La Gestapo y lo perfomativo del lenguaje

El relato performativo además de estar presente en el discurso político, provoca que los actores sean cada vez más conscientes de esa herramienta. 
Vidal, exgobernadora de Buenos Aires, y Villegas, exmisinstro de Trabajo bonaerense

Días atrás, con la aparición del video que ahora es investigado por la AFI debido a una posible articulación de voluntades entre autoridades y empresarios para perseguir sindicalistas, motivó el rechazo de gran parte de la opinión pública. En realidad, la indignación mayúscula surgió a partir de un elemento. De un pedazo del discurso de quien, en ese entonces, era el ministro de Trabajo. En su participación dejó ver que uno de sus deseos, a diferencia de quienes queremos tener un modesto departamento en la costa o llegar con algo de salud a la vejez para disfrutar de los nuestros, era tener una «Gestapo» propia. Luego de esto, comunicadores, por fortuna, nos alentaron a no indignarnos por el «concepto» si no por el «hecho en sí».

Ahora bien, ¿esa palabra solo gira en torno al orden de lo simbólico? ¿O esta tan evidente, es todo tan pornográfico, que nos perdemos ese primer plano por querer mirar todo lo demás? Un funcionario, de primera línea en la provincia, está diciendo, abiertamente, que quiere una Gestapo. Que ese es su deseo. Perseguir. Y es ahí, donde, propongo, pensemos con la lógica performativa: cuando el Estado dice, el Estado también hace. Porque el Estado dice «les declaro marides» y la gente sale feliz con sus libretas siendo «algo más que pareja». Ahora, cuando quienes ocupan un cargo del Estado alientan a una reacción ¿es también un llamado a que se convierta en «realidad»? ¿No es un paso más en el discurso habilitante del odio como «no fueron 30.000?

La violencia es un espiral que se alimenta con el viento de los pechos inflados, las diatribas, las palabras. Y las persecuciones. Una de las primeras formas que escogió el gobierno saliente para morigerar el impacto de las acusaciones fue que con ellos determinado sindicalista estaba preso. Y, ahora, no. Es decir: no se focaliza en el delito, se focaliza en la efectividad del relato. Si un relato «funciona», sirve.

Me pregunto, ¿si en algún futuro existiera una Gestapo criolla, todos y todas podremos mostrarnos sorprendidos? Quiero decir, el argumento estaba desde antes y podrían rebatirnos: «Nosotros siempre dijimos qué queríamos hacer». Como sea, creo que lo que pasó es grave. Pero, como hoy todo es grave, entonces ya no sé qué es más grave que todo. No pienso esto, solo, desde esferas partidarias. Quiero decir: quienes piden “balas”, los que en pandemia piden que “los de provincia no se atiendan en Capital”, por ejemplo, desde donde sea, están justificando los crímenes del porvenir. Le están dejando el territorio fértil a las palas.

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