Tejer la trama, describir el paisaje, narrar el camino
Recientemente se publicó Mujeres de la comunicación argentina (Friedrich Ebert Stiftung, FES Comunicación, 2022), un libro editado por Alejandra García Vargas, Nancy Díaz Larrañaga y Larisa Kejval, donde se retratan las trayectorias de mujeres pioneras del campo académico de la comunicación argentina. En Esfera Comunicacional compartimos un fragmento de la introducción del libro.
Mujeres de la Comunicación en Argentina es una iniciativa que proviene del imprescindible camino que abrió el libro Mujeres de la comunicación (Rodríguez et al., 2020). En él se plasmaron las trayectorias, los recorridos, los pensares y los sentires de veinte mujeres latinoamericanas del campo académico de la comunicación. Su publicación estalló los sentidos de los relatos hegemónicos del campo y visibilizó la fuerza de sus producciones y el aporte que realizaron —y realizamos— a contrapelo de la historia. Su lectura no pudo más que abrir puertas y senderos que desandan unas narrativas y construyen otras.
A la luz de las urgencias por completar esas narrativas, el caso argentino se nos impuso como tarea imperiosa, necesaria. La certeza de la fuerte presencia femenina en la constitución del campo no hizo más que convertirse en un sólido argumento que posibilitó que nos sumemos al desafío de (re)construir la historia situada del modo como se fue consolidando este espacio en Argentina.
Nos enamoramos de la idea, y amamos fuertemente el proceso y el producto. Confesamos no ser las mismas personas que éramos cuando empezamos este camino. El recorrido nos trajo aprendizajes, redescubrimientos, nuevas lecturas, lecturas “«viejas» resignificadas ante la presencia del nuevo mapa que se fue configurando frente a nuestros ojos.
Los primeros diálogos con Omar Rincón fueron esclarecedores y liberadores. Surgieron muchas ideas. Todo era posible, pero a la vez había que tomar decisiones que plasmaran nuestra idea del campo, de su historia, de sus facetas más visibles y, sobre todo, de aquellas menos visibles.
Así, la idea de construir un libro federal, que intentara recorrer el territorio, fue una de las primeras metas. Por eso optamos por poner en escena la construcción realizada por mujeres desde distintos lugares del país con aportes situados, altamente significativos.
Se restringió la mirada al campo académico sin tener en cuenta, en esta instancia, a las mujeres con destacadas trayectorias profesionales en el ámbito de la Comunicación. Sabemos que esta es una tensión constitutiva de la dupla comunicación/periodismo y no queremos generar aquí ningún debate más allá de la enunciación explícita del alcance y las limitaciones de este libro.
Dentro del ámbito académico, se focalizó en la incidencia de las mujeres en tres grandes aspectos: sus aportes teórico-metodológicos al campo, su formación desde la docencia y la investigación y sus roles de gestión en ámbitos universitarios, que constituyeron importantes lugares institucionales de construcción. Otro elemento que se tuvo en cuenta para el armado del índice fueron las líneas de investigación y trabajo desplegadas por las mujeres, con el objetivo de abarcar diferentes abordajes disciplinares que, en su confluencia, constituyen al campo de la Comunicación en su diversidad.
Al aspecto federal se le sumó una dimensión generacional. Los nombres que iban emergiendo y que se imponían en su inevitabilidad fueron constituyendo dos grandes subconjuntos, a los cuales denominamos «pioneras» y «primeras graduadas». El grupo «pioneras» reúne artículos sobre once mujeres que, a inicios de la década de los setenta, comenzaron a gestar el campo académico de la Comunicación en Argentina, pero que debieron suspender la tarea por la irrupción de la última dictadura cívico-militar en marzo de 1976. Se trata de las trayectorias de Silvia Delfino, Alicia Entel, Margarita Graziano, Mabel Grillo, Elena Maidana, Stella Martini, Nora Mazziotti, AnaMaría Nethol, Mabel Piccini, Ana Celina Puebla y Patricia Terrero.
