¿Qué es el capitalismo de vigilancia?

En sus comienzos, Internet era una promesa utópica, pero hace varios años ya, desde el auge de las redes sociales y los smartphones, Internet funciona más como un panóptico digital que como una fuente de información y comunicación libre. Todo lo que una persona hace en Internet es procesado y analizado. Nada es gratis. Paga los servicios ofrecidos por Google y Facebook, para nombrar solo dos grandes de esta nueva y mutación del capitalismo, con las intimidades más profundas de su vida. Estos datos son procesados con el fin construir modelos predictivos sobre comportamientos futuros y crear, de esta manera, una mercancía nueva en la historia del capitalismo.

Google inauguró este capitalismo entre 1997 y el 2000, cuando tuvo que recurrir a la publicidad para mantener el negocio. Pensando en hacerla rentable y eficiente, vio la oportunidad de usar las búsquedas de internet para predecir lo que deseaban ver los usuarios y así atinar con los anuncios de los publicistas. Con los años, también se han subido al carro todas las big tech, incluida las chinas, como ByteDance, dueña de TikTok.

En la vanguardia del esfuerzo por alertarnos sobre esta novedosa y preocupante realidad mundial, está la profesora de la escuela de negocios de la Universidad de Harvard, Shosanna Zuboff. Su libro, de más de setecientas páginas, La era del capitalismo de la vigilancia, publicado en 2019 (y traducido al español en el 2021) describe exhaustivamente esta transformación en la cual somos partícipes casi sin darnos cuenta.

Algunos hechos que enumera en el libro y en la entrevista del documental son: Google Earth fue originalmente un proyecto financiado por la CIA; el juego Pokemon GO fue incubado en Google por varios años, pero lanzado tras el nombre de una empresa que se presentaba como una nueva start-up con un juego inocente y novedoso, pero cuyo propósito oculto fue recolectar datos para perfeccionar su proyecto de vigilancia y control social; y que los datos que coleccionan Facebook de las fotos subidas a su plataforma son utilizadas para perfeccionar la tecnología de sistemas de reconocimiento facial que tiene fines impredecibles a largo plazo. 

Todo esto empezó cuando «los capitalistas de la vigilancia descubrieron que los datos conductuales más predictivos se obtienen interviniendo en la marcha misma de las cosas para empujar a, persuadir de, afirmar y estimular ciertos comportamientos a fin de dirigirlos hacía unos resultados rentables».

Hay quienes dicen que esto es una exageración o, si es cierto, que aun así es un precio aceptable de pagar por la conveniencia que ofrecen estos productos. Zuboff desmiente esta tranquilidad, primero con sus observaciones teóricas y, después, con ejemplos concretos. En el centro de su descripción del capitalismo de vigilancia está una advertencia sin titubeos. Dice que esta “expropiación de derechos humanos cruciales que perfectamente puede considerarse como un golpe desde arriba: un derrocamiento de la soberanía del pueblo».

Para las personas que se encuentran con este diagnóstico por primera vez, puede parecer exagerado. O aun para un individuo que está familiarizado, en términos generales, con el funcionamiento de Internet, hay una resistencia a creer que nuestra voluntad sea tan susceptible a la manipulación.

Pero explica Zuboff: «Es muy difícil tener un concepto sobre esto por una muy buena razón. No es que somos estúpidos. Es porque estos procesos han sido disfrazados. Operan sigilosamente. Han sido diseñados para ser indescifrables, indetectables, para crear ignorancia en un vasto grupo que consiste de todos nosotras y nosotros, los que ellos llaman usuarios. Nuestra ignorancia es su delicia».

Zuboff siempre remata sus observaciones con ejemplos concretos; en este caso ejemplifica: «Facebook experimentó con implantar señales subliminales en sus páginas con el objetivo de influir en comportamientos en el mundo real offline. Querían ver si podían lograr hacer a sus usuarios más contentos o más tristes usando señales subliminales a través de la manipulación del lenguaje. Cuando los encargados de este experimento publicaron los resultados de su trabajo en una muy prestigiosa revista académica, enfatizaron dos descubrimientos clave: uno, ahora sabemos que podemos manipular señales subliminales en el contexto online para cambiar comportamientos y emociones en el mundo real; dos, podemos ejercer este poder y estos métodos sin que el usuario se dé cuenta». 

Para Zuboff, este sistema amenaza la democracia en tanto en cuanto las grandes tecnológicas buscan maximizar sus beneficios reduciendo a los ciudadanos a meros usuarios y presionando contra las leyes que limitan sus acciones. La Unión Europea fue la primera en mostrar su preocupación por proteger los datos personales de los ciudadanos, y para ello aprobó en 2016 la Regulación General de Protección de Datos. El estado de California en Estados Unidos le siguió con la Ley de Privacidad del Consumidor en 2018, pero el comercio de datos no se detiene. Los historiales de navegación y los perfiles en redes sociales son el petróleo del siglo XXI.

Ciertamente, la brecha entre la esperanza y optimismo en el amanecer de Internet con su realidad actual es cada vez más considerable. ¿Hay alguna manera de volver a la Internet de los comienzos? Zuboff no es nihilista y tampoco carece de esperanza, pero es una esperanza diferente a la de Tim Berners-Lee, creador de laWorld Wide Web. Para Zubof es algo así como el dilema del protagonista de la clásica y algo profética película de 1999, Matrix. Allí Neo, su protagonista, es confrontado con una elección: puede tomar una píldora azul que le devolverá a su vida complaciente, seguro de que el mundo, en el fondo, es racional y benévolo; o, por lo contrario, puede tomar una píldora roja que le revelará los mecanismos ocultos y nefastos detrás de la realidad. 

Desde la perspectiva de Zubof, enfrentar el capitalismo de vigilancia es un poco como tomar la píldora roja. Es un intento por delinear un camino posible hacia una nueva libertad, individual y colectiva, en un momento donde el comercio, los dispositivos de comunicación y los gobiernos totalitarios están en riesgo de fusionarse y crear una distopía más escalofriante que cualquier pesadilla de Orwell.

Titular emérita de la cátedra Charles Edward Wilson de la Harvard Business School, la escuela de administración de empresas de la Universidad de Harvard. Es autora de In the Age of the Smart Machine: The Future of Work and Power, y de The Support Economy: Why Corporations Are Failing Individuals and the Next Episode of Capitalism. Es doctora por la Universidad de Harvard y graduada por la Universidad de Chicago.


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