Algoritmo sensible, élites insensibles: el problema de raíz del capitalismo 4.0

Esta semana Google suspendió a un ingeniero de su planta por revelar que una inteligencia artificial tiene vida propia, y habilitó el debate: ¿Hacia dónde vamos con los avances tecnológicos que aparecen como irreversibles?
Adi Goldstein / Unsplash

Recientemente trascendió la noticia de que el gigante tecnológico Google suspendió a un ingeniero de su planta tras revelar que una Inteligencia Artificial tiene vida propia. «Es sensible», afirmó Blake Lemoine, en referencia al chatbot LaMDA, acrónimo de Modelo de Lenguaje para Aplicaciones de Diálogo (El Destape, 13/06/2022).  

Rápidamente acuden a nuestra imaginación películas y series que cuentan acerca de un futuro distópico, donde una especie de «dictadura cyborg» domina la tierra. No nos interesa aquí filosofar acerca del límite entre lo posible y lo imposible, sino más bien problematizar acerca de las características de esta transformación tecnológica, que es objetiva, material y pretende aparecer como irreversible. 

Desde el Foro Económico Mundial, que año a año se reúne en Davos, vaticinan los escenarios de un futuro que interpela la imaginación del mejor cineasta. En los últimos tiempos este Foro, donde una nueva aristocracia financiera y tecnológica resuelve una serie de objetivos estratégicos que luego se operacionalizan e imponen como decisiones políticas para toda la humanidad, viene proponiendo el Gran Reseteo, una iniciativa que llama a dar forma a una recuperación económica y a la futura dirección de las relaciones globales en nombre de una supuesta prosperidad de todos. 

La guerra, la pandemia y la destrucción del planeta asedian al mundo como si fueran las plagas de Egipto. La diferencia es que esto no se trata de un relato bíblico, sino que son obras de un capitalismo insaciable que, lejos de todo lo que vociferan los libertarios, se muestra como un sistema incapaz de garantizar la continuidad de la vida humana. La ONG Red de Huella Global anunció que el próximo 28 de julio será el Día del Sobregiro de la Tierra de 2022, y marca la fecha en que la humanidad utilizará todos los recursos biológicos que la Tierra regenera durante todo un año calendario.

A eso se agrega una inflación mundial descontrolada, una economía que no crece, un aumento descomunal del precio de los alimentos y la energía, que realmente hacen pensar que el escenario futuro es catastrófico. Será la extensión de un presente que ya lo es. Un simple ejemplo basta para dimensionar la escala del asunto: Andrew Bailey, el gobernador del Banco de Inglaterra —cuna histórica del capitalismo— pidió disculpas a los parlamentarios británicos y anunció «apocalípticos aumentos de precios de los alimentos a nivel mundial», que van a generar «una hambruna global» (Clarín, 17/05/2022).

En economía política es sabido que, dentro del capitalismo, un mayor desarrollo de la ciencia y la tecnología, produce una prescindencia mayor de la mano de obra, ensanchando la brecha entre una clase trabajadora calificada, a la que los estrategas del marketing llaman «colaboradores» y tientan con salarios en dólares, y un ejército de trabajadores con “saberes obsoletos” condenados a la precariedad, conformando, como remanente, una “clase inútil” que se traduce en un aumento de la desocupación y la pobreza a escala global.

Los CEO del mundo lo saben muy bien. Elon Musk ya hablaba del tema en 2017, cuando en la Cumbre Mundial de Gobierno sostuvo que «cada vez habrá menos trabajos que un robot no pueda hacer», por lo que «surgirán nuevos empleos en los que sea fundamental combinar la inteligencia humana con la inteligencia artificial para que se potencien. Habrá que implementar algún programa frente al “desempleo masivo”» (Forbes, 26/08/2021).

También Barak Obama, expresidente demócrata de EE. UU, en su participación en el Digital Entreprise Show (DES 2022) explicó que, indudablemente, la automatización «va a reducir el número de empleos que realizan tareas repetitivas. Lo que necesitamos es reimaginar cómo se distribuye el trabajo, puede que tengamos menos empleos que antes. Debemos tener esta conversación ahora para que cuando llegue toda esta revolución estemos preparados. No estamos anticipando lo rápido que están viniendo estos cambios. Debemos plantearnos ya la jornada de cuatro días por la llegada de la inteligencia artificial» (El Español, 14/06/2022).

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) afirma que tenemos una población mundial de ocho mil millones de personas, donde la fuerza de trabajo que se encuentra ocupada hoy es de 3.300.000.000 millones de personas, de las cuales 2.000 millones cuentan con trabajos informales y apenas 1.300.000.000 millones con trabajos formales, con derechos garantizados. Es decir, el trabajo «digno» sólo emplea al 41 % de la población económicamente activa a nivel mundial.

En cuanto a las proyecciones para 2022, también la OIT, en su informe Perspectivas sociales y del empleo en el mundo 2022, prevé un aumento récord de desocupados, después de dos años de crisis pandémica, observando «daños potencialmente duraderos en el mercado de trabajo», aumentando la población obrera sobrante (OIT, 17/01/2022). 

El Instituto McKinsey publicó en un informe que un cinco por ciento adicional de trabajadores se agregará al 22 % de la población que ya era vulnerable antes de la pandemia de covid-19. El Informe, estima que cerca de ocho millones de personas podrían ser desplazados de sus trabajos por este proceso de automatización y digitalización para el 2030, es decir, dentro de ocho años. 

Estamos describiendo cómo el Salario Básico Universal y la Reducción de la Jornada Laboral son también, para las élites económicas dominantes, salidas elegantes del atolladero civilizatorio donde han puesto al conjunto de la humanidad luego de haber transnacionalizado y digitalizado los mecanismos de extracción de plusvalía. Proyectos de ley que intentan regularlos, rondan los parlamentos del mundo para ser debatidos e incorporados, con matices, a la política de Estado de sus países.

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