Por su parte, el grupo «primeras graduadas» se compone de catorce artículos sobre mujeres que, ya recuperada la democracia, resultaron las primeras graduadas de las nuevas o renovadas carreras de Comunicación y Periodismo. Por lo tanto, tuvieron un rol protagónico en el despliegue y en la consolidación del campo académico de la Comunicación en Argentina. Se trata de los aportes de Mariana Baranchuk, Silvia Elizalde, Paulina Emanuelli, Patricia Fasano, Cora Gamarnik, Liliana Lizondo, Lila Luchessi, Sandra Massoni, Daniela Monje, Vanina Papalini, María Graciela Rodríguez, Marita Soto[1]El caso de Marita Soto resulta una excepción en tanto se graduó de la Carrera de Historia de las Artes Plásticas de la Universidad Nacional de La Plata en 1987, Sandra Valdettaro y Claudia Villamayor.
Consideramos que ninguno de los dos subconjuntos está saturado. Sin lugar a dudas, afloran otros nombres que podrían estar en este índice. El propósito de lograr un libro equilibrado en su representación federal e institucional, así como en el abordaje de diversas líneas disciplinares, nos llevó a definir una lista, desde luego incompleta. Este índice tampoco contiene la potencia de las mujeres que iniciaron sus carreras de grado en los años noventa (entre las que nos contamos nosotras, las editoras), en pleno contexto de resistencia a la avanzada neoliberal, y que hoy tienen un lugar crecientemente protagónico en el despliegue del campo académico de la Comunicación. Continuar dibujando la línea histórica que retrata la relevancia de las mujeres de la Comunicación en Argentina es un desafío que asumimos para un segundo tomo de este libro.
Una de las decisiones editoriales fuertes, a diferencia del libro latinoamericano que dio origen a la propuesta, fue que ninguna de las mujeres elegidas para constituir este índice escribiera sobre sí misma. Les propusimos a otras mujeres que lo hicieran, valorando esas miradas, esas lecturas, lo que cada una pudiera reponer de su encuentro con ellas, ya sea a través de los textos o de las charlas. Se plasman las huellas que todas ellas fueron dejando en nosotras, que nos constituyen y que nos permiten narrarlas en el mismo acto que nos narramos.
Así, nuevas mujeres se sumaron al libro, multiplicando las voces del campo también desde una mirada federal. Ellas son Melina Gaona, Laura Alonso, Adriana Ghitia, Eva Da Porta, María del Rosario Millán, Julieta Casini, Rosario Sánchez, Alejandra Pía Nicolosi, Lucrecia Reta, Malvina Rodríguez, Carla Avendaño, Paula Navarro, Ana Laura Bustos, Sandra Buso, Flavia Costa, María Rosa Chachagua, Florencia Pannunzio, Eva Rodríguez Agüero, Beatriz Alem, Ianina Lois, Cleopatra Barrios, Adriana Mambrín, Magdalena Doyle, Mariana Ortega, Sandra Poliszuk, Teresita Vargas, Ornela Carboni, María Agustina Romero, Georgina Remondino, Alejandra Cebrelli, Lía Gómez, Susana Martins y Tina Gardella.
Además, la intención fue que las autoras de los capítulos no formaran parte del núcleo más cercano de nuestras «antologizadas» —término cariñoso con el cual las nombramos durante todo el proceso—. A su vez, buscábamos que las autoras de los textos tuvieran algo en común con las mujeres retratadas, buscando que la conexión generase alguna chispa. Pero no hubo chispa, sino fuego, producto de la pasión década una de ellas y de esos cruces.
