El viejo aliento mediático a la represión
Las reacciones de apoyo a Cristina Kirchner por los avances del dispositivo que ya resolvió imponerle condenas judiciales, como parte de la estrategia de toma total del poder a más tardar en 2023, parecen haber superado los cálculos iniciales y reactivan el instinto represivo ultraconservador, alentado y respaldado por los medios periodísticos más poderosos.
«Militantes rentados», escribió Bonellí en el Clarín del viernes, mal disimulada recuperación del «vienen por el chori y la coca»; «horda» se exaltaban animadores del canal de La Nazion, en reemplazo de «aluvión zoológico». El fuerte rechazo mediático a las movilizaciones se expresó primero en censura alevosa, especialmente de los actos realizados en varios puntos del país, entre ellos bastiones derechistas en los que hacía tiempo que el kirchnerismo no estaba visible en el espacio público, como Córdoba.
También las expresiones de apoyo la vicepresidenta del variopinto universo peronista causaron párrafos colmados de desprecio de columnistas de Clarín, Infobae y La Nación. La del presidente Fernández fue tachada de obediencia y genuflexión; la de la CGT fue un apoyo «a regañadientes» o «con desgano»; la de gobernadores e intendentes por «temor» a que se investiguen las adjudicaciones de obra pública, o por «docilidad». Y la del ministro ajustador, Massa, es «un giro póstumo en su larga conversión», tipeó Van der Kooy.
El estricto alineamiento editorial en este punto llevó a repeticiones en títulos y «análisis»: ella «arrea», al peronismo; ella «arrastra» al peronismo; ella «controla» al peronismo; ella «cristiniza» al peronismo. Lanata y Morales Solá, Van der Kooy y Rodríguez Yebra, Letjman y Roa, y las y los redactores de segunda, tercera y cuarta línea escriben lo mismo y llegan a idéntica conclusión.
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Es la misma unanimidad que viene anunciando hace meses la sentencia en el juicio por la obra pública, la revisión del sobreseimiento en la denuncia llamada Hotesur y la amenaza de novedades con los cuadernos convertidos en fotocopias y luego quemados y luego reconvertidos en cuadernos.
En fin, unos pocos matices entre integrantes de este batallón, aunque hay un aspecto que merece atención, por su significado: Morales Solá reestablece el rechazo de los garcas nacionales al juicio a las juntas militares con el argumento de que si Cristina no debe ser condenada como primera responsable de corrupción, los genocidas tampoco. En esto, causa escozor la potencia del odio político sobre el entendimiento: la exsenadora Morandini, que presume de humanista y posa de interesada en la libertad y los derechos, adhirió a este enfoque en las mismas páginas, las de La Nazion.
El mismo diario tuvo, por contraste, un acto de transparencia: publicó en tapa una crítica furibunda al presidente, identificada claramente como postura editorial, lo cual está bastante bien frente al engaño cotidiano de títulos y análisis políticos que reproducen siempre la misma posición. Lo bueno fue también que el presidente no fue por la noche a la canaleta de La Nación a que le tendieran trampas de las que no sabe salir, como le sucedió en TN.
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El vallado del sábado en Recoleta no hizo más que empeorar el conflicto en el espacio público. Esto era algo muy fácil de prever, tal vez no para el alcalde Larreta, cuya mayor habilidad es recitar frases escritas previamente, pero sin duda sí podía determinarlo su muy costoso laboratorio de asesores.
La Nación le pasó factura por esto. Rodríguez Yebra escribió que Larreta le dio la «excusa perfecta» a los manifestantes, en tanto otro título sostuvo que la decisión «generó una mayor adhesión» a la vicepresidenta, que aparentemente es lo que la derecha no había calculado bien.
Por enésima vez, lo corrieron por derecha, por blando, por no haber mantenido el vallado, por no haber dado palo suficiente, por haber dialogado con el Gobierno nacional. Y, por enésima vez, salió disparado hacia derecha: envió al crápula capo de Seguridad a amenazar con más represión. Es una demostración de que una broma que se escucha en pasillos amarillos no es al fin tan graciosa: el día que Macri, Milei o Bullrich digan que la 9 de Julio es un río cristalino, a los cinco minutos estará allí Larreta en malla y ojotas.
Lo que hay que reconocerles a los medios opositores es que apuntan una y otra vez algo difícil de discutir: mientras se desarrolla esta puja crucial para el futuro inmediato y mediato, Massa aplica un ajuste que afecta gravemente a programas de inclusión como Procrear y Conectar Igualdad. Fenómenos de la política argentina: Massa logró que la derecha mediática le dedicara espacio a esos «programas K», y no para descalificarlos.