Pensadores de la comunicación
Los libros de la serie Pensadores de la comunicación de la editorial de la Universidad Nacional de General Sarmiento recuperan la obra y el pensamiento de los pioneros que instituyeron las maneras en que se reflexiona en la Argentina acerca de los vínculos entre medios, política y sociedad.
A mediados de 2018 la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS) lanzó la serie Pensadores de la comunicación, que recorre la trayectoria de aquellos intelectuales que instituyeron las maneras en que se reflexiona en la Argentina acerca de los vínculos entre medios, política y sociedad. El texto que sigue es la síntesis de una charla con Iván Schuliaquer, director de la serie.
Esta iniciativa editorial propone, a partir del estudio de la obra de personajes fundamentales, reconstruir un campo que en la Argentina se conformó alrededor de ciertas biografías provenientes de distintas tradiciones y campos del conocimiento. Como explica Iván Schuliaquer, «detenerse en esas trayectorias permite indagar en las características de estas figuras, a la vez que, a través de ellas, en la manera en que se constituyeron colectivamente los estudios sobre Comunicación en diálogo y tensión con el campo más amplio de las ciencias sociales. En ese sentido, apostamos a que los libros combinen rigurosidad académica con cierta amabilidad en la escritura para un público interesado en estas cuestiones, pero no necesariamente experto».
A la fecha se publicaron Pensadores de la comunicación: Oscar Landi, Nicolás Casullo, Jorge B. Rivera y Pensadores de la comunicación: Margarita Graziano, Aníbal Ford, Héctor Schmucler. Ambos textos presentan una estructura similar: una presentación, un capítulo escrito por discípulos-colegas de los intelectuales sobre los que hablan y que combinan un recorrido por las preocupaciones personales de esos pensadores con el análisis y la exploración de la obra que produjeron y legaron. Al mismo tiempo, los libros de la serie tienen epílogos y no prólogos. «Apostamos a la discusión antes que a la presentación. Lo pensamos así para fomentar la intervención de otros autores sobre los temas que se tratan y fomentar los debates, apostando al valor ineludible que tiene la crítica para la producción del conocimiento. Así, Horacio González es el epiloguista del primer libro y Heriberto Muraro del segundo».
Landi, Casullo, Rivera
Los estudios sobre medios en la Argentina comienzan en la segunda mitad del siglo xx a partir de la confluencia de intelectuales con trayectorias diversas que participaron de distintos espacios de discusión, armaron sus revistas y estuvieron en los orígenes de las carreras de Comunicación de la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA). Entre los que fueron parte de ese momento fundacional, estuvieron Oscar Landi, Jorge B. Rivera y Nicolás Casullo. Sus destinos no estaban marcados para confluir ahí, pero los tres fueron pioneros de los estudios de comunicación desde una visión que tensiona su lugar en las ciencias sociales y en las reflexiones sobre la sociedad contemporánea.
«A partir de allí —señala Schuliaquer—, sus biografías intelectuales pasaron a formar parte de un acervo común de pensamientos que fueron constitutivos para indagar sobre la cultura y los medios en la Argentina. De esa manera, trayectorias personales y procesos sociales y políticos encontraron su oportunidad histórica para amalgamarse y marcar algunos de los rumbos de la comunicación.»
El primer libro de la serie es también un homenaje a esos tres pioneros. Cada uno de los textos propone un recorrido biográfico-intelectual. Eduardo Rinesi escribe sobre Oscar Landi; Julio Moyano sobre Jorge B. Rivera; y Ricardo Forster sobre Nicolás Casullo. Se trata de especialistas que compartieron espacios diversos con ellos y que en sus trabajos teóricos llevan consigo parte de sus escuelas.
«Como señala Horacio González en el epílogo —puntualiza Schuliaquer— este libro propone el encuentro entre intelectuales que en su época no se reunieron. Sin embargo, en el recorrido por sus obras el diálogo entre los tres parece lógico y fructífero en ese punto de confluencia que es «el drama intelectual, cultural y universitario argentino». Estos textos, entonces, son una ventana a la constitución de un campo y un homenaje a las preocupaciones de Landi, Rivera y Casullo por lo popular y la cultura. Es un recorrido por pensadores que sospechaban del academicismo a rajatabla, a los que acompañaba un compromiso por un mundo más justo e igualitario, y que estaban en búsqueda de esas zonas en las que la producción del conocimiento y »la amplitud de públicos se dan cita.»
