Fórmula de medios opositores: devaluación o catástrofe

La presión mediática para una devaluación drástica, que lleva meses y meses, se renovó con energía durante la corrida de los últimos días, en los que se repitieron diagnósticos catastrofistas y se sembraron más dudas sobre la capacidad del Gobierno para «llegar a las PASO», y si llega cómo sigue hasta octubre, y si llega a octubre cómo sigue hasta una posible segunda vuelta.

A Massa se le acabaron el tiempo y las posibilidades, sentenció Clarín el viernes, y el sábado agregó que todo lo que tiene el ministro es pedir sostén del FMI, mediante desembolsos anticipados. El domingo, Van der Kooy lanza la pregunta directa, cuándo ocurrirá un «derrumbe». Y en la tapa del lunes, ya está anunciado que la corrida cambiaria seguirá.

El domingo, La Nación multiplica proyecciones según las cuales la economía «no resiste” sin devaluación. «No devaluar es una certeza de fracaso», según palabras que Del Río pone en boca de un «exministro», que no tiene nombre. En el mismo diario, Rodríguez Yebra habla del «último intento» del Gobierno por «evitar el desastre total». Como es gente ingeniosa, define a Alberto Fernández como «expresidente en funciones».

A este redactor se le desliza un cierto lamento: «Massa no se rinde», escribe, y va al FMI para no aplicar la «devaluación que el mercado ve como inevitable». La combinación de la presión cambiaria con la inflación y el malestar social lleva también a Infobae a jugar con el descontrol: González pregunta si la situación desembocará en una crisis como la de 1989 o como la del 2001. El sábado el portal reforzó: «El miedo a la ingobernabilidad».

La descripción unánime en las notas de estos medios se basa en que la presión devaluatoria tiene como único culpable al Gobierno, sobre todo por su interna siempre estruendosa; es decir, que ocultan por completo que hay sectores del poder económico agazapados. Así, la no liquidación de exportaciones es atribuida a las andanzas del exasesor presidencial Aracre, no al intento del «campo» de sacarle a Massa aún más preferencias.

En el plano netamente electoral, hay alguna concesión aislada a que el anuncio del presidente descomprimió al Frente de Todos. Pero, aunque parezca increíble, las diferencias en el oficialismo le resultan insuficientes a Clarín. Tanto así que el domingo encabezó su edición con un título inaudito: una frase de Máximo Kirchner contra la vanidad de los dirigentes fue dirigida, dice una nota sin firma, al gobernador Kicillof.

El texto carece de todo sustento. En un párrafo dice que «algunos sostuvieron» que el destinatario de la frase es el gobernador. Párrafos más adelante, aparecen «otros» que rechazan la interpretación.

La maniobra es burda y, como ya es habitual, atropella toda norma del oficio de informar, pero aún así parece tener un sentido o, para mejor decir, una explicación: en estas notas se da por segura la derrota nacional del FDT, pero ahora les falta instalar que la reelección de Kicillof seguirá igual suerte. A ese fin usaron a destajo el asesinato del colectivero de la línea 620 hace tres semanas y el acto que lo siguió, con los golpes y piedrazos al ministro Berni.

Tampoco recibe consideración alguna el presidente brasileño, Luiz Lula da Silva, por una verdad que en Occidente está censurada: que Estados Unidos está haciendo todo por prolongar la guerra en Europa, entre otras cosas porque le sirve en bandeja múltiples negocios, como las compras alemanas de gas a un precio muy superior al que le pagaba a Rusia.

La condena política al vecino, multiplicada en títulos de tapa, tiene una singular derivación local. El domingo, La Nación dice que Estados Unidos había elegido a Lula como aliado y «líder» regional, pero como osó visitar China y criticar a Tío Sam, Washington apuesta ahora por un «socio estable y confiable», y según este relato son condiciones que reúne Massa.

El ministro pidió ayuda al FMI, y en esas al redactor, Del Río, se le escapó una confesión: los macristas Sandleris y Lacunza llamaron para que esa ayuda no sea concedida. Lo escribió antes de la denuncia de Sergio Chodos.

En el gallinero del dispositivo de poder opositor hay, en tanto, un desorden relatado a cuentagotas: el despido del administrador de la Corte, Marchi, por ser conocedor de los estropicios en el manejo de los fondos multimillonarios de la obra social, uno de las causas del juicio político a los jueces supremos.

En el intento de tapar la colisión, se multiplican tapas sobre el espionaje al exministro D’Alessandro, con acusaciones a «los K», como era de esperar. Y ya el lunes, Clarín y La Nación dicen haber accedido, cada uno «en exclusiva», a un informe sobre el robo de datos de jueces, en julio de 2022. Clarín lo conecta con el «hackeo» a su protegido, sin un solo dato que lo respalde.

La Nación se queja en una nota por la «disidencia incendiaria» de Lorenzetti con el despido de Marchi, en tanto en otra, firmada por Laura Serra, las quejas van, cuándo no, a los legisladores oficialistas. Es que ellos, protesta, se quieren «aprovechar» del choque que tiene todos los rasgos de una guerra entre mafiosos. Eso sí: millonarios, elegantes y educaditos.

Hugo Muleiro

Periodista y escritor.

También te podría gustar...

Deja un comentario