El estilo Martín-Barbero
En estos tiempos de comunicación excesiva, conviene hacer una pausa para rendir homenaje a quien nos enseñó a pensar de otra manera y a convertir la investigación en comunicación en un campo no sólo de teorías sino también de reconocimiento cultural, de prácticas que desencadenen procesos de identificación cultural.
En América Latina, Jesús Martín-Barbero es una estrella pop y un académico querido con miles de seguidores cautivados por su manera original de pensar, imaginar e investigar las relaciones entre comunicación, cultura y política. Este ensayo explica cinco características del estilo de Martín-Barbero: (i) sus reflexiones sobre expresiones de la cultura popular y de masas como la música, las telenovelas, las ferias y las celebraciones; (ii) su mirada hacia y desde los territorios locales, las identidades; (iii) su manera innovadora de pensar desde el Sur Global en diálogo con la filosofía occidental; (iv) su propuesta de una teoría de las mediaciones como forma de entender las interacciones culturales y la producción de sentido social; y (v) una pasión intelectual que lo llevó a involucrarse audazmente en cuestiones políticas en la sociedad. Como uno de sus estudiantes y colegas, el ensayo termina con mis propias nociones de lo que un investigador de la comunicación debe hacer/ser.
El legado intelectual de Jesús Martín-Barbero se encuentra en su permanente obsesión por entender los fenómenos culturales desde una perspectiva diferente. Su trabajo se caracterizó por una búsqueda constante de nuevas ideas para dar sentido a las prácticas de la vida cotidiana. En América Latina, quienes trabajamos en el campo de la comunicación y la cultura a partir de él, abordamos los mensajes de los medios con otros ojos; estamos verdaderamente convencidos de que los medios son mucho más que meros negocios, marketing y códigos culturales. Nos hemos dado cuenta de que los medios juegan un papel importante en los procesos de reconocimiento, los juegos de identidad y la construcción de culturas que median la experiencia vivida.
Siempre que el profesor Jesús Martín-Barbero subía al escenario a dar una conferencia, los asistentes nos emocionábamos porque no se centraba en el tema principal, sino que hacía uso de la oralidad y viajaba por ideas que nos hacían pensar. Y pensar de otra manera, además.
Jesús Martín-Barbero fue nuestro mentor, llegó de España y luego se convirtió en un ciudadano colombiano de sangre latina que se empeñó en inventar nuevas formas de pensar la comunicación, la cultura, los medios, lo popular, los jóvenes, las mujeres, las sensibilidades, las tecnologías, etcétera, todo lo que le daba un «mal de ojo» a los intelectuales de las ciencias sociales. «Mal de ojo» fue el término que Martín-Barbero usó para referirse a la dificultad de los académicos y las élites para investigar y comprender «lo popular», y aún más «lo masivo» o las culturas de masas como lugares de significado y pensamiento social. Un ejemplo de tal dificultad es la declaración de Adorno (Horkheimer y Adorno, 1988) hecha en 1944 según la cual la cultura de masas representaba la decadencia y la ruina de la cultura. Son numerosos los ensayos y cinco conocidos libros escritos por Martín-Barbero en los que abordó creativamente este terreno cultural: Comunicación de masas: discurso y poder (1978), donde fue pionero en las formas en que la política habita los medios y los modos de dominación y resistencia que existen en las máquinas de enunciación de mensajes colectivos; De los medios a las mediaciones (1987), su obra maestra, que nos lleva a habitar la comunicación y la cultura como lugares atravesados por historias y conocimientos sobre territorios, identidades, políticas y lo popular; Televisión y melodrama (1992 ), que analiza el producto cultural masivo latinoamericano, la telenovela, para comprender sus profundas raíces en la cultura popular; La educación desde la comunicación (2002), una declaración sobre el papel de la educación en los modos contemporáneos de comunicación como herramientas para el compromiso cívico y la transformación de las sociedades; y finalmente, Oficio de cartógrafo (2002), donde relata sus maneras de examinar los mapas nocturnos, escuchar los territorios y dialogar con jóvenes y gente de las artes latinoamericanas.
