Diego Armando Maradona, tan lejos y tan cerca de Fiorito
Un recorrido por la historia de la pobreza en la Argentina, desde el nacimiento de Diego (1960) hasta nuestros días.
Las «villas miseria» son un fenómeno urbano que comenzó a expandirse de forma masiva en los años treinta. Por un lado, la crisis económica mundial comenzaba a golpear seriamente la economía argentina y las y los trabajadores ya no podían pagar sus alquileres. Entonces se da el «pasaje del conventillo a la villa». Además, el país comienza un lento proceso de industrialización, con más trabajo en las ciudades que en el campo, con lo cual, los expulsados de los conventillos no se van de las urbes. Se quedan cerca, en lugares abiertos, tierras en desuso y ocupan las primeras zonas de Belgrano —el «Barrio de las latas» le llamaron los cronistas de la época— y las aledañas a los ferrocarriles. Aquí nació la Villa 31 de Retiro, hace ya casi un siglo. El nombre dado a estos barrios pertenece al gran periodista de la época, Bernardo Verbitsky, que ante la proliferación de lugares con la palabra «villa» adelante (Villa Ballester, Villa Carlos Paz, y un largo etcétera) decidió bautizar, a modo de denuncia, la realidad de esos conglomerados de latas y cartones, y le agrego el sustantivo «miseria», en su libro Villa Miseria también es América de 1957.
En 1958, Arturo Frondizi (radical, de la UCRI) era presidente de la Argentina y lanzó un plan de ajuste con estas palabras atemporales ya: «La Argentina ha estado viviendo una ficción económica cuyas consecuencias están claramente a la vista. Ha llegado la hora de terminar con esa ficción». El esquema consistió en una reducción del personal estatal, aumento de tarifas de transporte y servicios públicos, y endeudamiento externo (entre otras).
Cuando nació Diego Armando Maradona, en octubre de 1960, había 20.013.793 de habitantes en Argentina. Frondizi aun era presidente y su ministro de Economía era Álvaro Alsogaray (un liberal que fue funcionario de la dictadura de 1955 y de varias posteriores). Había estado de sitio y un plan represivo contra los trabajadores de la resistencia peronista.
En el país existían cerca de trescientas villas y ya se habían firmado los dos primeros acuerdos con el Fondo Monetario Internacional (04/12/1958-29/11/1959). El peronismo estaba prohibido en todas sus formas y la inflación ese año fue del 21 % anual (el año anterior había alcanzado 129 % anual).
Fiorito fue una de las villas creadas en los años de industrialización con planes poco efectivos de vivienda y Diego pasó sus primeros diecisiete años allí, hasta que Argentinos Juniors le dio una casa en Paternal. En ese lapso de vida de Diego en Fiorito, se formaron en el país cerca de cuatrocientas villas nuevas. Las décadas del noventa y noventa no serían mejores, y la población en «miseria» aumentó a la par de estos barrios populares en casi todos los grandes centros urbanos de la Argentina.
Diego repitió muchas veces que su sueño era jugar al fútbol y salir de Fiorito para no volver más allí. Estaba en el deseo dejar ese pasado de hambre y necesidad que toda la familia sufrió; pero también muy alerta al lugar de Fiorito en Lomas de Zamora, un partido donde la miseria parece casi planificada por sus interminables gobiernos inoperantes en el tema, hasta la actualidad.
Fiorito, que desde el Barcelona, el Napoli o Dubai se veía siempre lejana, estaba en el centro de la memoria del cuerpo de Diego, que no se cansó de decir que era «villero», y que eso no se lo sacaría nadie. No olvidó, lo sabemos, su origen, y en eso fue consecuente, pues lo que lo que vio en su país (desde donde estuviera) lo hacía volver sobre el tema: una constante de crecimiento en la pobreza y la miseria.
Cuando se fue de Fiorito, la Argentina, aun industrial, tenía un cuatro por ciento de pobreza. En sus últimos años de vida física, Diego vio que ese número alcanzó al 50 % de la población (con picos del 64 % en la crisis de 2001). El esfuerzo final de Diego, en plena pandemia, fue enviar una tonelada de comida y artículos de limpieza a Fiorito bajo el lema de una breve campaña que soltó: «No me olvido de Fiorito».
Diego, lejos y cerca de la Villa, en interminables gestos defendiendo al desprotegido y despotricando contra el que no ayuda a quien lo necesita. Diego, tan lejos y tan cerca de Fiorito. Nació allí y su último gesto en el encierro fue pensar en el dolor de panza que genera el hambre. Diego…
Este artículo, publicado originalmente por Meta-sentidos en juego, se reproduce aquí con la autorización del autor.
Bruno Napoli
Ensayista, docente e investigador de historia argentina y económica. Es autor de En nombre de Mayo y coautor de La dictadura del capital financiero. Docente de la cátedra Diegologías
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