Comunicación para la economía social

El sello editorial Huvaití Ediciones publicó Por una construcción colectiva. Comunicación para la organización y la economía comunitaria, que reúne artículos de Washington Uranga, Natalia Aruguete, Manuel Barrientos, Walter Isaía, Mauro Limas, Teresita Vargas y Clarisa Veiga. El prólogo es de Diego de Charras, vicedecano de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA.

Huvaití es una cooperativa Integrada por docentes e investigadores universitarios y especialistas en comunicación para la economía social, solidaria y cooperativa que busca generar espacios de trabajo, formación, generación de vínculos, gestación de herramientas de comunicación y procesos asociativos entre el campo de las organizaciones y organismos de la economía social y solidaria, la comunicación y la cultura comunitaria.

Con Por una construcción colectiva, Huvaití continúa un proyecto editorial —iniciado en julio pasado con el lanzamiento de Por un futuro en común. Diálogos sobre economía cooperativa, social y solidaria— que aporta herramientas y propuestas para avanzar en los debates sobre el estado actual y el porvenir de la economía social, solidaria, comunitaria y popular, la comunicación y el derecho a la comunicación, en Argentina y América Latina. Además, ofrece herramientas para que las organizaciones y los actores populares puedan desarrollar estrategias de comunicación.

En el prólogo, De Charrás precisa la clave interpretativa de Por una construcción colectiva. Dice: «Pensar la economía desde una perspectiva comunicacional es un ejercicio interesante (…) Alguien dijo una vez que un comprador y un vendedor no eran más que un emisor y un receptor intercambiando un producto (mensaje) a cambio de un precio (retroalimentación). Ahora, si a eso lo complejizamos y lo que pensamos es la economía social, solidaria y popular estamos, desde el vamos, ante u ejercicio no solo reflexivo, sino netamente político. No político en términos de partidos o facciones, sino en su acepción más noble como las acciones colectivas organizadas que persiguen objetivos de transformación de los social existente. Con lo cual pensaríamos un tipo especial de economía, pero también una perspectiva de la comunicación social, la que la considera un derecho humano».

Yendo al contenido del libro, en el capítulo Comunicación, participación y economía social, Washington Uranga plantea que «la economía social, solidaria, popular y comunitaria es una actividad económica, pero también un escenario de construcción política, de ejercicio de la ciudadanía y una manera de intervenir e incidir en los procesos sociales, políticos y culturales. Por lo tanto, el ámbito de la economía social tiene que comprenderse al mismo tiempo como un ejercicio ciudadano. Y, en esa doble vertiente, económica y ciudadana, la economía social no puede pensarse al margen de la comunicación».

Desde este encuadre reflexivo Uranga afirma que «discutir la ciudadanía hoy en América Latina es plantearse qué tipo de organización social y política queremos como pueblo, como comunidad. Es la pregunta acerca de cuál es el significado que le damos a la democracia partiendo de la base que cualquier modelo político solo cobra sentido si su horizonte es generar condiciones para garantizar la vigencia integral de los derechos fundamentales, Un sentido sustancialmente diferente a la perspectiva que limita lo ciudadano apenas al ejercicio de los derechos políticos o a la cuestión del ejercicio institucional del poder».

Por este motivo, corresponde al Estado garantizar la vigencia del derecho a la comunicación a través de políticas públicas en la materia. También, porque a través de la comunicación se construye identidad nacional y porque el factor comunicacional está indisolublemente ligado con el desarrollo de nuestras sociedades. Para ello, señala, hay que superar una mirada reduccionista de la comunicación que todo lo restringe a los medios y las tecnologías, para asumir que la comunicación es una condición innata y natural de las personas en tanto y en cuanto seres humanos. Y en ese sentido, la comunicación popular y comunitaria constituye no sólo un ámbito sino un pilar fundamental para pensar los procesos comunicacionales democráticos en nuestros países.

En el artículo ¿Qué le puede aportar la comunicación a la economía social?, Walter Isaía, Mauro Limas y Manuel Barrientos brindan un escenario de la potencia y vitalidad de la economía social, solidaria y popular en la Argentina.

Ante ese recuento, analizan las posibilidades de interacción entre la comunicación comunitaria y la economía social, solidaria y popular (ESSP), estableciendo diversos tipos de sinergias entre las organizaciones y para el fortalecimiento de las tramas de valor de estas economías.

Una de las aristas que aportan es los aportes que pueden realizar la comunicación para interpelar a las personas en tanto ciudadanos-consumidores activos que transformen a sus actos de compra/consumo en acciones políticas y de organización comunitaria. Baja esa perspectiva, también reconstruyen distintas acciones y espacios de comunicación que se vienen generando en la Argentina de los últimos años y trazan una agenda de trabajo que apunte al diseño de aportes conceptuales para la construcción de una comunicación que contribuya al proceso político de los actores de la ESSP; la generación de capacidades para el desarrollo de dispositivos y productos comunicacionales destinados a fortalecer los proceso de financiamiento, producción y comercialización; la formación de actores en comunicación para el fortalecimiento  de la economía social; y la consolidación de un discurso de la ESSP desde la perspectiva de la comunicación comunitaria que permita su instalación en la agenda pública.

