En bien de de los pactos democráticos de las sociedades, las plataformas digitales algoritmicas deben ser reguladas

Ilustración: Gerd Altmann /Pixabay

sersylma

Nuevas ordenamientos asoman en el universo de lo digital. En otros países, no en Argentina. Y cada una aporta mejores equilibrios entre los Estados nacionales y usuarios, por un lado, y las enormes empresas de uso algorítmico, por el otro.

Esta demanda que desde hace veinte años impulsamos en nuestro pais, aparece con fuerza concreta en gran parte del mundo. Ahora, el Parlamento Europeo se mete de lleno en el tema de la relación entre normativa y tecnología y propone desarrollar una suerte de estatuto o reglamento que garantiza la protección de derechos mediante una ley de mercados digitales y otra que refiere a los servicios digitales.

Se exige a empresas del sector a cumplir deberes concretos, como por ejemplo que exista transparencia en el uso de algoritmos utilizados en los motores de búsqueda.

A las grandes, que son parte de las GAFA, como Google, Amazon y Facebook, más otras como Instagram y Twitter cuya similitud se da en virtud de contar con más de 45 millones de usuarios, las regulaciones alcanzan niveles superiores de exigencia y deberán responder siempre y ante sus usuarios dentro de contextos claros de «debida diligencia» y con certeza en la «buena fe» de su accionar.

No es poca cosa ante un conglomerado de empresas digitales/algorítmicas que en función de su incidencia en culturas y usos y costumbres sociales fue modelando un sistema al que poco le importaban valores morales, éticos y de justicia.

El negocio es el negocio y estas gigantes compañías abusaban de posiciones dominantes y construyeron un capitalismo de red donde imperaba su voluntad y faltaban claras reglas de convivencia con sus usuarios.

Se apeló al hollywoodense ejemplo del Código Hays (aplicado en la Meca del Cine entre 1936/68) de autorregulación propia. Y por supuesto, eso no alcanza para asegurar formas democráticas y equilibradas en el manejo de plataformas y redes.

Recordemos que, sin importar causas o decisiones personales voluntarias, lo cierto es que cientos de millones de usuarios entregan sus datos y su información (sobre gustos, política, deseos, aspiraciones) a las plataformas que usando el algoritmo sin control ni transparencia convierten esos datos en valores comerciales o electorales sin anuencia del depositario de los mismos y sin solicitar los permisos correspondientes.

El Parlamento Europeo aprobó una ley para regular a los gigantes tecnológicos

Las plataformas y sus expresiones en distintos tipos de redes deberán según lo establecido por la Unión Europea (UE), que viene marcando rumbos positivos en el tema de regulaciones del campo tecnológico: asegurar respeto cierto por los datos personales, evitar contenidos ilegales, recibir y dar respuesta a quejas de usuarios.

En cuanto a la siempre fina línea que demarca libertad de expresión con derechos de los individuos, deberán evitar difundir contenidos de violencia, discriminatorios, de odio y de falsedad informativa.

Se les exigirá la presentación de informes regulares sobre sus actividades y se exige que sus auditorías se hagan mediante estructuras profesionales independientes.

Y, muy importante, al momento de valerse de formas de rendimiento económico en sus aplicaciones como vender, promocionar y recomendar productos (los conocidos algoritmos que bucean en las características personales de los usuarios) tendrán que mostrar a los reguladores, o autoridades que correspondan, el tipo de algoritmo puesto en escena.

La norma que desea poner en práctica la UE prevé fuertes multas dinerarias a quienes infrinjan la regulación. Y, en casos de incumplimientos notorios, se puede llegar a excluirlos de operar en los mercados correspondientes.

Hoy, muchas de las expresiones más visibles de las industrias culturales son las plataformas algorítmicas, y ya no lo clásico de los medios tanto gráficos como audiovisuales.

El control de las plataformas: ¿Quién le pone el cascabel al gato? | Por Guillermo Mastrini

Entonces, nuestra brega pasa por lugares más importantes que el simple hecho de cuestionar per se a las empresas digitales, o por sus rentabilidades o sus soberbios CEO. La lid tiene que ver con los derechos humanos y el respeto hacia los protagonistas centrales de la existencia de las plataformas, los usuarios.

Y agreguemos, sin caer en ideologismos, que todo proceso comunicativo tiene cierta dimensión y que esa magnitud puede devenir en alguna estratégica de control y eso varía entre lo político o la más simple intención de lograr ganancias monetarias.

Ambas cuestiones (industrias culturales y estrategias de control) atañen hoy al uso digital de algoritmos en plataformas y redes. Son parte de un proceso comunicativo de nuevo tipo y en virtud de eso destacamos la imperiosa necesidad, en bien de los pactos democráticos de las sociedades, en que sean regulados.

Como ya dijimos en otras ocasiones, sin abusivas presencias estatales ni censuras ni limitantes a libertades consagradas, pero con regulaciones.

Y siempre sosteniendo que el mejor sistema para una apta construcción en el campo de las comunicaciones/informaciones/tic que podemos tener, nacerá de la sinergia creativa entre Estado-privados-capital social- universidades-academia.

Al menos, para la Argentina, es nuestro objetivo.

Osvaldo Nemirovsci

Diputado nacional (MC) PJ-Rio Negro (2003/2007), durante ese período legislativo fue presidente de la Comisión de Comunicación e Informática de la Cámara de Diputados de la Nación. También se desempeño como coordinador de la Televisión Digital Argentina (2009-2015). Director de Pirca, Observatorio de la Industria Audiovisual Argentina. Autor del libro El desafío digital. Comunicación, conflictos y dilemas (Eduntref)

También te podría gustar...

Deja un comentario