La Constitución nacional asegura la retribución docente

Hay que terminar con el «doble discurso político», en el que se resalta el importante accionar de la docencia, pero en los hechos no hay la suficiente inversión en educación. Algo similar sucede en materia de salud.

En la Argentina asistimos a un grave momento respecto al reconocimiento que merecen los docentes en general. Funcionarios que insultan la tarea docente considerándola como una tarea menor, que tiene muchas vacaciones. No se valora el tiempo de realización del trabajo (dentro o fuera del aula o de la escuela), la carga en número de alumnos, tampoco las responsabilidades y la complejidad cada vez mayores de las tareas educativas que no están remuneradas, sin una asignación de valor económico específico. Reciben amenazas quienes hacen huelga por legítimos reclamos y se les descuenta los días de paro. En la provincia de Córdoba, atento a las exigencias indebidas de cierto personal directivo, asistimos a la muerte de dos docentes. También se los ataca, por apoyar reclamos del alumnado, que hacían presente la mala calidad de la alimentación que se les provee en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Han sufrido y sufren incumplimientos de sueldos acordados, como lo que sucedió en Chubut, lo que trajo el deceso de dos docentes en un accidente al regresar a su ciudad de una asamblea llevada a cabo en Comodoro Rivadavia. Por ese conflicto se condenó penalmente a la dirigencia sindical que reclamaba derechos incumplidos por el gobierno provincial y se manifestó al respecto, pero no se aplicó responsabilidad alguna a los funcionarios causantes de la injusticia del no pago debido y los sufrimientos infringidos al sector docente. Se han dado y dan muchas situaciones graves como las antes referidas y uno de los aspectos centrales de la degradación que se somete a las y los educadores se produce con motivo de las remuneraciones inadecuadas que se les abona, que no respetan sus derechos consagrados con jerarquía constitucional. 

Mandato constitucional de cuidar a la docencia

En diciembre de 1966, la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) aprobó el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, que Argentina adoptó mediante la Ley 23313 y adquirió rango constitucional en su obligatoriedad, al haberse incorporado a la Constitución nacional, en 1994, (art. 75, inc. 22).

Dicho tratado internacional establece, entre otros importantes aspectos, que los Estados partes en el Pacto, como nuestro país, se comprometen a asegurar «el derecho de toda persona a la educación y reconocen que, con el objeto de lograr el pleno ejercicio de este derecho se debe mejorar… continuamente las condiciones materiales del cuerpo docente» (art. 13, apart. 2, inc. e).

El objetivo estratégico de educar es tan importante, que la norma, a diferencia de otros mandatos constitucionales, fija una pauta dinámica de «mejorar continuamente» no solo la retribución a los docentes, sino otros aspectos que hace a sus condiciones materiales y a los demás requerimientos necesarios para cumplir debidamente la tarea. El Pacto establece que siempre se debe estar pendiente de optimizar las condiciones del sector y, por lo tanto, lo que se haga en ese aspecto, en todo momento, debe entenderse transitorio y pendiente de ser ampliado positivamente.

Sin embargo, en Argentina, se ha llegado a un gran deterioro de la retribución docentes por la inflación, entre otras causas, al punto tal que, en muchos casos, el sueldo que se cobra es inferior al monto establecido como de la línea de pobreza; monto este último que se calcula teniendo en cuenta el poder adquisitivo necesario para satisfacer las necesidades básicas, esenciales en dignidad para su vida y la de su familia.

Asimismo, resulta inaceptable que los docentes deban esperar decisiones tardías por las que se reajuste sus salarios, en valores que no necesariamente compensan el período de reajuste para el pasado y a su vez, lo que resulte del desfasaje lo deben cobrar en cuotas para el futuro, mientras sigue operando la inflación que sigue deteriorando sus ingresos mensualmente.

A lo que se suma la angustia que viven las y los docentes en los últimos tiempos, si se tiene en cuenta que nunca la docencia tuvo, como ahora, que pelear para lograr lo elemental para subsistir.

Cláusula gatillo automática

En función del Pacto referido, constitucionalmente incorporado, la cláusula gatillo de actualización monetaria de los sueldos docentes, debe entenderse obligatoria y automática, una vez que se dé por el Instituto Nacional de Estadísticas y Cencos (Indec), el índice de inflación, correspondiente a cada mes.

Las garantías contenidas en los tratados internacionales de derechos humanos son aplicables obligatoriamente, tanto en el orden nacional, provincial como municipal, aunque no exista una ley interna que las reglamente.

Por su parte, también sirve como faro en este tema, la recomendación de1966, de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco, por su sigla en inglés), relativa a la situación del personal docente. Esa conferencia intergubernamental fue convocada con la firme convicción que el tema a tratar era de importancia enorme para el bienestar de la humanidad y de las naciones. Se resaltó «el papel esencial del personal docente en el progreso de la educación, la importancia de su contribución al desarrollo de la personalidad humana y de la sociedad moderna, interesada en asegurar al personal docente una condición que esté acorde con ese papel».

También se señaló, que se debe garantizarse «un nivel de vida satisfactorio tanto para el personal, docente como para sus familias, así como permitirle disponer de los recursos necesarios para perfeccionarse o desempeñar actividades culturales y, por consiguiente, afianzar sus cualificaciones profesionales».

Por todo lo cual, y con base en lo referido, se debe exigir la respuesta necesaria en la fijación de las pautas remunerativas acorde con lo establecido constitucionalmente. Hay que terminar con el «doble discurso político», en el que se resalta el importante accionar de la docencia, pero en los hechos no hay la suficiente inversión en educación. Algo similar sucede en materia de salud.

Resulta de particular importancia también que los gremios docentes planteen los derechos referidos o lleven adelante las acciones pertinentes para hacerlos garantizar adecuadamente. Llama la atención lo poco que se habla por la dirigencia gremial de los aspectos que aquí desarrollo.

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Miguel Julio Rodriguez Villafañe

Abogado constitucionalista cordobés, exjuez federal de Córdoba, especialista en Derecho de la Información y periodista de opinión

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