Hoy, Jesús Martín-Barbero es una estrella del pop en América Latina y un académico muy querido por miles de seguidores de su original manera de pensar, imaginar e investigar la relación entre comunicación, cultura y política. Esta original manera de pensar —lo que aquí llamo el estilo martinbarberiano— se encuentra en la manera de nombrar, escribir e imaginar el mundo social. Implica una forma de ser específica del Sur Global, pero que, sin embargo, está en diálogo con las influencias y los residuos coloniales del Norte Global.
El estilo de Martín-Barbero se enuncia en mantras, ideas que parecen eslóganes y que sirven como tutoriales para intervenir en los campos de la comunicación, los medios y la cultura. Algunos buenos ejemplos de mantras de Martín-Barbero son:
- Tenemos que perder el objeto (de la comunicación) para ganar el proceso (de la cultura)
- Investigar en el campo de la comunicación significa ver con otros.
- Debemos pasar de los medios a las mediaciones
- La cuestión clave no son los efectos de los medios, sino los procesos de reconocimiento e identificación que ocurren cuando las personas utilizan los medios.
- Necesitamos pasar del razonamiento y la ilustración a contar y narrar.
- Mientras que la televisión comercial está hecha para el consumidor, la televisión pública se produce para el ciudadano.
- Internet no es una revolución en la distribución de información (como la imprenta de Gutenberg) sino en la escritura.
- Estamos escribiendo de manera oral-visual.
Estos mantras de la comunicación se repiten con frecuencia en América Latina, pero no sabemos realmente qué significan. Esto es así porque la manera de pensar e imaginar de Martín-Barbero significa provocar, perturbar y perturbar en lugar de definir. Significa dejar el significado abierto a la aventura, como un trabajo en progreso. Los académicos están entrenados para obsesionarse con definir. De hecho, podría decirse que se pelean por definir. Pero la lucha de Martín-Barbero contra el maniqueísmo y el dualismo involucrado en la definición —que es común en la religión, la izquierda y la derecha— le permitió pensar y nombrar desde un lugar de ambigüedad, el lado gris de las cosas, el intermedio. Al hacerlo, logró «insinuar», «provocar», «incitar» para que sus lectores y sus audiencias encontraran sus propios caminos hacia la imaginación del significado. A continuación se describe las cinco características principales del estilo martínbarberiano.
1. Cultura y comunicación populares
Martín-Barbero (1987) sostuvo que en el estudio de la comunicación, la cultura y la política, la pregunta sobre el significado de «popular» no puede eludirse. El concepto martinbarberiano de lo popular masivo implica alejarse de la investigación centrada en los medios norteamericanos y europeos sobre el poder supremo de los medios sobre la articulación de la «cultura pop» dominante, las cuestiones políticas y las personas. Lo popular no es la cultura pop del norte sino una práctica de territorios, identidades, política, medios de comunicación y cultura (Rodríguez, 2019 ). Es una mezcla de identidades, conocimientos y prácticas tradicionales, más medios y cultura pop. Cuando el pensamiento y el sentimiento están arraigados en lo popular, la narración es la principal forma de dar sentido. Lo que Martín-Barbero nos enseñó es que, con demasiada frecuencia, las experiencias de las personas solo pueden comunicarse en historias. Esta concepción de la cultura popular permite estudiar el acto contradictorio de resistencia y complicidad que se da en las expresiones culturales populares de masas, como la música, las telenovelas, las ferias y festivales, y las celebraciones populares.
La conceptualización de Martín-Barbero de lo popular se apartaba tanto de la idea marxista de imperialismo cultural como del concepto de industrias culturales de Theodor Adorno de 1944 (Horkheimer y Adorno, 1988), nociones ambas que afirman que en la cultura popular la gente no tiene el poder de crear nuevos significados. Martín-Barbero fue más allá de estos conceptos, para creer en la gente y señaló la densidad y ambigüedad de lo popular que es, al mismo tiempo, un conjunto de prácticas y experiencias de sumisión, complicidad y resistencia. La idea era destruir el maniqueísmo positivo que engrandecía el poder manipulador de los medios, los empresarios y las industrias culturales para idealizar a la gente ilustrada y a las clases elitistas. O la unilateralidad miope de los marxistas que rinden culto a la gente y a la cultura popular incondicionalmente; es bien sabido que para los latinoamericanos de izquierda, la «cultura popular» es la patria de las revoluciones. La jugada maestra de Martín-Barber fue alejarse de los caminos académicos e ideológicos predeterminados para lograr una comprensión más profunda de cómo la remezcla y la ambigüedad de lo popular se entrelazan con cuestiones políticas y culturales.
