Hay copitos Made in USA, con escribientes
La graciosa denominación «los copitos» para el grupo que intentó asesinar a la vicepresidenta Cristina Kirchner es uno de los recursos con los que la prensa opositora sigue buscando quitarle contenido político al acontecimiento, mientras recupera espacio la presión del gobierno estadounidense y del poder financiero internacional para profundizar el ajuste económico que, cada día, le resta posibilidades al Frente de Todos en las elecciones de 2023.
La interpretación editorial de los resultados de la gira del ministro Sergio Massa por Estados Unidos parte de aceptar la envergadura de las reuniones que mantuvo, pero sólo para decir que tanto el FMI como la mandamás del Tesoro, Janet Yelsen, hicieron severas advertencias sobre lo que debe hacer y sobre lo que no puede hacer.
En La Nación, Morales Solá llegó al extremo de sostener que estas advertencias conciernen incluso a la permanencia de Massa en el cargo. En el mismo diario, un artículo del corresponsal en Washington desplegó el miércoles una línea que Bonelli, en Clarín, consolidó el viernes: Yelsen y Georgieva se mostraron felices con el ministro, su orientación y sus colaboradores, pero desconfían de la vicepresidenta, hasta dónde acompañará el ajuste, hasta cuándo se resignará por el rumbo adoptado.
En suma, nuevo libreto para el proyecto constante de quitarle a «Ella» y sus «ideas alocadas», como las tilda Bonelli, capacidad de incidencia en la disputa por el poder político y económico. Copitos hay por doquier: Bonelli, así como Francisco Jueguen en La Nación, no olvidan la defensa de los bolsillos de la patronal agroexportadora y arriesgan hipótesis sobre la tan anhelada y fomentada devaluación que Massa, hasta ahora al menos, se resiste a aplicar.
En tanto, Clarín, La Nación e Infobae no tienen más remedio que incluir las novedades sobre el grupo que intentó el magnicidio pero, eso sí, relegan a los últimos párrafos o directamente censuran la progresiva aparición de datos sobre las conexiones políticas, y reiteran casi diariamente que la «hipótesis» de un complot organizado es una «estrategia K» para «victimizar» a la vicepresidenta y que no hay nada al respecto formalizado en el expediente.
La oposición derechista repite este guión, como lo hizo Macri el domingo, en lo que su exfuncionario Ricardo Carpena definió en Infobae como el comienzo de varias apariciones con periodistas a su servicio. Un casi cariñoso «loquitos» es el diminutivo que el jefe del PRO eligió con la misma finalidad: negar contenido político al intento de asesinato.
Si la AFI proporciona audios sobre la relación de los acusados con la derecha política, los incautos lectores de estos medios difícilmente podrán enterarse. Por caso, La Nación en línea envió esta novedad a la séptima pantalla, bien abajo, allá por donde nadie llega.
No faltan toques maliciosos: el Panorama empresario del viernes en Clarín, firmado por Bonelli, desliza como quien no quiere la cosa, sobre el intento de asesinato: «Algunos acusan sin pruebas y señalan a Jaime Stiuso». Da para tomar a broma estas prácticas nauseabundas si es que se las puede separar de otras, como el renovado protagonismo mediático de una de las máximas estrellas de la escudería comandada por el ¿ex? espía, la jueza Arroyo Salgado, a quien el canal de La Nación le da sostenida visibilidad.
La recuperación de Macri de los primeros planos, que incluye la aparición de un libro con su firma, está siendo adornada en estos medios con unos toques novelescos, por el supuesto desacuerdo con la candidatura presidencial por parte de Awada, la señora que se nos presenta como esposa fiel y compañera infaltable del expresidente.
Y después de varios días de ignorar los alegatos de otros acusados, recuperó espacio el juicio por la obra pública, por la intervención de los abogados de Cristina Kirchner quien (no podía faltar la frase), «ataca» a Luciani, el jugador de Los Abrojos.
Es que habrá fallado la bala de los copitos-loquitos, pero estos jueces tienen reservada una bala que «sí saldrá», como tituló Clarín en tapa del lunes 12, una estremecedora confesión del objetivo de fondo, cualquiera sea la forma.
El degradado periodismo argento cumple una semana de pleitesía y genuflexión ante la corona británica, con tanto despliegue sobre pompa, gestos, muecas e indumentaria de la casta que no tuvieron espacio para informar sobre la huelga general del jueves en Uruguay, por la sencilla razón de que esa protesta contradice la reiterada publicidad en torno del presidente derechista Lacalle como ejemplo continental.
Sin embargo, en especial Infobae ametralló con títulos y notas al presidente chileno Boric, por retrasar una reunión con el embajador israelí como forma de protestar por el enésimo crimen de guerra cometido por las fuerzas de ese país contra civiles palestinos indefensos. Es que los copitos mediáticos serán loquitos, pero no se equivocan de vereda.