La larga agonía del cuarto peronismo

Recientemente salió a la venta El kirchnerismo desarmado. La larga agonía del cuarto peronismo de Alejandro Horowicz, un breve tratado sobre la incapacidad de la fracción militante más dinámica de la política argentina posterior a 2001 para articular una voluntad de enfrentar con éxito —constituyendo un proyecto histórico popular— el programa de endeudamiento y fuga impuesto por el bloque de clases dominantes a partir del 76. Aquí traemos un pasaje del libro referido al kirchnerismo y los medios de comunicación.

ALEJANDRO HOROWICZ

Ensayista y doctor en Ciencias Sociales summa cum laude por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Dirigió la colección Espejo de la Argentina de Planeta y actualmente es director del proyecto Historia crítica de la literatura argentina. Fue columnista de las revistas Primera Plana, Competencia y de los diarios La Opinión, Convicción, Clarín, Sur, Perfil, BAE, Tiempo Argentino y director del mensuario Consignas. Ha publicado el ya clásico Los cuatro peronismos (1985), Diálogo sobre la globalización, la multitud y la experiencia argentina (2003, en coautoría con Toni Negri y otros autores), El país que estalló (2005), Las dictaduras argentinas (2013) y El huracán rojo. De Francia a Rusia 1789-1917 (2019). Desde 1997 es titular de la cátedra Cambios en el Sistema Político Mundial de la carrera de Sociología de la UBA.

En 2007, Kirchner permitió la fusión de Multicanal con Cablevisión, las dos empresas de televisión más grandes de la Argentina, y facilitó así la conformación del grupo económico de mayor peso oligopólico en la economía nacional. No se trató de dar un negocio a un capitalista amigo a cambio de algún rédito, sino de algo mucho más grave: permitir un cambio del peso relativo, una transformación del poder en el interior del bloque de clases dominantes que desbalanceó el poder en la sociedad argentina. Para usar los términos de Lilita Carrió, fue ni más ni menos que un contrapoder político y económico lo que Néstor Kirchner hizo nacer cuando avaló con su imprescindible lapicera presidencial la fusión entre Cablevisión y Multicanal. La diputada de la Coalición Cívica lo admitió del modo más cínico cuando se oponía a la ley de medios con la que, tarde y mal, el kirchnerismo intentó deshacer el entuerto: esa ley, advirtió, le impediría a Clarín ser un contrapoder.

Es que en 2012 el gobierno de Cristina intentó revertir la situación sancionando una ley en el Congreso. Como si alcanzaran las leyes contra los reales contrapoderes político-económicos. Bastó que Clarín apelara a la Suprema Corte. Para evitarle malvender su parte, la Corte le otorgó al multimedio todo el tiempo necesario para que la ley democráticamente sancionada fuera inane. De modo que el grupo pasó a disponer de años para vender lo que había comprado en horas. Algo quedó muy claro: tampoco la Corte «impoluta» —aún ­Macri no había incluido a ­Carlos ­Rosenkrantz por decreto inconstitucional— era insensible a las necesidades crematísticas del mayor conglomerado de medios de toda América Latina. Y así la ley de medios se pospuso hasta que fue simplemente derogada por el gobierno de Macri.

La fusión de Multicanal con Cablevisión facilitó la conformación del grupo económico de mayor peso oligopólico en la economía nacional. No se trató de dar un negocio a un capitalista amigo a cambio de algún rédito, sino de algo mucho más grave: permitir un cambio del peso relativo, una transformación del poder en el interior del bloque de clases dominantes que desbalanceó el poder en la sociedad argentina.

El mecanismo con el que se permitió la existencia legal de ese gran grupo económico fue un simple decreto presidencial. En cambio, una ley votada por el Congreso tras un largo debate democrático no alcanzó para deshacerlo: la neutralizó una Corte Suprema amiga hasta que la derogó otro decreto presidencial tan veloz e inconsulto como el que había engendrado al monstruo. En la «democracia de la derrota»,[1]La «democracia de la derrota» es una democracia signada por la desactivación del campo popular, en la que se vote al partido que se vote triunfa siempre el programa económico que terminó de … Continue reading es muy simple transformar las cosas si es en una dirección, pero ya no se precisan militares, desapariciones, torturas y muertes para impedir transformaciones en la otra dirección: las instituciones se encargan de volverlas tarea imposible.

Repasemos la historia que hizo posible que Néstor ­Kirchner fuera el partero de la corporación mediática más poderosa del continente. En la década de 1990, Carlos Menem había impulsado, a través de la Ley de Reforma del Estado, la formación de dos multimedios: Clarín y Atlántida. Durante el primer año de su gobierno, modificó el artículo 45 de la Ley de Radiodifusión, que impedía a personas físicas o jurídicas, ligadas a empresas periodísticas, presentarse a concurso para obtener licencias de transmisión radial o televisiva. Reescribió el inciso C del artículo 43 de la ley, eliminando todo límite para el número de licencias a las que podían aspirar —que hasta ese entonces eran tres—, y por si no fuera suficiente derogó también el inciso E, permitiendo a los propietarios de esas licencias presentarse a concursos futuros.

El sentido secuencial de las medidas resulta inequívoco: la construcción intencional de un embudo monopólico. Imposible no leer continuidad en el entramado de decisiones. Alguna vez, sin embargo, Carlos ­Menen reconoció —en un programa de Mirtha Legrand— que había sido un «error» facilitar la concentración de la información. Y tanto Cristina Kirchner como Máximo hacen hoy lo propio respecto de la decisión de Néstor. El de Menem es un caso de cinismo explícito. ­De lo contrario, ¿cómo explicar que haya creado y organizado todos los instrumentos para permitirlo? Se habla de error en el poder cuando el instrumento pergeñado resulta inadecuado para alcanzar su objetivo. Las modificaciones a la ley fueron específicas y muy adecuadas para construir el monopolio que no existía.

En el caso de los presidentes K, la batalla que dieron para elaborar y sancionar la ley de medios durante 2009 y los años subsiguientes —una ley que obligaba a Clarín a desinvertir en varios medios para ajustarse a una nueva normativa distributiva y democrática y dejar de ser el único y monumental «contrapoder»— pareciera mostrar la voluntad de corregir las cosas. Pero vayamos hacia atrás y repasemos los hechos duros: el 7 de diciembre de 2007, con la firma del secretario de Comercio Guillermo Moreno, el gobierno nacional aprobó la compra de Multicanal por parte de Cablevisión. Es imposible que Néstor ignorara qué lugar le otorgaba al Grupo Clarín semejante decisión, y Cristina afirma que le aconsejó que no lo hiciera, aunque él se mostró inconmovible. Es decir, no se trató de ignorancia, sino de una decisión consciente. Era la época en que Héctor Magnetto, CEO del grupo, frecuentaba Olivos y cenaba con el presidente mientras intercambiaban amables opiniones sobre la agenda política nacional. Fue a resultas de tan feliz entendimiento que Néstor se avino al pedido de Héctor.

Notas
Notas
1 La «democracia de la derrota» es una democracia signada por la desactivación del campo popular, en la que se vote al partido que se vote triunfa siempre el programa económico que terminó de imponerse en 1976, que garantiza a través del monopolio de las candidaturas electivas una adecuada selección de personal para gestionar el mismo programa. Es decir, se vote a quien se vote, los candidatos electos hacen exactamente lo mismo.

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