El trabajo de Martín-Barbero fue, entonces, una intervención directa y sostenida en el concepto de cultura popular como depositaria de las ideas de los poderosos. La sacó de la periferia y la colocó en el centro para describir «lo popular de masas». Su intrusión teórica siguió cuatro hilos interrelacionados: 1) Privó al concepto de su aura de exotismo, folclore y subalternidad, asumió que las industrias culturales producen significados y prácticas que van mucho más allá de la dominación; 2) Se atrevió a examinar, comprender y explicar productos espurios de la cultura, como las telenovelas, la música y las celebraciones populares (es decir, el carnaval, las fiestas patronales y los festivales); 3) También invadió cuando decidió abordar su investigación con narrativas que son más apreciadas por su repetición que por su originalidad (la estética de la repetición); 4) Finalmente, se atrevió a investigar los aspectos del significado que no se centran en el aprendizaje o el razonamiento, sino que surgen de la lógica del reconocimiento, aquellas prácticas y narrativas que las personas encarnan en su búsqueda de identidad y pertenencia, prácticas y narrativas que empoderan a las personas en lugar de recordarles su falta de conocimiento.
En consecuencia, Martín-Barbero descubrió que el placer de lo popular no reside en el consumo sino en volver a contar lo que uno vio, escuchó o leyó, porque el hecho de volver a contar se convierte en parte de la vida de las personas y ejemplifica cómo el significado y el sentido se producen desde abajo. Valiéndose de estos cambios de concepción y perspectiva, lo popular de masas es visto como una nueva forma de existir de lo popular, que surge en nuevos espacios de conflicto —en el barrio y en el hogar, en situaciones de salud, en las relaciones amorosas, en la seguridad social, en los espacios religiosos— y que tiene como eje a nuevos actores sociales como las mujeres, los jóvenes, los jubilados y a subculturas urbanas emergentes como la prostitución y el alcoholismo, la homosexualidad y la drogadicción, la delincuencia, etc.
Lo popular no es, por tanto, una doctrina ni un adjetivo. Es una experiencia que supone el diálogo y la articulación entre las industrias culturales (cine, televisión, radio, medios impresos y música), las formas de estar de los pueblos en sus territorios (comida, fiestas, muerte) y las identidades (afrodescendientes, pueblos indígenas, mujeres, jóvenes, entre otros). Es una remezcla que produce sentido y, sobre todo, goce que emerge y se enraíza en la vida de las personas, creando así una realidad donde el virtuosismo y el canon de belleza desaparecen para ganar la vitalidad de la vida cotidiana (Rincón y Amado, 2015).
Martín-Barbero no era un creyente ingenuo en lo popular. En cambio, señaló nuestra necesidad de preocuparnos por «el entrecruzamiento, el entrelazamiento de la sumisión y la resistencia, de la contestación y la complicidad», siempre que en los medios masivos y en las industrias culturales haya una «nueva forma de existir de lo popular». En consecuencia, sugirió una concepción de lo popular en la que las ambigüedades de la modernidad inacabada se mezclan con nociones ancestrales del «buen vivir», y las culturas populares lujuriosas y sabrosas se mezclan con las narrativas. Su idea de lo popular no escatima ni emociones ni política. Está llena de espiritualidad y religión (o rituales); mediatiza (interactúa con los medios digitales y la cultura mediática); entretiene (infunde emociones en el ocio y la vida colectiva); y politiza a los individuos en su articulación con las industrias culturales. Lo popular se concibe tanto como una experiencia de reencantamiento con el mundo a través de la reivindicación de los placeres cotidianos, como —desde la perspectiva de la ilustración— una expresión anárquica de un pecado cultural porque implica placer físico, goce público, goce colectivo, expresión narrativa del ser. Por lo tanto, lo popular es una experiencia cultural que abarca «la reinvención de lo festivo en el sentido ritual más fuerte, en el sentido del tiempo denso de reunión comunitaria».
