Alteremos lo injusto. El compromiso de la comunicación alternativa

En 1982 Reyes Matta plantea que interrogarse sobre lo democrático en la sociedad lleva al análisis de la comunicación, de la circulación de las ideas, de la capacidad de influir. Y que interrogarse sobre la comunicación lleva al análisis de la democracia en que se vive, de la verdadera participación existente. Es, en definitiva, una relación inevitable y esencial. Pese al tiempo transcurrido, el sentido de este texto se mantiene totalmente vigente.

El tema comunicación encierra en el mundo actual complejidades profundas. Nunca como ahora en la historia de la humanidad se ha dispuesto de mayores recursos para transmitir ideas, símbolos, mensajes de un ser humano a otro. Para vivir en un diálogo social vitalizador y creativo. Pero, al mismo tiempo, nunca tanto como ahora la sociedad aparece atomizada, fragmentada, remitida a los consumos individuales y mediatizados de la versión sobre la propia historia que uno vive. Una versión que se concibe en ámbitos de alta concentración de poder y de acceso crecientemente exclusivo a toda la información.

En tal sentido, cualquier análisis de los problemas de la comunicación que se desarrolle desde el compromiso con las amplias mayorías sociales y los sectores postergados, llega pronto al problema de la democracia. Esta es una de las cuestiones que ha inquietado de manera preferencial a los investigadores de la comunicación en América Latina, a sus intelectuales y dirigencias políticas, a los animadores culturales y creadores vinculados al movimiento popular y, en buena medida, a los propios comunicadores.

Interrogarse sobre lo democrático en la sociedad lleva al análisis de la comunicación, de la circulación de las ideas, de la capacidad de influir. Interrogarse sobre la comunicación lleva al análisis de la democracia en que se vive, de la verdadera participación existente. Es, en definitiva, una relación inevitable y esencial. Una relación de mutuo nutrimiento.

Pero también debe dejarse explícito que esa relación no es igualitaria: es en el ámbito de lo político donde la comunicación se define. Son los consensos posibles, o las hegemonías impuestas, las que determinan el carácter de la comunicación dominante en una sociedad. La comunicación es parte y consecuencia de un modelo de desarrollo, de un estilo de vida y de una concepción política en las relaciones sociales.

Con esta perspectiva debemos mirar la comunicación dominante en América Latina y las posibles alternativas a construir en la década.

Una realidad de perfiles esperanzadores

Vivimos momentos particularmente significativos en la realidad latinoamericana. La búsqueda de lo democrático tiene en ebullición a la sociedad. Las recientes elecciones en Brasil, la imaginativa ascensión al poder de las fuerzas populares en Bolivia, la búsqueda de una recuperación democrática en Argentina, son algunos de los signos que van mostrando una realidad latinoamericana de perfiles esperanzadores. Sin optimismos apresurados, pero con profunda confianza en la conciencia de los amplios sectores populares convocados a rescatar este continente de las manos opresoras —internas y externas—, es que podemos advertir el sentido de la responsabilidad que nos convoca.

América Latina conoce de cerca los obstáculos que emergen cuando se asumen tales perspectivas de cambio. Las formas de un modelo capitalista de desarrollo, desplegándose en su fase transnacional, toca todas las facetas de la sociedad. Se manifiesta en lo financiero, en lo político, en lo cultural, en lo tecnológico, en las propuestas para una forma de vida. Y por cierto, tiene su propia manera de entender y usar a la comunicación. Los grandes centros del poder transnacional se mueven en la búsqueda de su utopía: la aldea global, culturalmente homogenizada, donde la llamada democracia del consumo sea la que determine las relaciones sociales.

Por ello, si pensamos en un desarrollo alternativo éste sólo es posible concebirlo como un proceso solidario, compartido y de amplia participación. Un proceso donde el tejido social recupera su entrelazamiento, y avanza en la creatividad común. Es en la búsqueda de ese modelo, de esa forma de vivir —opuesta a las atomizaciones y los individualismos estrechos—, donde la comunicación alternativa ha creado una experiencia de profundas raíces populares en la realidad latinoamericana.

Lo alternativo es, por sobre todo, alterativo. Alterar lo injusto, alterar lo opresor, alterar la inercia histórica que trae dominaciones sofocantes. Alteración marcada por una vocación liberadora en la cual se nutren una multiplicidad de experiencias comunicativas.

Todos nosotros, de una u otra forma, sabemos que hablar de comunicación alternativa es caminar por un terreno de definiciones parciales. Pero, sin duda, en los últimos dos años hemos avanzado con especial energía en comprender este fenómeno y ser parte de él. En el ILET, y especialmente en el Programa Altercom, sentimos la satisfacción de caminar junto a otros compañeros en esta búsqueda común. Los análisis de las experiencias concretas, como de las proposiciones teóricas, han sido puntos de convocatoria donde nuestra convicción se ha fortalecido: lo alternativo es, por sobre todo, alterativo. Alterar lo injusto, alterar lo opresor, alterar la inercia histórica que trae dominaciones sofocantes. Alteración marcada por una vocación liberadora en la cual se nutren una multiplicidad de experiencias comunicativas.

