Informe MacBride: ejes teórico-metodológicos preponderantes
El Informe MacBride, también conocido Un solo mundo, voces múltiples, es un documento emitido por la Unesco en 1980 y surgido en el centro de los debates intelectuales sobre el desequilibrio entre el Norte y el Sur en el contexto internacional de los medios de comunicación. Publicamos aquí la cuarta, de cinco entregas, del proyecto entre La Jornada de México y el Instituto de Cultura y Comunicación y Centro Sean MacBride de la Universidad Nacional de Lanús (UNL) de la Argentina acerca de este informe histórico a cargo de Fernando Buen Abad.
No pasó desapercibida, para el Informe MacBride, y su filosofía humanista, la disputa teórico-metodológica que subyace en la investigación y la producción de la comunicación masiva, en especial cuando el modo de producción, los medios y las relaciones de producción tienen una influencia imperial mercantilista, individualista y monopólica. Entendieron que debía hacerse visible el nexo entre los enfoques ideológicos y las prácticas de los monopolios consagrados a sus negocios, los efectos de la propaganda y a su influencia sobre las sociedades. Era necesario transparentar la ideología, convertida en gasto enorme, para consolidar fenómenos de comunicación, con innovaciones tecnológicas para sus no pocas consecuencias en la subordinación de los países subdesarrollados.
Era de esperarse que, en la Comisión Internacional para el Estudio de los Problemas de la Comunicación de la Unesco, presidida por Sean MacBride, convergieran, no sin contradicciones o debates, las corrientes teórico-metodológicas predominantes en la producción de la información y de la comunicación: funcionalismo, estructuralismo y marxismo. Concepciones, para resumir, verticalistas frente a visiones horizontalistas; unas instrumentalistas y otras descolonizadoras. Hay que hacer visibles los marcos teóricos y las contradicciones dentro de la comisión. Los aspectos de ese proceso se modificarán constantemente, mientras los objetivos continuarán igual: mayor justicia, mayor equidad, mayor reciprocidad en el intercambio de información, menor dependencia ante las corrientes de comunicación, menor difusión del mensaje en sentido descendente, mayor autosuficiencia e identidad cultural y mayor número de ventajas para toda la humanidad: Sean MacBride.
Con tal compendio de posiciones e intereses de la comisión (dieciséis miembros de diversas culturas, religiones, ideologías y sistemas económicos y políticos, creada en 1977) mostrado aquí muy limitadamente, la redacción del informe adquiere un carácter ecléctico, marcado por la sintaxis diplomática de su tiempo (1980), y con no pocas derivaciones hacia cierta neutralidad con frecuencia poco parecida o representativa de las luchas objetivas del asunto estudiado: el debate capital-trabajo en la producción de la información y la comunicación. Resultó ser un informe de las disparidades, endógenas y exógenas, existentes, pero empeñado en reivindicar desde las diversidades, el derecho de los pueblos a la información y a la comunicación, para consolidar un frente de lucha y un movimiento hacia un nuevo orden mundial de la información y de la comunicación (Nomic).
Esperaba la comisión alcanzar con su informe la unidad en la diversidad a partir de al menos 10 temas en: 1) políticas de comunicación; 2) dependencia tecnológica; 3) aportes jurídico-políticos; 4) financiamiento y transparencia de la inversión; 5) identidad cultural; 6) derechos humanos; 7) cooperación internacional; 8) educación; 9) libertad de expresión, y 10) democratización de la semántica. Había un clima de reflexión crítica nutrida con análisis y abordajes desde campos múltiples.
Entendía el Informe MacBride que desde las oficinas de los dueños se financiaba (y sigue) un proyecto ideológico que, hacia 1980, contrastaba con los procesos democráticos transformadores. Los monopolios auspiciaban una guerra ideológica con dispositivos teóricos y metodológicos para apuntalar las contradicciones económico-sociales existentes. Mientras, crecía una corriente crítica y se instalaba en frentes diversos, desde donde se expandía la evidencia de que los medios se consolidaban como paradigmas en la reproducción de la ideología dominante. Estaba en evidencia que la comunicación ocurre en el marco de la lucha de clases y que es posible estudiarla con una base científica poliédrica y dialéctica emancipadora.
Funcionalistas, estructuralistas y marxistas, con diversas interpretaciones, transitaron incluso ortodoxias, yuxtaposiciones y superposiciones, que no siempre exhibieron con nitidez sus marcos teóricos, tampoco pidieron permiso para imponerse, sino que se deslizaron silenciosamente como verdades inobjetables entre las fórmulas de sus modelos discursivos a espaldas de sociedades colonizadas, sin saberlo, por modelos ideológicos. Eso se hizo más patente —y cruel— en no pocos espacios de formación o educación que propagaron bibliografías, investigaciones, tesis y congresos animados más por sus urgencias doctrinarias que por consolidar cuerpos científicos para democratizar la comunicación.
No hay espacio para una descripción crítica y profunda de funcionalismo, estructuralismo y marxismo, pero existen referencias documentales que han sabido mirar las repercusiones de las tesis y las disputas de estos tres ejes teórico-metodológicos predominantes en comunicación. MacBride percibió las diferencias y desacuerdos de la comisión, pero destacó: A pesar de esas divergencias, no hubo un solo miembro de la comisión que no estuviese convencido de la necesidad de efectuar reformas de estructura en el sector de la comunicación y de que el orden actual es inaceptable.
En un nuevo informe, con una nueva comisión, hoy serán inexcusables las contribuciones explícitas y programáticas de los millones de voluntades emancipadoras que en materia de comunicación buscan organizarse y van empoderándose desde los frentes de lucha de los pueblos originarios en todo el planeta; las revoluciones de género en plena batalla cultural, económica y política; los movimientos obreros y campesinos, y, con urgencia, los frentes combativos por el rescate del planeta y de la vida. El nuevo orden económico y el nuevo orden de la comunicación y la información, indivisibles y como producto de las luchas sociales.
Esto plantea muchos problemas, pero el que nos interesa aquí se refiere al contenido de la comunicación Nomic.