En teoría, lo popular es el «recuerdo de una experiencia sin palabras que sólo puede volverse real cuando se cuenta» (Martín-Barbero y Muñoz, 1992). Ésta es la cuestión clave: lo popular existe como sujeto de narración, no como concepto. En la misma línea de pensamiento, García-Canclini (1989) afirmó que la comprensión de las culturas populares requiere «la inclusión de impulsos emocionales y la participación en actividades de apoyo o auxiliares en las que tanto los grupos dominantes como los subalternos se necesitan mutuamente», actividades que no pueden ser inspiradas por quienes están en el poder. García-Canclini también sugiere que las relaciones culturales consisten en «caminos transversales para gestionar los conflictos». En este sentido, lo popular proporciona a las comunidades estrategias para gestionar los conflictos. Por lo tanto, abre caminos alternativos para coexistir y ser parte de un grupo. De hecho, lo popular solo puede existir en la colectividad, en lo común.
La elaboración martinbarberiana de la cultura popular se inspira en América Latina, es la remezcla de conocimientos ancestrales, folclore, territorios, prácticas cotidianas, identidades, medios de comunicación masivos, redes sociales y la coolture (Rincón, 2018), que es la forma cultural del siglo XXI y del capitalismo, siendo el entretenimiento su valor supremo y fuente de sentido. Comprender lo popular latinoamericano significa participar en la vida de las comunidades, compartir sus «marcas de nacimiento», sus «maneras de practicar», sus «tácticas» cotidianas, todas «esas celebraciones elusivas, poéticas y no estáticas a las que se hace referencia como «inventiva de los débiles»» (De Certeau, 1979 ).
A partir de esta comprensión de la cultura popular, Martín-Barbero investigó diversos temas: las telenovelas (Martín-Barbero y Muñoz, 1992) como clave para entender las formas de sentir y significar en América Latina; la música popular (del tango a la ranchera, del bolero al rock) como viejas y nuevas tramas sentimentales emergentes; los cementerios y los mercados (Martín-Barbero, 1981) como redes espacio-temporales donde se juegan distintos significados; con las celebraciones colectivas en el centro.
Desde esta perspectiva, deberíamos dedicar menos tiempo a estudiar los efectos de los medios y más tiempo a tratar de entender cómo los medios y la cultura generan reconocimiento y procesos de construcción de identidad. Al hacerlo, Martín-Barbero nos invitó a concebir las telenovelas como una lucha por el reconocimiento cultural de América Latina, un continente que encuentra en el drama el reconocimiento de quién es. Por lo tanto, la trama de nuestras telenovelas siempre está impulsada por una identidad evasiva y una lucha por ser reconocido (Martín-Barbero y Muñoz, 1992). También nos invitó a pensar en los cementerios y las «plazas de mercado» como espacios culturales donde las relaciones, las conversaciones y otras experiencias de comunicación, cultura y política están ancladas en ambigüedades, corporalidades, memorias e identidades que obstaculizan la búsqueda de eficiencia, productividad y anonimato del mercado. Las telenovelas (donde el éxito se alcanza a través del amor), la música popular (donde corporalidad y emociones se articulan en forma de tango, bolero, ranchera, cumbia …), los cementerios (donde se celebra la muerte como fuente de historias), las plazas de mercado (donde la comida significa identidad colectiva), las fiestas y carnavales (donde se deja de lado el capitalismo para disfrutar la experiencia de devenir y ser con los otros) son los espacios, tiempos y prácticas donde lo popular se expresa con plena vitalidad, lejos de las prácticas estandarizadas y de la búsqueda de tiempos eficientes. Entender estas prácticas populares como experiencias de construcción de sentido las convierte en prácticas de reencantamiento —en el sentido religioso del término— de la identidad, modos de performance comunitaria, formas festivas y alegres de devolver la corporalidad a la vida cotidiana; y lejos de la secularización y racionalización de la vida cotidiana y de los procesos de construcción de identidades.