La creatividad popular en acción

Hace veinticinco años, quienes comenzábamos nuestros trabajos en el ámbito de la comunicación fuimos sorprendidos por la señal del primer satélite en el espacio. Hace veinticinco años el transistor recién asomaba como un elemento de transformación profunda en la tecnología básica de la comunicación. Hace veinticinco años la investigación científico-tecnológica demostraba que el circuito integrado era posible. Y podríamos seguir enumerando ejemplos, para señalar que sólo en un cuarto de siglo hemos entrado a la transformación más profunda conocida por el ser humano en recursos de comunicación.

Pero detrás de este despliegue impresionante, hay una pregunta básica para nosotros: ¿Y esta realidad, qué ha significado para construir una América Latina, participativa, democrática, donde «todas las voces, todas», como dice la canción tengan su propio tiempo y oportunidad de decir e influir? ¿De qué ha servido la expansión acelerada y atrayente de la televisión por toda la región latinoamericana en un solo cuarto de siglo? ¿Qué poderes se han reforzado en todo este tiempo, bajo la promesa de defender la libertad de expresión?

Estas y otros preguntas nos remiten a buscar respuestas allí donde está la conciencia y la creatividad popular en acción. Si la denuncia de dimensiones culturales imperialistas acaparó nuestra atención en las últimas dos décadas, es necesario tener los ojos y oídos muy abiertos a lo que está sucediendo en el espacio de lo «imaginario-popular». Allí se construye el mundo de las respuestas frente a la presencia comunicativa homogenizadora del modelo transnacional. Pero allí están pasando muchas otras cosas, que desafían nuestras capacidades políticas, teóricas y profesionales. Hay que ser parte de esta multiplicidad de expresiones comunicativas, que construyen una espiral de relaciones y convocatorias para cambiar el orden dominante. No es sólo una cuestión de contra-cultura. Es, por encima de todo, un proceso creativo propio determinado por las aspiraciones, la memoria colectiva y los propios valores de grandes mayorías postergadas.

Es en ese marco donde se produce la lucha constante de ciertas revistas, algunas de las cuales sus directores están aquí, por rescatar y construir lo democrático. Sus páginas, en tirajes y circulaciones menores, impactan de tal manera al sistema que tales realidades se hacen insoportables para éste. Es en ese marco donde algunas radios en América Latina están demostrando que puede haber otra difusión, que a nivel popular hay capacidad e imaginación para rescatar esta tecnología. Y las excepciones, de Santo Domingo a Oruro, en Bolivia; de Riobamba, en Ecuador, a Osorno, en Chile, señalan un camino testimonial de lo que puede ser «la otra radio». Y lo mismo sucede con los discos y el canto, significando fenómenos, marcando historia. El significado de la música rock argentino hoy día, entre obreros y estudiantes, es un dato que no puede irse entre los dedos. Es sólo un ejemplo, pero orienta. Y ello se une a lo que empieza a suceder con los canales universitarios de televisión en Bolivia, con los usos del microcomputador en beneficio de los sindicatos en Brasil; con la recuperación del video-cassette en Chile; con la circulación de audiocassettes en todos los ámbitos —urbanos y rurales— de la geografía de este continente. Esa realidad, unida a los instrumentos gráficos ya clásicos de la expresión popular, tiene en sus diversas expresiones un denominador común: es cuantitativamente minoritaria, pero cualitativamente trascendente. Es, en muchos casos, espacio de anticipación de las formas comunicativas posibles de crear, en una realidad democrática plena y dentro de un modelo de desarrollo sustancialmente distinto del dominante.

Discurso pronunciado en la Sesión Inaugural del Seminario Latinoamericano Comunicación y Pluralismo: Alternativas para la Década, organizado por el Instituto Latinoamericano de Estudios Transnacionales (ILET) y auspiciado por la Fundación Friedrich Ebert (México, 22-26 de noviembre, 1982). Fuente: revista Nueva Sociedad Nº 64 (enero-febrero 1983).

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Fernando Reyes Matta

Comunicólogo, catedrático y diplomático chileno. Fundador, con Juan Somavía, del Instituto Latinoamericano de Estudios Transnacionales (ILET), en la década de los setenta. Miembro de la Comisión Especial de la Unesco para los temas de comunicación, fue uno de los redactores del Informe MacBride (Many Voices, One World, 1977-79). Autor del estudio El encandilamiento informativo de América Latina, recogido en el libro La Información en el Nuevo Orden Internacional (1978). Fue embajador de Chile en China.

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