Lula y la corrupción en el periodismo

Los informativos de TVE y Antena 3 destacaron que el presidente brasileño estuvo en la cárcel «por corrupción» pero no mencionaron que fue declarado inocente. Es un ejemplo más de la normalización de la mentira en los medios.

Un periodista corrupto es un periodista que miente a sabiendas de que lo está haciendo. ¿Cualquiera que mienta es un corrupto? No, pero en el periodismo, el respeto a la verdad es el equivalente al juramento hipocrático de los médicos. «No llevar otro propósito que el bien y la salud de los enfermos» es, más o menos, lo que Hipócrates habría hecho jurar a sus discípulos llamados a ejercer la medicina. El juramento hipocrático es, por lo tanto, un compromiso ético de los médicos. Para los periodistas, el compromiso con la verdad, más allá de cómo se enfoque, debería tener el mismo valor.

Es evidente que la mayoría de los periodistas son solo la última pieza de un engranaje de poder complejo determinado por las estructuras de propiedad y de dirección de los medios. Son, en última instancia, los propietarios y los directivos, que cuentan además con toda una estructura de mandos intermedios, los que deciden la línea editorial, los enfoques y la orientación ideológica y política. Es ciertamente incuestionable que el margen de libertad de los periodistas para ejercer su profesión es estrecho, pero una cosa es eso y otra que no se les pueda exigir que, al menos, no mientan.

Anoche vi cómo contaban los informativos de la noche de Antena 3 y TVE la toma de posesión de Lula como presidente de Brasil. A nadie le puede sorprender que el informativo de Atresmedia tenga una línea editorial de ideología derechista. En el caso de TVE puede sorprender más, pero ya sabemos que la derecha ha sabido controlar la televisión pública a pesar de la mayoría parlamentaria por culpa de un PSOE que, absurdamente, sigue pensando que el carácter conservador de los medios no le va necesariamente mal. El caso es que, en ambos informativos, destacaron que Lula estuvo en la cárcel «por corrupción». En el caso de TVE sí añadieron que la condena fue anulada, pero no mencionaron que Lula fue declarado inocente y que se trató de una operación de lawfare para evitar que compitiera con Bolsonaro en las anteriores elecciones. Es indecente decir, sin más, que alguien ha estado en la cárcel por corrupción cuando ha sido declarado inocente y cuando ha sido una víctima acreditada de lawfare, cuyo escándalo llegó al extremo de que Bolsonaro hiciera ministro al juez que le condenó.

El problema es que lo que vimos ayer no es un hecho aislado, sino un ejemplo más de la normalización de la mentira en el periodismo que se ve reforzada por un cierre de filas corporativo, también por parte de sectores progresistas que ejercen su profesión respetando ciertos principios deontológicos, pero que rara vez se atreverían a denunciar la mentira en su profesión. Los mismos periodistas que pondrían el grito en el cielo ante un caso de corrupción política y exigirían dimisiones suelen mirar para otro lado cuando son compañeros de profesión quienes mienten, o directamente sacan a relucir un argumentario de justificaciones poco presentables, o ejercen un victimismo del que ellos mismos se burlarían si los que lo llevaran a cabo no fueran periodistas.

El Ferrerasgate no solo reveló ante millones de personas la verdadera naturaleza corrupta de Ferreras y del tipo de periodismo que dirige, sino que cubrió con un manto de innoble vergüenza a decenas de periodistas progresistas que guardaron silencio o que, directamente, salieron a justificar a Ferreras y a justificarse a sí mismos por trabajar con él.

Mi tuit de ayer, en el que denuncié lo que ocurrió en los dos telediarios más vistos de España, tuvo más de un millón de impresiones pero, de nuevo, fueron llamativos los silencios de decenas de periodistas y también de figuras de la izquierda que sí han manifestado sus simpatías por Lula pero que nunca se atreven a denunciar la corrupción en el periodismo.

¿Son todos así? No, hay honrosas excepciones de periodistas profesionales que dignifican cada día a la profesión con su valor para nadar a contracorriente, pero no les voy a nombrar porque sé que eso solo aumenta la hostilidad que reciben por grupos de cobardes que cuchichean en corrillos de redacción como cardenales en un cónclave, viendo conspiraciones moradas por todas partes, prestas a asaltar su cortijo.

Fuente: Contexto y Acción (CTXT)

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Pablo Iglesias

Doctor por la Complutense, universidad por la que se licenció en Derecho y Ciencias Políticas. En 2013 recibió el premio de periodismo La Lupa. Fue secretario general de Podemos y vicepresidente segundo del Gobierno de España. Artículo publicado originalmente por Contexto y Acción (https://ctxt.es/es/) bajo una licencia Creative Commons Attribution-NonCommercial 4.0 International.

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