2. Ver con otros
Lo que solemos hacer los académicos es preguntar, pero Martín-Barbero nos enseñó que nuestro principal objetivo debe ser cambiar el lugar desde donde hacemos nuestras preguntas, pasando de lugares seguros a lugares inestables. Esto significa mirar los fenómenos desde un ángulo diferente, escuchar lo que tienen que decir los jóvenes, sus sensibilidades y desde dónde están experimentando/interpretando, involucrarse con prácticas artísticas, pensar desde abajo, creer en las comunidades, en los otros y en la belleza. Por eso, su propuesta fue pasar del razonamiento y la ilustración al storytelling/narración. Martín-Barbero habló de «contar para contar», un juego de palabras donde «contar» significa narrar y al mismo tiempo contar políticamente. Al mismo tiempo, señaló la necesidad de investigar y crear con y desde los territorios e identidades locales, así como nuestra obligación de ver los medios masivos, los medios digitales y la cultura popular con y desde los otros (Martín-Barbero y Corona, 2016).
Nos obligó a cambiar nuestra perspectiva y a empezar a pensar en quienes disfrutan de los medios masivos, los medios digitales y la cultura pop porque es ahí donde se encuentran nuestros sentidos: en lo que la gente hace, ve, lee, oye. El placer y la alegría son los valores clave, centrales a la experiencia cultural vivida. Además, la alegría de la gente reside en el relato de lo que ve, oye o lee. Por lo tanto, hacer investigación en el campo de la comunicación significa «ver con otros» para que, como investigadores, entendamos que nuestra investigación necesita contar, documentar, interpretar la compleja heterogeneidad de las identidades. La interacción de las personas con los medios es como un trampolín que las lanza a crear sus propias narrativas a partir de sus propias experiencias de vida.
Este cambio de perspectiva transforma el concepto/práctica de la investigación en comunicación y cultura al abrirlo a caminos poderosos hacia la diversidad, la diferencia y la fragmentación. La investigación en comunicación y cultura debe centrarse en la práctica y el significado, pero sobre todo en el disfrute, el conocimiento y la política. Necesitamos cambiar nuestro lugar de compromiso como investigadores, debemos mirar a quienes disfrutan los medios y los rituales populares porque es allí donde se puede encontrar el significado: en lo que la gente hace con lo que ve, lee y escucha. Así es como Martín-Barbero se dio cuenta de que la investigación en comunicación, cultura y política significa «ver con otros», comprender la experiencia de los otros de ser reencantados por su identidad en todo lo que es comunitario y festivo.
3. Vivir en la contradicción de la modernidad
Martín-Barbero fue hijo de la modernidad y de la Ilustración. Creció en una época en la que la modernidad se concebía como utopía, pero él defendió un pensamiento crítico y una perspectiva de derechos humanos. Estudió filosofía en España, vivió y estudió en París y obtuvo su doctorado en Lovaina, Bélgica. Su intención era ser moderno asumiendo una perspectiva crítica para luchar contra las hipocresías del mundo occidental y revelarlas, y explorar una forma de pensar menos blanca, menos occidental, menos masculina. Su esperanza crítica estaba puesta en el sur, pero en diálogo con la filosofía occidental. Desde el sur fue más allá de la modernidad para crear lo que llamó jodernidad, un juego de palabras entre joder y modernidad, una especie de modernidad lúdica, más caótica y abierta a la diferencia, a las versiones femeninas, afro, indígenas, gays, trans y jóvenes de la vida (Martín-Barbero, 1987).
Martín-Barbero sostuvo que, en los estudios de comunicación, debemos dejar de lado el objeto para ganar en el proceso. Esto significa dejar de centrar nuestro pensamiento en los productos de comunicación y comenzar a considerar la lógica cultural detrás del proceso de diseño, producción y circulación de mensajes. Significa investigar e interpretar cómo las personas consumen, disfrutan y usan los medios masivos, los medios digitales y los productos culturales. Al cambiar el lugar donde se formulan nuestras preguntas, podemos hacer que los procesos de los medios y el significado cultural sean investigables.
4. Los impulsos políticos impulsan la cultura y la comunicación
Jesús Martín-Barbero fue más que un académico. Fue un intelectual público porque se involucró con audacia en cuestiones políticas sobre la sociedad y se preocupó por transformar la realidad. Quiso intervenir en su comunidad, construir una nueva forma de pensar que implicara acción política, fomentar narrativas colectivas y transformaciones políticas. Tal vez sus ambiciones impulsaron su deseo de investigar donde existe esperanza, sobre temas que a los académicos no les gusta explorar, como las prácticas populares de comer, llorar, disfrutar y morir, y los productos culturales de los pobres (música, telenovelas, ferias, carnavales y celebraciones).