Como un aporte en esa mima línea, Manuel Barrientos en el capítulo Llegar a las mayorías fragmentadas propone estrategias de planificación y gestión de la comunicación para la incidencia pública de las organizaciones económicas y sociales del campo popular. ¿Cómo generar una comunicación para la economía y la organización comunitaria en tiempos en los que aparecen sociedades cada vez más fragmentadas en sus gustos y consumos?  ¡Cómo generar estrategias comunicacionales que incidan en las agendas públicas, políticas y mediáticas? ¿Cómo visibilizar, comunicar y legitimar no solo los reclamos sino también la producción de la economía popular, solidaria y cooperativa en públicos cada vez más diversos?

Esas son las preguntas disparadoras que busca responder el autor, promoviendo estrategias de comunicación que enlazan las acciones territoriales con el desarrollo de redes sociales y las tradicionales tareas de prensa y difusión para incidir tanto en las agendas mediáticas como en las agendas públicas y políticas. De ese modo, sostiene que el objetivo de la comunicación debe centrarse en la lucha por el sentido común para llegar a públicos cada vez más amplios en la construcción de horizontes de futuros colectivos.

En Comunicar nuestros proyectos, Teresita Vargas y Washington Uranga reafirman el sentido de la organización social a partir de un proyecto político, la cultura organizacional y la mirada política e ideológica que la constituyen. En ese marco se comprende la comunicación como u proceso de interacción, encuentro, participación y construcción social. Y, en consonancia con el capítulo anterior, se invita a pensar la comunicación más allá de la transmisión de la información, sino ante todo como producción, intercambio y negociación de sentidos. Todo ello lleva a percibir a las organizaciones como redes conversacionales que van construyendo su propia trama a partir de la vida cotidiana. De allí la importancia de comunicar los proyectos y darles visibilidad. El capítulo concluye con una propuesta de diferentes estrategias de comunicación de acuerdo con las exigencias y posibilidades.

Por su parte, Clarisa Veiga en su artículo Las estrategias complejas de comunicación en las organizaciones sociales y de derechos humanos: La experiencia de las Abuelas de Plaza de Mayo aborda la comunicación como una práctica ordenadora y de planificación de la institución que desde hace 45 años busca a nietos y nietas desaparecidos por el terrorismo de Estado en la Argentina. Comienza como un racconto acerca del rol de la comunicación para intervenir en la construcción de consensos sobre la problemática de la apropiación de bebés por razones políticas y el valor de la restitución de esos niños y niñas. Luego, presenta a la comunicación como una herramienta fundamental para incidir en el sentido común para interpretar nuestros tiempos y permitir primero a la sociedad y a las personas después que puedan preguntarse por su origen biológico. Y, a partir del análisis de la campaña, «La receta de la Abuela», llevada adelante durante la pandemia de covid-19, busca dar cuenta de los desafíos que enfrenta la comunicación como espacio de participación en tiempos de «multitudes conectadas» en los que la línea divisoria entre lo público y lo privado se vuelve cada vez más difusa; y plantea la importancia que la comunicación sea concebida como espacio de participación concreta y comunitaria.

Natalia Aruguete traza un mapeo de las nuevas perspectivas —en base a los estudios globales más recientes— acerca del debate sobre la incidencia de los nuevos y viejos medios de comunicación en la construcción de la agenda pública y la agenda política. De ese modo, pone el foco en la tensión constante entre los diferentes factores que intervienen en la construcción de las noticias, y que incluyen desde la concepción de los medios como actores políticos hasta el papel que juegan los criterios de noticiabilidad, las rutinas productivas y la relación con las fuentes entre otros factores. Y aborda los interrogantes que se abren con la irrupción de los medios digitales. ¡Las redes/medios sociales son una expresión de la opinión pública? ¿Cómo se relacionan los nuevos medios digitales con los medios de comunicación tradicionales? ¿Se establecen nuevas jerarquías entre uno y otro tipo de medios?

Para terminar, citamos nuevamente a De Charras cuando expresa: «El proceso general de simbolización creciente de la economía hace que las mercancías se vayan cargando de signos que no nos hablan de los productos en sí, sino que operan como instrumentos de diferenciación o pertenencia, nos hablan de estilos de vida, de rasgos identitarios o de la sensación de portación de carencia de ellos. Esos dispositivos nos empujan dentro de la lógica capitalista a la reproducción del consumo más allá de la necesidad. La economía social se inserta en un mercado donde, quiera o no, debe competir por la atención de las y los consumidores. Pero lo debe hacer desde una perspectiva particular que, sin reproducir valores que no le son propios, logre visibilidad y valoración (…) Por una Construcción colectiva busca afrontar esos desafíos sin perder de vista la función social de la economía popular y la puesta en escena de valores, sentidos, lenguajes e identidades necesarios para la construcción de una sociedad más solidaria, más justa y más democrática».

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