En relación con la escritura de los textos, propusimos a las autoras la producción de ensayos que recuperaran los principales aportes de las pioneras o de las primeras graduadas al campo académico de la Comunicación desde una expresión libre, en diálogo con fragmentos biográficos, pero sin que los textos se restrinjan a una biografía. Los límites para la extensión de los artículos fueron relativamente flexibles, lo que dio por resultado textos de variada cantidad de páginas. Se acordó el uso del lenguaje inclusivo, si bien no se definió cuál de todos sus modos actualmente en uso, ya que culturalmente nos encontramos en un proceso abierto en torno de esta cuestión.
Dos compañeras más fueron convocadas a sumarse desde roles específicos. Mariana Speroni realizó la curaduría de un dossier fotográfico sobre las «antologizadas» y uno sobre las «artesanas» (autoras, curadora, correctora y editoras) para la versión digital del libro, generando dos bellas narrativas visuales. Dicho dossier complementa significativamente el relato con fotos que nos hablan de las vidas, las militancias, las amistades, los trabajos. Finalmente, Silvia Hernández intervino amorosamente en los textos con criterios de corrección y estilo.
Una vez que contamos con los capítulos revisados, nos contactamos con las protagonistas de cada capítulo para que pudieran leerlos y compartir sus pareceres, con la posibilidad de introducir alguna pequeña modificación en relación con datos o con algunos posicionamientos. Este ida y vuelta resultó altamente enriquecedor para todas.
Asimismo, se incorporaron a los capítulos dos colaboradores que contribuyeron a que los relatos fueran posibles: Daniel Gimeno y Julián Mónaco, a quienes agradecemos el acompañamiento. También va nuestro agradecimiento a algunas compañeras convocadas que, finalmente, por diversos motivos, no terminaron formando parte de esta versión explícita del libro, si bien sus pasos por el proceso sin duda alguna lo mejoraron. Ellas son July Cháneton, Paula Morabes, Analía Brandolín, Natalia Aruguete y María Teresa Poccioni.
Este es un libro colectivo, que comenzó con Clemencia Rodríguez, Amparo Marroquín, Claudia Magallanes Blanco, Omar Rincón y con todas las voces que aparecen en el libro latinoamericano Mujeres de la comunicación. Y continuó con todas estas voluntades que se fueron sumando para el capítulo argentino. Nosotras elegimos estar presentes y expresar nuestras propias voces desde el rol de editoras. Desde este lugar, nombramos el campo y sus presencias femeninas a partir de nuestros pensares, haceres y sentires. Si bien las tres pertenecemos a una misma generación, nuestras trayectorias y nuestras inscripciones institucionales diferenciales nos permitieron dar intensos debates que lograron resignificar nuestras posiciones para tomar decisiones conjuntas.
El patriarcado también es asunto del campo académico
El campo académico de la Comunicación en Argentina es joven, más aún si se lo compara con la larga tradición de otras Ciencias Sociales. La pregunta por la relevancia política y social de la Comunicación y la Cultura puede ubicarse en los inicios de los años setenta. Si bien ya existían en el país experiencias previas de Carreras de Periodismo o de Ciencias de la Información, es precisamente la emergencia de esta pregunta la que resultó constitutiva del campo de la Comunicación y de su posterior despliegue (Díaz Larrañaga y Saintout, 2001). A partir de aquellos años, diferentes intelectuales comenzaron a desarrollar estudios en Comunicación y Cultura desde distintas perspectivas que incluso polemizaron entre sí, muchas veces inspirándose en diálogos con investigadoras e investigadores de Latinoamérica. Las revistas académicas y el trabajo en el seno de cátedras novedosas y provocativas fueron el epicentro de los nuevos interrogantes y reflexiones.
