que no tiene llegada a grandes públicos. Cuando se dice literatura, se sigue pensando en libros. Una podría preguntarse por qué la literatura digital no llega a grandes públicos, si la tecnología digital está masificada.