La prensa opositora retoma el sueño del fin del kirchnerismo
Los pronunciamientos recientes de la vicepresidenta son usados por los medios opositores para exaltar al máximo las dificultades del oficialismo en la definición de su candidato, pero en especial para recuperar un viejo sueño, ya muy repetido y que excede el turno electoral: el fin del kirchnerismo y en especial el ocaso político de Cristina Kirchner.
El deseo de extinción de su conducción del peronismo, que ya en la campaña de 2015 habían anunciado reiteradamente varios columnistas (el kirchnerismo iba a quedar reducido a una «facción» minoritaria, escribió una y otra vez Morales Solá) reaparece en textos del domingo 21.
Kirschbaum, el jefe de redacción de Clarín, escribió que Cristina Kirchner no se presenta porque quiere evitar una derrota que «apresure su final». La tapa de La Nación incluyó el título «Largo adiós de los Kirchner» y, en alarde de gran inventiva, Morales Solá habla de la vicepresidenta como «triste, solitaria y final».
De vuelta en Clarín, Van der Kooy dice que la «fuga electoral» de Cristina Kirchner es «el epitafio para el proyecto hegemónico que nació en 2003». Los impulsos mortuorios que manchan de sangre la historia de la derecha argentina cada vez que se refiere al peronismo, sus evoluciones e involuciones, le dan de paso al presidente. Rodríguez Yebra lo despliega en La Nación sobre el llamado de Alberto Fernández al acto del 25 de Mayo, que hizo «como quien invita alegremente a su velorio».
Detrás de estas sentencias editoriales uniformes hay algunos matices, como los que desplegaron los columnistas Miri y Bonelli en Clarín, que coincidieron en que la vicepresidenta desiste de la candidatura solo para «preservar su poder». Este diagnóstico es acompañado en La Nación con una queja lastimosa de Claudio Jacquelin: Ella exhibe «nula disposición» a resignar poder y «mucho menos a rendirse», se queja con amargura.
Varias y varios columnistas, también de Infobae, se lanzan después a tejer infinidad de especulaciones sobre la definición de la candidatura oficialista. Que Kicillof, que Wado de Pedro, que Massa, que el presidente empuja a Scioli, despliegues sustentados solo en especulaciones o versiones sin fuente, como ya es común, aunque esta vez tomándose de la confusión que afecta al Frente de Todos.
Son esfuerzos esmerados por dar servicio a Juntos por el Cambio, a pesar de algunos reproches por una interna tan intensa y enredada como la oficialista, aunque menos publicada. Así, el presunto acuerdo para que el PRO vaya a las PASO con un solo candidato en la capital es llamado «consenso». En cambio, si exponentes del oficialismo promueven ese mismo camino, los títulos dicen que «no quieren las PASO».
Los reproches a la alianza derechista se publican esporádicamente, con el tono más indignado por parte de Morales Solá, que pregunta «por qué se afana en perder las próximas elecciones», cuando está ante un Gobierno inerme ante la inflación y amenazado por la híper y un estallido, como saboreó Lanata en su nota del sábado.
Las descripciones sobre el presuntamente continuado crecimiento del ultraderechista Javier Milei son incluidas aparentando sorpresa en estos medios, que pretenden olvidar que son los que lo encaramaron como figura influyente mediante horas de transmisión televisiva y espacios generosos en los demás formatos bajo su control.
Esa generosidad siguió en estos días, con sendos reportajes a Victoria Villarruel, la negacionista elegida por Milei como compañera de fórmula. Los entrevistadores de Clarín y La Nación no le hicieron una sola pregunta que la pusiera en aprietos, algo que le reclaman con altisonante cacareo a Pablo Duggan, de C5N, tal vez indignados porque condujo la entrevista con la que consiguió formidables índices de audiencia.
Más amabilidades, algo indirectas, con Milei: Bonelli escribió el viernes que en el FMI los burócratas están «perturbados» con ese candidato, quien para acomodarse armó un equipo de economistas «creíbles», dice, entre ellos el exministro Roque Fernández. Además, apunta, dialoga siempre con Cavallo y con Macri. Dos días después, el diario le dedica dos páginas a Roque Fernández, quien niega integrar el «equipo» de Milei, aunque admite que se comunican «de vez en cuando». Como dijo el flamante precandidato a gobernador bonaerense, Grindetti: «en algunas ideas concuerdo».
El diagnóstico reiterado del final político de Cristina Kirchner no alivia el ajetreo de la fuerza de tareas judiciales de Clarín. «Copito» Capuchetti rechazó revisar el teléfono del diputado Milman para así impedir la investigación de conexiones políticas en el intento de asesinato del 1º de septiembre, por lo que el redactor Gambini felicita a la jueza. No hay nada que investigar y no aparecen pruebas «porque no existen», sentencia el diario que ya puede adoptar nuevo eslogan: gran copito argentino.
Y por si acaso el ansiado final político no le llega a la vicepresidenta, el mismo diario publica por segunda vez en diez días el «calendario judicial» que le espera, con las amenazas que ya son de rutina. Uno de los Wiñazki le puso contexto político a estas operaciones, al repudiar el «neomontonerismo», mientras La Nación volvió a regalar espacios a abogados no neovidelistas, sino videlistas, que atacan la «adulterada versión» del kirchnerismo sobre los setenta.
De verdad: Milei no está tan solo.