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La brutal irrupción de la última dictadura cívico-militar en marzo de 1976 clausuró aquellas indagaciones. Sobrevinieron entonces los exilios y las búsquedas transfronteras en clave latinoamericana; o bien, los silencios autoimpuestos y el trabajo en los intersticios de lo posible. Hubo que esperar entonces a la recuperación de la democracia en diciembre de 1983 para que aquella pregunta volviera a irrumpir con fuerza, inspirara la creación de numerosas carreras de Comunicación en todo el país y motivara la transformación de las carreras que ya existían, con el protagonismo y el compromiso de intelectuales que volvían a arraigar sus trabajos en el país (Kejval, 2018). Desde entonces, la Comunicación como disciplina científica, muchas veces considerada «hermanita menor» de las Ciencias Sociales, vivió un vertiginoso proceso de despliegue, primero, y de institucionalización, después.
En esta breve historia, que ya fue relatada por otras voces (i.e. Badenes, 2020; Rinesi et al., 2018; Zarowsky, 2017; entre otros), sobresale un conjunto de figuras masculinas. Son las referencias ineludibles nombradas una y otra vez: Aníbal Ford, Nicolás Casullo, Heriberto Muraro, Oscar Steimberg, Oscar Traversa, Sergio Caletti, Jorge Rivera, Oscar Landi, Hector Schmucler, Eduardo Romano, Eliseo Verón y otros tantos nombres en masculino que las lectoras y los lectores podrán reconocer a lo largo de los diversos capítulos de este libro. A esas figuras se suman otros varones más jóvenes, fundamentales en la consolidación del campo.
Este libro parte de un diagnóstico: el campo académico de la Comunicación no es ajeno al sistema de desigualdades y jerarquías sociales que impone el patriarcado. En su historia oficial predominan las figuras masculinas. El trabajo de las mujeres aparece, en el mejor de los casos, desjerarquizado; cuando no, invisibilizado. Desde nuestro reconocimiento en los feminismos, el libro que aquí presentamos pretende ser, entonces, un pequeño acto de justicia: apunta a reparar la omisión y subestimación que las mujeres de la Comunicación en Argentina han (y hemos) padecido.
En ese marco, este es un libro sobre mujeres de la Comunicación producido por mujeres de la Comunicación, que nos nombramos y nos reconocemos al interior de una configuración académica que es patriarcal y androcéntrica. Al nombrarnos y reconocernos como mujeres no invocamos ninguna esencia, sino que planteamos una problematización política clave de los feminismos: la lucha por un espacio público con las mujeres como sujeto. Lo personal es político, siempre que esa articulación se transite en clave colectiva. Por eso entendemos que lo público refiere a las formas de expresión de las demandas y de la conquista de derechos, pero también es el espacio del sentido cotidiano de la vida en común, de las relaciones a través de las cuales estructuramos los vínculos y las representaciones que nos hacemos del mundo, estrechamente enlazados a los sentidos que habilitan o clausuran posiciones y posibilidades (García Vargas, 2020).
Las explicaciones teóricas sobre lo público señalan a la visibilidad como uno de sus aspectos clave (Arendt, 1998). Este libro muestra que las mujeres no han (no hemos) estado ausentes en la producción del campo académico de la Comunicación en Argentina. Al contrario, se trata de presencias fundamentales en todos los puntos de la extensa geografía de nuestro país, aunque no sean mencionadas en el arsenal de recursos con que la ortodoxia (Bourdieu, 1990) sostiene y delimita el espacio académico. El recorrido de los capítulos de este volumen muestra que sus trayectorias son paralelas a las de sus pares varones que sí forman parte de las antologías o estudios sobre las tradiciones y figuras del campo; de la bibliografía de los programas de estudio, de los proyectos de investigación y extensión y de los estados del arte de tesis y artículos; de las nóminas de autoridades y de docentes de las carreras y de los proyectos de investigación y extensión. El libro se ofrece como posibilidad para enriquecer esos dispositivos de manera inmediata y también para seguir reflexionando acerca de las invisibilizaciones históricas y actuales y sus entrecruzamientos en las tramas interseccionales de la dominación social de las que participa el campo académico.