Graziano, Ford, Schmucler
Conforme lo dicho, el espacio de los estudios de comunicación en la Argentina se configuró en el cruce entre las contingencias que atravesó el país y las que atravesaron ciertos intelectuales que, ocupados por temas de sociedad y política, se habían interesado por reflexionar sobre la irrupción de los medios masivos. La segunda entrega de Pensadores de la comunicación se detiene en tres de ellos: Margarita Graziano, Aníbal Ford y Héctor Schmucler. Aunque sus recorridos y sus temas de interés divergieron, coincidieron en varias cuestiones.
Con palabras de Schuliaquer, «fueron parte de una generación que comenzó su desarrollo profesional en tiempos en que era débil la escisión profesional entre trabajo académico y militancia política. Ellos formaban parte de los que querían cambiar el estado de cosas y simpatizaban activamente con el mundo nacional-popular y de las izquierdas. A la vez, estos pensadores compartieron la época. Una época de censura que los obligó a salirse de sus lugares y a exiliarse en la década del setenta. Graziano en Venezuela, Schmucler en México y Ford internamente».
Después de esa experiencia del desarraigo, de la represión —que tuvo entre sus víctimas a algunos de sus compañeros de militancia y trabajo o a su hijo, en el caso de Schmucler—, hubo una reapropiación y una revalorización de la democracia. Eso no implicó, sin embargo, un giro de ciento ochenta grados en sus posturas ni en sus proyectos. Más bien hubo una persistencia en la lucha contra las desigualdades, aunque dentro de otros marcos y bajo el paraguas de la batalla cultural que propone plazos más largos para pensar el cambio político.
Para Schuliaquer, «más allá de sus tristezas y sinsabores, el exilio fue un espacio de enriquecimiento, de puesta en diálogo y comparación con otras realidades nacionales y con otras reflexiones. Así, cuando terminó, los tres estuvieron de nuevo pensando el país con la intención de que su labor académica incidiera sobre la sociedad argentina para modificarla. Y lo hicieron con la preocupación común de producir y difundir categorías propias de interpretación del mundo desde Argentina y América Latina. Los tres compartieron la preocupación por entender la comunicación dentro de tramas políticas, culturales y afectivas más amplias, con las que interactuaba y de las que se nutría. Además, se preocuparon por la manera en que ciertas corporaciones fueron adueñándose de distintos ámbitos de la comunicación de masas».
Dcho esto agrega que «otro lugar en el que coincidieron, y en este caso también físicamente, fue la creación de la carrera de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Buenos Aires. Aunque provenían de disciplinas diferentes, formaron parte de ese hito para la constitución e institucionalización de ese espacio de estudios en la Argentina. Entre la originalidad propia y el momento fundante de la disciplina en el que intervinieron, crearon escuela y marcaron caminos teóricos. Algunos más claros, otros de presencia más espectral, pero que también hoy siguen alimentando los estudios sobre medios».
Igual que el anterior, este libro se estructura a partir de una presentación, tres capítulos y un epílogo. A continuación Schuliaquer hace un resumen de los textos de Guillermo Mastrini, María Graciela Rodríguez y Mariano Zarowsky y el epílogo de Heriberto Muraro.
«En el primer texto, Mastrini reconstruye parte del legado de Margarita Graziano, una gran formadora de formadores. Se trata de una figura central de los estudios de comunicación en la Argentina, pero cuya principal marca e influencia llega a través de sus discípulos y de su influjo sobre las políticas de comunicación, y no tanto a partir de sus escritos. Un punto nodal de su propuesta pasó por considerar a los medios antes como un problema de poder económico que de análisis semiológico. Estuvo entre las primeras figuras en focalizar las investigaciones en la concentración de la propiedad como un problema para la democracia, en contra de la confiscación de la comunicación por parte de unos pocos grupos. Al mismo tiempo, fue una defensora de los medios más pequeños o comunitarios —resaltando su aporte de nuevas miradas e interpretaciones sobre la realidad y el mundo— y se preocupó por la distribución regional de los medios y las grandes asimetrías entre Buenos Aires y el interior. Graziano fue una de las fundadoras de los estudios de economía política de los medios en el país. De sus cátedras surgió una escuela de la que salieron algunos de los investigadores de comunicación más reconocidos de la Argentina. Así, aunque falleció en 2000, se puede pensar en ella como una de las precursoras de lo que finalmente se llamó la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, nacida de una iniciativa de la sociedad civil y movilizada y sancionada por el kirchnerismo en 2009.
