Phone-free o cómo vivir el lujo de la desconexión

Con la saturación actual en relación con los dispositivos tecnológicos y la creciente dependencia a los celulares, cada vez más personas, negocios y hasta shows y festivales están desarrollando los llamados «espacios libres de teléfonos» para promover el disfrute del entorno y profundizar las interacciones sociales.

«Las fotos dicen más que las palabras», reza la frase, pero si eso es así, entonces la imagen de un fan de Justin Timberlake posteando una foto justo al lado de su ídolo, mientras este canta resignado en pleno concierto del Super Bowl, nos tiene que decir algo sobre cómo estamos relacionándonos con el tiempo, el ocio, el entretenimiento en vivo y nuestros celulares. Otros, como Adele, apelan directamente al diálogo con sus fans para tratar de hacerlos entrar en razón, como muestra un video viralizado en el que la cantante le implora a alguien del público que deje de filmar: «Podés dejar de filmarme con una cámara porque estoy acá mismo».

Lo cierto es que con la saturación actual en relación con los dispositivos tecnológicos —exacerbada por esta última pandemia— y la creciente dependencia a los celulares, cada vez más artistas y negocios están adoptando espacios libres de tecnología móvil (phone-free spaces) o, bien, prohibiendo su uso. Ya sean artistas como Hannah Gadsby, Alicia Keys, Dave Chappelle, Ariana Grande o Jack White, por nombrar sólo algunos cantantes y actores que ya no los quieren en sus shows en vivo. 

Aunque también en el ámbito público vemos más hospitales, escuelas, oficinas, espacios públicos y hasta transportes (por ejemplo, existen vagones silenciosos en trenes, como el Amtrak de los Estados Unidos, donde no sólo se pide hablar en voz baja sino que las llamadas no están permitidas y los dispositivos deben estar muteados o usarse con auriculares) en los que crece la necesidad de crear oasis digitales. Sin embargo, es el ámbito del entretenimiento y los shows en vivo en donde más se está sintiendo el cambio. Es por ello que la nueva tendencia es traída por la empresa Yondr, contratada por muchas figuras, desde Rihanna hasta Chris Rock, que renta unas curiosas bolsitas para guardar los celulares antes de los shows.

Introducidas once años luego de la aparición del iPhone, estas fundas de neopreno tienen seguros que sólo pueden ser abiertos con una herramienta especial y se utilizan para dejar los celulares sellados de forma segura e inviolable. Algo que puede enojar a varios fans, deseosos de tomar una foto o captar en video a sus ídolos, pero que sin duda está generando una brecha significativa entre los performers y público.

¿Por qué no podemos parar?

Así como una experiencia intensa y vívida puede ser intoxicante, el feedback de dopamina que generan las interacciones con el celular opera en modo recompensa para nuestro cerebro y hace que no podamos dejar de estar mirando, likeando, comentando, refrescando y chequeando todo el tiempo nuestra pantalla en un loop adictivo. Pero esto no sucede sólo en los conciertos y es, en todo caso, parte de un problema ya endémico de alienación que nos producen nuestros dispositivos digitales, y que genera, entre otras cosas, falta de atención en el momento presente. Sucede en la calle y en el transporte público –incluso se habla de los peligros del twalking (caminar + textear)–, en los restaurantes y hasta en la mesa en casa.

Por este motivo, en los últimos años más y más especialistas han comenzado a estudiar de cerca el impacto de estos hábitos y cómo cambiarlos desde la psicología del comportamiento. Asimismo, pensadores contemporáneos, como Edward Tenner (Why Things Bite Back. Technology and the Revenge of Unintended Consequences) o Cal Newport (Digital Minimalista, A World Without Email), son defensores de la creación y preservación de espacios libres de tecnología, tendencia que suma adeptos vertiginosamente.

¿Lo bueno? Al menos reconocemos que tenemos un problema, ya que según el Pew Research Center, el 54% de los adolescentes y el 36% de los padres en los Estados Unidos creen que pasan mucho tiempo ocupados con sus teléfonos, mientras que el 65% de los mismos padres se preocupa por el uso que sus hijos tienen del celular. Y atención: casi la mitad de los chicos se quejan de que estos dispositivos distraen a sus padres. La problemática es bidireccional. Las investigaciones han mostrado más que sobradamente que, si bien la culpa no la tienen los celulares per se, sino el uso que hacemos de ellos, es difícil no argumentar lo contrario cuando se miran porcentajes como estos.

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