A propósito de una foto

Con una inflación del 50% anual y una pobreza que alcanza al 45% de los argentinos, la foto de la fiesta en la quinta de Olivos en los días de la cuarentena más estricta devalúa la palabra presidencial y defrauda la confianza que la sociedad deposita en quienes gobiernan. El episodio también deja al descubierto el amauterismo de la comunicación gubernamental.
El imaginario social es un concepto de las ciencias sociales que alude al conjunto de representaciones globales y totalizadoras de una sociedad, donde los valores, las creencias, ideas, símbolos y apreciaciones se integran para conformar lo cultural y lo simbólico. A veces, el concepto suele utilizarse como sinónimo de cosmovisión o conciencia colectiva, aunque los significados exactos difieren.
El imaginario es entonces el conjunto de ideas centrales con que una sociedad, compartiendo un mismo ámbito cultural, define lo que hay que pensar y cómo hay que pensarlo, qué es cierto y qué es falso, qué es bueno y qué es malo, y desde qué posición define la forma en que abordamos los problemas esenciales del ser humano y de la sociedad.
En la construcción de los imaginarios sociales hay elementos que son centrales para sostener el andamiaje cultural que se despliega en una sociedad. Alrededor de esos conceptos fundamentales se van a entrecruzar las significaciones que, como diría Cornelius Castoriadis, instituyen los principios de funcionamiento y de evaluación sociales que mantienen unida a una sociedad.
La foto del cumpleaños de Fabiola Yañez tocó uno de los núcleos duros de la cultura social argentina. De hecho, erosiona —como señaló Esteban de Gori en su nota Las fugas del peronismo— el imaginario de igualdad ante la ley o la norma y, sobre todo, refuerza las sospechas sobre los privilegios de la política y los políticos, lo cual provoca una merma en la confianza pública en aquellos responsables de conducir las instituciones de la democracia; es decir, resiente la legitimidad de quienes gobiernan.
La foto muestra a un hombre que se puso por encima de la ley que él mismo había dictado. Alguien que, mientras se daba esos permisos, amenazaba además con descargar el peso de las fuerzas de seguridad y del Código Penal encima de violadores de la cuarentena a quienes, además, trataba de «idiotas».
El sociólogo Daniel Feierstein —en una nota que recomendamos— sostiene que para un proyecto político cuya razón de ser es la reconstrucción de la confianza en la palabra pública y en el gobierno como herramientas de expresión de las necesidades de quienes más sufren, la foto del cumpleaños en Olivos en días en que regían las medidas de restricción tiene un peso simbólico y político importante, y constituye una afrenta a quienes hicieron sacrificios extremos en la mayor catástrofe vivida en nuestra historia. Este episodio, afirma Feierstein, alimenta el creciente avance de la antipolítica.
El manejo comunicacional por parte del Gobierno de la crisis que generó la publicación de la foto revela una fuerte incomprensión de la relación política y sociedad y la dialéctica del imaginario social.
El primero en hablar sobre la foto fue el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero. En declaraciones radiales acerca del festejo, que tuvo lugar el 14 de julio de 2020, dijo que fue «un descuido, un error» y un «evento social que no debería haber ocurrido», tras lo cual trato de relativizar la gravedad del tema con el «pero Macri». El segundo en referirse al hecho fue Aníbal Fernández, exjefe de Gabinete, quien responsabilizó a Fabiola Yáñez por el festejo en la residencia presidencial, sugiriendo que el mandatario fue sorprendido con el evento y expresó barbaridades propias de cavernícolas («¿qué iba a hacer el presidente si descubre a su mujer haciendo un cumpleaños, llevarla a la pieza y pegarle?»).
Luego de las declaraciones de Cafiero y Fernández, le llegó el turno al propio Presidente, quien desde Olavarría dijo «definitivamente me doy cuenta que el brindis no debió haberse hecho» y prometió que no se repetirá. Más tarde, y a destiempo, pidió disculpas.
Esta línea argumental busca orientar la interpretación del brindis por el cumpleaños de Fabiola como un hecho aislado, cuando el Gobierno ya había quedado tocado en su credibilidad por el llamado «vacunatorio VIP» y por repetidas demostraciones públicas del poco apego del Presidente a las recomendaciones de distanciamiento interpersonal y uso del barbijo. Y cabe recordar que, a raíz de las declaraciones misóginas del diputado Fernando Iglesias, Fernández negó haber mantenido reuniones en Olivos por fuera de sus deberes.
Volviendo a las declaraciones de Cafiero, luego de admitir que «se cometió un error, (que) no debería haber pasado, (que) estuvo mal», se despacha con una serie de críticas a una oposición que se escandaliza ahora, pero que en su momento socavó la cuarentena con manifestaciones permanentes. «Reconocemos el error —dijo— pero eso no nos va hacer corrernos de los temas que a la gente realmente le importan», Por más que haya verdad en ese señalamiento, no pareció oportuna la mención en el marco de un hecho que, simplemente, debía ser reparado con un pedido de disculpas rápida y sin atenuantes.
Como bien señaló Mario Wainfeld en su columna dominical, «el oficialismo, el presidente Alberto Fernández en persona, incurrió en una conducta indebida, contraria a su prédica y a la normativa que impulsó. El hecho es grave, resiente la legitimidad del gobierno. No lo excusan ni compensan mentiras anteriores, inconductas o inconsistencias de Juntos por el Cambio (JxC) porque esta denuncia es veraz. Y la principal agraviada por el daño cometido es la gente común».