»En el segundo capítulo, María Graciela Rodríguez recorre la trayectoria de Aníbal Ford, sus textos y sus búsquedas, sin pretensión enciclopédica. La autora, una de sus discípulas, lo define como «un pionero en la ardua tarea de conectar partes», en tanto una de sus principales preocupaciones era establecer conexiones y no sectorizar los problemas sociales. Ford exploró los vínculos entre la cultura y la economía política de los medios. Fue un navegante de los intersticios, que escribía desde la orilla de la ciencia y se movía de manera reticular antes que lineal. Lo preocupaban especialmente la historia, los relatos silenciados y la conciencia nacional. Decía que, aunque el horizonte aparecía oscuro, era necesario escrutarlo. Así, definía la globalización como un fenómeno desigual, asimétrico y heterogéneo; antes que una aldea global a lo McLuhan, había que pensarla como un conventillo global. Entre las consecuencias que tenía en la Argentina se contaba la manera en que las políticas de desregulación habían erosionado la centralidad del Estado en favor de unas pocas empresas. Ese fenómeno en el sector mediático había nutrido la cultura del infoentretenimiento y, junto con él, el posperiodismo.
»En el tercer texto, Mariano Zarowsky indaga en la carrera de Héctor «Toto» Schmucler a través de su rol como editor. Una tarea clave para impulsar, seleccionar y movilizar textos que intervinieran sobre el presente, cuando las revistas nucleaban a sectores que buscaban una renovación intelectual que incidiera en cambios políticos radicales. Para Schmucler, la polémica fue una forma de intervención, y su trayectoria combinó escritura, praxis editorialista y militancia.
»Entre el marxismo y la semiología francesa, en sus intereses se combinaron la comunicación, la cultura popular y la democracia. También las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, ante las que pedía evitar el fatalismo tecnológico, a la vez que entender que se estaba ingresando en un nuevo orden político y económico mundial al que había que leer desde coordenadas propias de América Latina. Eso intentó tanto desde la Argentina como en el exilio en México. Tras la experiencia de la represión, ensayó una reflexión y una revisión sobre las formas de acción política que había que darse en un nuevo tiempo a la luz de las limitaciones que habían tenido los enfoques que reducían los fenómenos «sociales al plano de las relaciones económicas y de clase.
»El epílogo lo firma Heriberto Muraro, uno de los grandes referentes de los estudios de comunicación en la Argentina, y contemporáneo de los pensadores sobre los que se detiene el libro. El texto evoca de manera crítica el período de conformación de los estudios sobre medios en el país, a los que llama Escuela de Comunicación Argentina y cuya primera etapa, señala, se desarrolló desde los años sesenta hasta el regreso de la democracia en 1983.
»La riqueza de su reflexión sobre el período se basa tanto en su propuesta intelectual como en el protagonismo que tuvo durante esa etapa lo cual implica, por lo tanto, un balance sobre su propia trayectoria. En esa escuela de comunicación confluyeron distintos pensadores que, en tiempos de Guerra Fría y dictaduras, señalaban la necesidad de un desarrollo autónomo de los países desde agendas antiimperialistas y anticoloniales. En ese marco, los medios aparecían como perpetuadores de la dependencia, ante los que se proponía discutir su propiedad, fomentar la producción nacional y eludir la distinción entre alta y baja cultura en el marco de una alianza de clases. Luego del exilio, la persecución y la censura, esos intelectuales empezaron a formar parte de programas «oficiales» de las instituciones académicas. Fue un tiempo de revalorización de la democracia, en que también varios de los miembros de esa corriente cambiaron sus enfoques teóricos. La paradoja, dice Muraro, es que esa escuela de comunicación, cuyos objetivos se pensaban dentro de un movimiento de cambio político más amplio, fueron un fracaso en términos políticos, pero un éxito en el campo cultural.»
En síntesis, este libro es un recorrido por trayectorias fundantes y constitutivas de los estudios sobre comunicación. Se trata de una invitación a indagar, a través de ciertas biografías, en las contingencias fundantes que permitieron que ciertas formas de estudiar el mundo y de reflexionar sobre él confluyeran en la creación de los estudios de comunicación en la Argentina.