Anarcocapitalismo, tecnofeudalismo y transhumanismo, una nueva triple alianza

Argentina se ha convertido en un experimento socioeconómico, político y filosófico para el resto del mundo; un verdadero cambio ya no solo cultural sino civilizatorio, cuyas consecuencias eran insospechadas hasta hace muy poco. En este artículo, intentaremos dilucidar los planes que se vislumbran tras los pasos de Javier Milei.

En la era de la tecnología avanzada en la que vivimos, con las rápidas transformaciones sociales que trae aparejadas, surgen corrientes de pensamiento y movimientos ideológicos que, a primera vista, pueden parecer dispares o incluso contradictorios. Sin embargo, al profundizar en sus fundamentos y objetivos, se revela una inquietante confluencia: la triple alianza entre el anarcocapitalismo, el tecnofeudalismo y el transhumanismo. Esta alianza, no oficial pero conceptual, está moldeando el futuro de la humanidad de maneras que desafían las estructuras tradicionales de poder, economía y ética. El presidente Javier Milei es uno de sus líderes experimentales.

Argentina se ha convertido en el campo de ensayo de esta alianza macabra, de la mano de su presidente, el «topo anarcocapitalista» que, según sus propias palabras, vino a destruir el Estado en beneficio de sus «amigotes tecnofeudales», y con la filosofía transhumanista de la clonación y las supuestas mejoras de la inserción de dispositivos provistos por Neuralink como horizonte deseable.

Anarcocapitalismo, mercado sin restricciones

El anarcocapitalismo es una corriente del pensamiento libertario que aboga por la eliminación del Estado en favor de un sistema de libre mercado sin regulaciones. Los anarcocapitalistas sostienen que todas las funciones que tradicionalmente ha desempeñado el Estado, como la seguridad, la justicia y la infraestructura, pueden ser gestionadas por individuos y empresas privadas en un mercado completamente libre. La competencia y el interés propio, según ellos, son suficientes para asegurar la provisión de bienes y servicios de manera eficiente y justa.

En este esquema, la propiedad privada y el contrato voluntario son los pilares fundamentales. La ausencia de un gobierno coercitivo o punitivo permitiría a los individuos actuar en completa libertad, siempre que respeten los derechos de propiedad de los demás. Sin embargo, este modelo ha sido criticado por su potencial para exacerbar las desigualdades, ya que no contempla mecanismos para corregir las disparidades económicas y de poder que podrían surgir.

Ejemplos como la intromisión de X en Brasil dejan claro cómo el poder de los Estados puede verse restringido por coerciones basadas en tecnologías vitales para la defensa, como lo demostró Elon Musk al amenazar a Lula con retirar la conectividad de Starlink si se tocaba a X.

El anarcocapitalismo, al eliminar la intervención estatal, abre la puerta a la acumulación de poder y recursos en manos de quienes ya tienen ventaja en el mercado, una carrera desigual donde algunos empiezan con la bolsa llena de adoquines. Esta dinámica, cuando se entrelaza con las tecnologías avanzadas, crea un caldo de cultivo perfecto para el segundo engranaje de esta triple alianza: el tecnofeudalismo.

Tecnofeudalismo, el retorno del poder oligárquico

El tecnofeudalismo es un término que ha ganado relevancia en los últimos años para describir un posible futuro en el que el poder económico y político esté concentrado en manos de una élite tecnológica. Este modelo remite a las estructuras feudales de la Edad Media, donde un pequeño grupo de señores controlaba vastos recursos y tierras, mientras la mayoría de la población, los siervos de la gleba, vivía en servidumbre. En el contexto contemporáneo, las «tierras» se traducen en datos, infraestructura digital y biotecnología, controlados por un puñado de corporaciones y magnates tecnológicos. Vivimos un auténtico colonialismo digital, extractivista y esencialmente desigual.