Martin-Barbero afirmaba que sin política no hay cultura ni comunicación, y que la sociedad se reinventa escuchando a lo popular. Por estas razones, luchó permanentemente contra el dualismo moral (de Dios y de la familia) y el maniqueísmo ideológico (de izquierda y de derecha). Su búsqueda constante de la ambigüedad y de la diversidad lo desafió a salir de la comodidad moral y superior del pensamiento académico, de los marcos teóricos y del conocimiento occidental. Esto significa que, en comunicación, no podemos obviar cuestiones como la diferencia, la diversidad cultural y cómo el poder se teje en esta malla.
5. De los medios a las mediaciones
En 1987 se publicó De los medios a las mediaciones, un libro escrito desde el sur, un diálogo entre la filosofía europea y el pensamiento latinoamericano que revela el sentir popular de nuestra heterogeneidad cultural. Se trata de la categoría más citada pero también la menos apreciada/comprendida/intervenida en los estudios de comunicación y cultura. A pesar de sus más de trescientas páginas, el libro de Martín-Barbero no contiene una definición clara de «mediación». Y esto es así porque don Jesús eligió abrir en lugar de cerrar, explorar en lugar de definir, jugar en lugar de ser específico.
«No sé… Para ser sincero, no sé qué ha pasado con este libro. Lo escribí y trazó sus propios caminitos, se movió a su manera, se enredó con algunas razones y ciertas visiones. Trazó su propio camino. Lo que me importa es que esté vivo, y es así porque es un libro que ha conmovido no sólo a los estudiosos de la comunicación sino también a la gente de las ciencias sociales. Y la cuestión es que es un libro sobre ciencias sociales, no un libro sobre comunicación y medios. Lo escribí para influir en las ciencias sociales introduciendo una agenda de temas que me parecían importantes, en política, sociedad y cultura. El libro ha viajado por una pequeña parte del mundo y de alguna manera todavía le queda algo de energía para meterme en problemas» (Martín-Barbero 2018).
A partir de este libro, creó su teoría más famosa: la de las mediaciones, que se refiere a las interacciones culturales y a la producción de significado social en un escenario político. Basándose en esta idea, sostuvo que en el estudio de los medios «debemos pasar de los medios a las mediaciones», de modo que dejemos de instrumentalizarlos como portadores de información y podamos empezar a verlos verdaderamente como atravesados por interrelaciones entre la cultura popular, las máquinas industriales y la política.
Epílogo
Martín-Barbero pensó, vivió y amó durante su estancia en Colombia. Aunque falleció en 2021, aún podemos aprender de él que la comunicación es un punto de encuentro para comunidades fracturadas como la nuestra en Colombia, que los medios masivos y digitales pueden ser espacios de conexión cultural e intervención política, y que los latinoamericanos necesitamos y requerimos de nuevas formas de reconocimiento, expresión y narración.
En estos tiempos de comunicación excesiva, conviene hacer una pausa para rendir homenaje a quien nos enseñó a pensar de otra manera y a convertir la investigación en comunicación en un campo no sólo de teorías sino también de reconocimiento cultural, de prácticas que desencadenen procesos de identificación cultural. Lo cierto es que Jesús Martín-Barbero nos ha hecho mejores personas, mejores investigadores y académicos, . . . y mucho más comprometidos con la política.
Para terminar, me gustaría comentar la idea minimalista de Martin-Barbero sobre la tarea de los investigadores de la comunicación. Él dijo que cada investigador de la comunicación debe hacer tres cosas principales: pensar con nuestra propia cabeza; tener algo que decir; y atrapar a la audiencia. Para pensar con nuestra propia cabeza, debemos leer mucho, investigar, explorar el campo en los territorios, mantener conversaciones con otros y escuchar. Para que tengamos algo que decir, es necesario investigar una y otra vez, escuchar una y otra vez para encontrar las historias, las experiencias y el conocimiento de las personas, de modo que tengamos algo que decir al mundo sobre las personas y sus medios. Para atrapar a la audiencia, necesitamos practicar mejores formas de compartir nuestra investigación, mejores formas de contar historias que nos conecten con la sociedad.
Reproducimos aquí, con autorización del autor, esta nota publicada originalmente por Media, Culture & Society
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