Es desde esta concepción de las mujeres como sujeto político, en articulación plena con las disidencias sexuales y otros colectivos desigualados o subordinados, que elaboramos esta propuesta en la que procuramos pensar al campo académico de la Comunicación como un espacio social cuyos rasgos dan cuenta de un desarrollo persistentemente desigual de las condiciones diferenciales de participación y de construcción en razón de relaciones y sentidos asociados al género. Como ocurre con los medios de comunicación, el espacio académico está generizado y es generizante.
A su vez, la decisión de nombrarnos presenta el riesgo de cierta desarticulación con una biblioteca teórica de sofisticación creciente sobre la revolución política nde los cuerpos —en debates que abarcan la crítica al carácter guetificado de este tipo de abordajes, el señalamiento de las claras limitaciones del binarismo frente a perspectivas constructivistas o performativas, o los discursos del sentido común que remiten toda la discusión (tanto académica como activista) al pasado (brevemente, a que las mujeres ya hemos sido reconocidas, y a que las demandas por la igualdad corresponden a un tiempo social anterior y diferente al del presente)—. Entendemos, procurando aportar al conjunto de estas discusiones, que ese problema gradualmente complejizado en términos teóricos no se refleja, de ninguna manera, en la práctica y la experiencia de las persistentes relaciones desiguales y desigualadas entre varones y mujeres y/o disidencias en la constitución de distintos campos intelectuales, mediáticos y políticos (García Vargas y otras, 2022). Por ello, el libro que aquí se presenta propone un ejercicio que, basado en la estrategia de edición ya comentada, intenta visibilizar una parte de esas presencias-no-señaladas y dar cuenta de la relevancia del desacople mencionado para habilitar una conversación más amplia en la que se acentúe la necesidad de pensar bibliotecas, currículas, programas y proyectos sensibles a la equidad en las relaciones y las representaciones de género en el campo de la Comunicación.
Al hablar de una perspectiva de género en relación a la constitución del campo no nos limitamos al aspecto específico de las presencias no señaladas de las mujeres (entre otros colectivos), sino que, constatándolas, invocamos el horizonte teórico y activista que observa críticamente a las relaciones y a las esferas de producción y gestión de las instituciones universitarias y científicas. Éstas abarcan, entre otras dimensiones: las dinámicas de distribución de roles, cargos y representación política; los modos promovidos de circulación y autoría de la producción; las formas de hacer, presentar, enseñar, aprender, acompañar, investigar, incidir, intervenir, narrar y construir a quienes se implican o habrán de implicarse en la producción del conocimiento y de las instituciones; las categorías, imágenes y figuras que circulan respecto de ellas y ellos en la autopresentación de las instituciones (incluyendo las formas del lenguaje que universaliza la experiencia a partir del masculino); las medidas concretas para asegurar cuotas de representatividad, para prevenir y reparar las violencias, para habilitar la toma de decisiones y la toma de la palabra, tanto en las instancias de cogobierno como en las de representación gremial y académica.
Nuestro propósito con este libro no es ajeno a la sensibilidad que despertó en nosotras el tiempo histórico que nos ha tocado vivir. Durante lo que va de este siglo, se han multiplicado las movilizaciones de la sociedad civil alrededor de derechos vinculados a los géneros y a las sexualidades, que interpelan y cuestionan el sentido común patriarcal y heteronormativo. Estos movimientos encuentran en los medios de comunicación y en las redes sociales, así como en la acción específica de comunicadoras y comunicadores feministas y de la diversidad, un tipo de acompañamiento que potencia su resonancia y amplía la llegada de esas demandas.