A diferencia del feudalismo tradicional, el tecnofeudalismo no se basa en la posesión de tierra, sino en el control de las redes sociales, la inteligencia artificial y las tecnologías de vigilancia masiva. Las grandes corporaciones tecnológicas, que operan en un entorno casi sin regulaciones, gracias al impulso del anarcocapitalismo, tienen el poder de moldear la economía, la política y la sociedad según sus intereses. Esto genera una nueva forma de dependencia y dominación, donde la mayoría de la población se convierte en usuario de plataformas y servicios controlados por un pequeño número de empresas.

El tecnofeudalismo, entonces, representa la cristalización de las desigualdades en un nuevo orden mundial, donde los «señores tecnológicos» tienen un poder desproporcionado sobre las vidas y destinos de millones de personas. Este poder se extiende más allá de lo económico, influyendo en el comportamiento y las decisiones de los individuos a través del control de la información y la tecnología.

Transhumanismo, más desigualdad

El transhumanismo es un movimiento filosófico y científico que aboga por el uso de la tecnología para mejorar y superar las limitaciones físicas y cognitivas de los seres humanos. Los transhumanistas creen en la posibilidad de alcanzar un estado poshumano, donde las enfermedades, el envejecimiento y la muerte se conviertan en problemas del pasado gracias a avances en biotecnología, inteligencia artificial y cibernética.

Aunque en principio el transhumanismo busca mejorar la condición humana, en el contexto de la triple alianza plantea preocupaciones éticas y sociales profundas. El acceso a estas tecnologías de mejora humana probablemente será desigual, favoreciendo a aquellos con los recursos económicos y el poder para aprovecharlas. En un mundo dominado por el anarcocapitalismo y el tecnofeudalismo, las tecnologías transhumanistas podrían profundizar aún más las divisiones sociales, creando una élite mejorada biológica y cognitivamente que amplía aún más la brecha con el resto de la humanidad.

El transhumanismo, en manos de una élite tecnofeudal, podría llevar a una nueva forma de segregación, donde las mejoras tecnológicas no solo se convierten en un símbolo de estatus, sino en una herramienta de dominación. La posibilidad de una humanidad dividida entre los «mejorados» y los «naturales» plantea desafíos éticos sobre la igualdad, la justicia y la naturaleza misma de la humanidad.

La confluencia de la triple alianza

La intersección de estos tres movimientos crea un escenario en el que el poder y los recursos están concentrados en una élite, mientras que la mayoría de la humanidad queda a merced de las dinámicas del mercado, la tecnología y la biotecnología. El anarcocapitalismo proporciona la justificación ideológica para desmantelar las barreras estatales que podrían regular o mitigar estos desarrollos; el tecnofeudalismo establece la infraestructura para la concentración del poder en manos de unos pocos; y el transhumanismo ofrece las herramientas para una nueva forma de diferenciación y control.

Esta triple alianza no es simplemente una posibilidad teórica, sino una tendencia observable en el mundo contemporáneo. Las crecientes desigualdades económicas, el poder desmedido de las corporaciones tecnológicas y los avances en biotecnología que están al alcance de solo unos pocos son señales de que estos tres movimientos están convergiendo de manera inquietante.

Conclusión

La triple alianza entre el anarcocapitalismo, el tecnofeudalismo y el transhumanismo representa un desafío formidable para las estructuras sociales, políticas y éticas tradicionales. En un mundo donde el mercado no tiene restricciones, el poder se concentra en una élite tecnológica, y las mejoras humanas están disponibles solo para unos pocos, las promesas de libertad, igualdad y fraternidad parecen más lejanas que nunca.

Enfrentar esta triple alianza requerirá un replanteamiento radical de cómo entendemos la justicia, la tecnología y el poder en el siglo XXI. Si no se aborda con cuidado, el futuro podría estar marcado por una división aún más profunda entre los privilegiados y los marginados, donde los principios básicos de la democracia y la igualdad podrían convertirse en reliquias de una era pasada.

Periodista, docente y escritor. Desarrolla su militancia dentro del Centro Cultural Azucena, entidad que otorga los premios Taty Almeida. Es uno de los fundadores de Facepopular, la red social de la Patria Grande. Colabora en distintas publicaciones.


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