El ajuste inevitable

Devaluación, licuación de jubilaciones y tarifazo, menos «gasto» incluso paralizando la obra pública, son componentes del ajuste que la prensa opositora instala como inevitable para el acuerdo del Gobierno con el FMI. «Washington», escribió Clarín, requiere que Cristina Kirchner avale esta política que representa traicionar el mandato popular de 2019.

Cristina Kirchner

Con ese esquema, tres notas del domingo en Clarín y La Nación se enfocan en el «silencio» de «Ella» como el dato político principal tras las elecciones del 14 de noviembre. Y aunque el presidente Alberto Fernández recibe metralla continuada por todos sus pronunciamientos tras los comicios, pero en especial por el acto del 17, Kirschbaum en Clarín enumeró con cierto entusiasmo decisiones del canciller Cafiero que, entiende, buscan congraciar a Estados Unidos: el voto contra el gobierno de Nicaragua en la OEA y el supuesto despido de Carlos Raimundi como embajador en ese Organismo, dato que resultó falso.

Lo que le importa a Washington, tipeó Bonelli el viernes, es si Cristina Kirchner acompaña o no el ajuste, definido con gracia como «plan consistente». El acuerdo político para imponerlo necesita más de la Vicepresidenta que de la oposición política derechista, agrega en nombre de supuestas fuentes estadounidenses que nunca tienen nombre ni apellido.
Según se mire, es la fórmula que propuso Macri: que el ajuste empiece ahora para que, en 2023, parte del trabajo sucio ya esté consumado. Es que el plan profundizaría diferencias en el FDT y haría todavía más difícil un triunfo peronista dentro de dos años.

A partir de este esquema, es muy curioso el despliegue político del Clarín del domingo: el jefe de redacción Kirschbaum dice que el dato saliente es que «Ella» está callada, y el columnista Van der Kooy escribe lo mismo. «Ella» está incómoda porque no tiene más remedio que sostener al Gobierno de Fernández, y Van der Kooy escribe lo mismo. Kirschbaum diagnostica que el FDT está muy inestable y lo demuestra que La Cámpora estuvo distante en el acto del 17, y Van der Kooy escribe lo mismo. Kirschbaum dice que este hecho recordó el choque de 1974 entre Perón y la Juventud Peronista, y Van der Kooy escribe lo mismo.

En La Nación, también Morales Solá y Rodríguez Yebra enfatizaron en el «silencio» de la Vicepresidenta y en la idea de que «no tienen incentivo» para romper.

En el intento macrista por tomar el poder político con dos años de anticipación, Morales Solá aporta una propuesta: si los diputados de Juntos por el Cambio, los ultras de Milei y Espert y los que responden al gobernador Schiaretti juntan fuerzas, está garantizado el rechazo a todas las iniciativas del peronismo.

Propuestas para consolidar una coalición derechista abundan en estas páginas: una vez más Pagni avisa que Milei y Espert ya son alternativas electorales, con lo que sugiere que el PRO se aproxime a ellos. Y, también como aprestos hacia 2023, Clarín da el lunes un «adelanto»: una supuesta encuesta en la que Milei sale bien parado como presidenciable.

El regodeo editorial por el triunfo de la derecha en las elecciones legislativas, con descalificaciones repetidas al Presidente por su llamado a «festejar el triunfo», incluyendo pseudodiagnósticos psicológicos y/o psiquiátricos, tuvo que ceder espacio al asesinato de Lucas González en Ciudad de Buenos Aires.

En contraste alevoso con el asesinato del quiosquero de Ramos Mejía en vísperas de la votación, este crimen no ingresa a los análisis políticos. La mayoría abrumadora de las crónicas buscan ocultar las responsabilidades políticas directas, que involucran obviamente a Larreta, al ahora diputado Santilli y el ministro Marcelo D’Alessandro, el único mencionado en este contexto. Los más destacados analistas de la actualidad política, Kirschbaum, Van der Kooy, Morales Solá, Pagni, Letjman, Tenembaum, y muchos otros y otras, eludieron en sus panoramas este tema.

Hubo dos excepciones. Uno de los Wiñazki escribió en Clarín un estrambótico «análisis» que parte del caso de un auto a contramano en la Autopista del Oeste, que causó dos muertes, como ejemplo de todo un país «a contramano», en el que los que pierden elecciones hacen un «festejo». Casi que está fundando el arte de sumar chanchos y bicicletas con la única finalidad de licuar las responsabilidades políticas por el asesinato de Salazar (como las hay en todos los crímenes, incluyendo el de Ramos Mejía). El coraje pseudofilosófico no le alcanzó al redactor para nombrar a Larreta.

Más desembozado, el domingo Morales Solá se pone burlón, siempre en función de los intereses de su amado Mauricio: dice que el kirchnerismo ataca por este hecho a Rodríguez Larreta, que es el «líder de las palomas», el que propone acuerdos. Como se dice en el barrio, le «marca la cancha» a nombre del patrón.

La misma lógica se observa en los primeros despliegues por el ataque a balazos a una comunidad mapuche en el sur andino, que causó un muerto y un herido grave. «Incidente» y «hecho confuso» son las fórmulas »informativas» del encubrimiento periodístico, junto con amplios espacios regalados al gobierno rionegrino, que busca proteger a su policía, dotada de una consistente historia de crímenes y siempre lista para colaborar con la apropiación de tierras de los pueblos originarios.

Hugo Muleiro

Periodista y escritor.

También te podría gustar...

Deja un comentario