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La militancia por esos derechos condujo a la sanción de leyes como las de Matrimonio Igualitario e Identidad de Género; amplió y visibilizó la demanda histórica de las mujeres y personas gestantes para decidir sobre sus cuerpos en el proceso que llevó a la sanción de la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo; e interpeló crecientemente al conjunto de la sociedad mediante la multitudinaria participación contra las violencias en las marchas del movimiento “Ni Una Menos”. Se sancionaron leyes que originaron programas y políticas fuertemente relacionadas con este crecimiento, junto con la institucionalización de un Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad (2019). Tales movilizaciones muestran un crecimiento cuantitativo y cualitativo de los feminismos y se vinculan con una historia de lucha jalonada, entre otros hitos, por la realización anual desde 1986 de los Encuentros Nacionales de Mujeres en Argentina. Los movimientos de mujeres, de la diversidad y de la disidencia sexual siguen reconfigurando los lenguajes, los argumentos y las sensibilidades en clave de justicia e igualdad.
Lecturas transversales
Mujeres de la Comunicación en Argentina invita a múltiples lecturas posibles. Sin necesidad de seguir secuencia alguna, los capítulos son una puerta de entrada para conocer la particular trayectoria y los específicos aportes de cada una de las autoras antologizadas. Pero, además de invitar a la singular riqueza de cada recorrido, el libro que aquí presentamos también puede ser leído como conjunto. Una lectura transversal de la totalidad de los artículos sugiere una comprensión de la constitución del campo académico de la Comunicación desde la perspectiva de las mujeres que lo han protagonizado. De este modo, emergen las experiencias pioneras que en los años setenta comenzaron a preguntarse por los medios de comunicación y la cultura masiva. Emergen la irrupción de la última dictadura cívico-militar y el forzado silencio intelectual. Emergen las experiencias de los exilios y las posibilidades que éstos abrieron para construir una comunidad intelectual y una perspectiva latinoamericana. Emergen la recuperación de la democracia y la gesta fundacional de las carreras de Comunicación y Periodismo que las mujeres protagonizaron en diversos lugares del país. Emergen los procesos de institucionalización del campo a partir de los años noventa y el ensanchamiento de las posibilidades de producción científica entrados los años 2000, a partir de las políticas públicas del kirchnerismo.
En su lectura transversal, los artículos van sugiriendo, también, los diálogos con las diferentes disciplinas que confluyeron en la constitución del campo académico de la Comunicación. A partir de estos entrecruzamientos, se pueden identificar las diversas zonas de estudio que se fueron desplegando y consolidando: la Teoría Crítica, los Estudios Culturales latinoamericanos, la Semiótica y el Análisis del Discurso, los Estudios Socioculturales, la Antropología, la Economía Política de la Comunicación, las Políticas y la Planificación de la Comunicación, los Estudios de Recepción, la Comunicación Comunitaria y Popular, el Periodismo, los estudios sobre la Cultura Popular y la Cultura Masiva, la Comunicación/Educación, los estudios sobre el arte, las imágenes y la ciudad, los feminismos y los Estudios de Género y Queer, la Filosofía de la Técnica y la Filosofía Política, los estudios sobre cuerpos y subjetividades.
Entre los diferentes trabajos se pueden hallar, por último, regularidades o rasgos compartidos por las mujeres que han protagonizado la construcción del campo académico de la Comunicación en Argentina. En las próximas líneas recuperamos huellas de la totalidad de los artículos para exponer algunas miradas interpretativas en este sentido.
Las mujeres de la Comunicación en Argentina son (somos) transformadoras. Desde su específico accionar intelectual, han estado profundamente comprometidas con procesos emancipadores o democratizadores en pos de sociedades más justas. Sin temor al explícito posicionamiento político, se han identificado —incluso militado— en los peronismos o en las izquierdas. La brutal violencia estatal y paraestatal contra las militancias en los años setenta llevó a muchas de ellas a exilios externos o internos. La centralidad que ocupó la pregunta por la democracia en los años ochenta, una vez finalizada la última dictadura cívico-militar, las interrogó agudamente y las comprometió con la participación política. La profundización de la hegemonía neoliberal y de la discursividad neoconservadora en los años noventa las llevó a movilizarse en procesos de resistencia junto a diversos actores sociales. En este contexto, la defensa de la universidad pública, masiva y gratuita tan propia de la Argentina —y de la cual la mayoría es hija— las mantuvo movilizadas ante cada intento de arancelamiento, privatización o desfinanciamiento.
Las mujeres de la Comunicación en Argentina han (hemos) construido entre sí múltiples redes de intercambio intelectual y afectivo. Como compañeras, como amigas, como maestras, como discípulas, las huellas de estas relaciones emergen en cada uno de los artículos. El campo académico de la Comunicación en Argentina es consecuencia, también, de este entramado que se comenzó a entretejer muy tempranamente, que se ha enriquecido con el paso de los años y que sigue vivo.
Las mujeres de la Comunicación en Argentina no sólo han investigado y producido conocimiento. Han (hemos) sido, fundamentalmente, maestras. En uno y otro artículo emergen las voces amorosas de estudiantes que las valoran por su capacidad de legar. Recuperamos el término «maestras» en un sentido freireano: esto es, poniendo en valor el rol docente y el trabajo dedicado a enseñar, a compartir conocimientos, a construir equipos, a transmitir, a transformar subjetividades.
Las mujeres de la Comunicación en Argentina no sólo han investigado, no sólo han enseñado. En la mayoría de los casos, también han (hemos) ocupado lugares de gestión institucional en sus propias universidades o centros de investigación. Roles cada vez menos valorados y reconocidos por el sistema de acreditación científico universitario, que no obstante han sido estratégicos en tanto permitieron gestar, primero, y legitimar, después, un campo relativamente nuevo en el marco más general de las Ciencias Sociales —o de las ciencias, a secas— y ensanchar sus límites. Muchas veces, los lugares de gestión las llevaron a relegar la propia producción académica, pero fueron fundamentales para generar las condiciones institucionales que permitieran el despliegue y el crecimiento de otras y de otros.
No todas las mujeres de la Comunicación en Argentina se reconocen feministas. Algunas lo han hecho muy tempranamente e, incluso, han dedicado sus estudios al entrecruzamiento entre Comunicación y perspectivas feministas. Otras se han acercado a los feminismos recientemente, en el contexto de lo que en Argentina se ha llamado «cuarta ola» —o también, «marea verde»— a partir de la irrupción del movimiento «Ni una menos» y de la expansión del debate por el derecho al aborto libre, seguro y gratuito en la trama de lo social. Otras no se identifican explícitamente en los feminismos. Pero más allá de esta diversidad, en la mayoría de los artículos emerge una posición sobre la propia trayectoria, sobre la propia producción académica o sobre la constitución del campo de la Comunicación desde una reflexividad que tematiza la desigual condición de las mujeres en la academia en particular y en la sociedad en términos más generales. Es decir, las mujeres de la Comunicación en Argentina no sólo son mujeres, sino mujeres conscientes de su propia condición de desigualdad en un campo que aún pugna por ser un poco más justo.
Haciéndose cargo de esas desigualdades, el libro que aquí presentamos es un gesto político: el que hace explícita la inscripción en el campo académico de la Comunicación de un conjunto de mujeres que la mayoría de las veces fueron poco jerarquizadas o invisibilizadas bajo la sombra de las gigantescas masculinidades que las rodearon. Las lecturas que hemos proyectado en su hechura van más allá de la profundización de los conocimientos de las lectoras y lectores. Es un libro que desea consecuencias. Recuperar historias y trayectorias. Poner en valor aportes poco valorados jerarquizados. Generar nuevos encuentros. Enriquecer las tramas. Aportar en el camino hacia la reparación frente al orden patriarcal que también tiñe al campo de la Comunicación.
Notas
↑1 | El caso de Marita Soto resulta una excepción en tanto se graduó de la Carrera de Historia de las Artes Plásticas de la Universidad Nacional de La Plata en 1987 |
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