Alberto Fernández y Fabiola Yañez: el periodismo, en terreno fangoso

Los medios, entre lo noticiable y el respeto a las víctimas de violencia de género. Dilemas de un caso sin precedentes. Video, vendette y daños a terceros.

La acusación por violencia de género contra Alberto Fernández en perjuicio de su expareja Fabiola Yañez expone al periodismo a dilemas importantes, en los que colisionan principios como el deber de publicar hechos de interés público, el respeto por la intimidad de las presuntas víctimas y el contrato de confianza entre los medios y sus audiencias.

El hecho de que hayan trascendido, con fotos y chats ratificados anoche por la propia ex primera dama, indicios fuertes de dicho delito contra un exjefe de Estado es inédito, lo que hace natural que el periodismo ingrese en terreno no explorado.

El sentimiento de que el país atraviesa una profunda y generalizada crisis moral es muy anterior a la divulgación de este tema, pero resulta reforzado por él.

Hace exactamente una semana, el periodista Claudio Savoia arrojó una bomba desde la portada de Clarín: de la causa en la que se investiga al expresidente por presuntos negociados en la contratación de seguros en el Estado se desprendieron indicios de golpes a Yañez. El colega dio cuenta de la existencia de fotos y chats reveladores, pero esos materiales no fueron parte de la publicación. Ante eso, ¿qué hacer?

El debate en Letra P y en otros medios

De inmediato se activaron consultas entre los editores de este sitio y su editor propietario, Carlos Marino. Las posiciones oscilaron entre las dos puntas posibles: por un lado, publicar un hecho de evidente interés público; por el otro, en base a la postura de la editora de Géneros, Ingrid Beck, no hacerlo para no revictimizar a un mujer que, hasta ese momento, se había negado a judicializar el caso y había preferido que no trascendiera.

En el medio, también se propuso presentar a la audiencia un texto que registrara la eclosión de un caso que, era evidente, no iba a parar de crecer, pero que fundamentara ante la audiencia la renuncia a darle despliegue hasta tanto no hubiera una denuncia judicial.

Finalmente primó la postura de no publicar y atenerse a los criterios de género que Letra P adoptó hace tiempo. La propia Yañez se quejó en la entrevista con Infobae por la difusión de esas imágenes. Al verlas, «me destruí, pero me destruí por mi hijo. Yo jamás hubiese querido que saliera una foto así de mí. ¿Qué mujer se quiere ver en todos los programas de televisión y en los medios del mundo así? No entiendo cómo se filtraron los chats y que se guardaran la foto para el último momento», deploró.

Sin embargo, todo cambió al día siguiente, lunes 5, cuando la denuncia judicial se hizo efectiva. Publicar ya no era un tema discutible.

El ecosistema de medios, en ebullición

El dilema no cruzó solamente a este medio. El propio grupo Clarín, de donde surgió la primicia, aplicó dos criterios diferentes. El diario de papel y el sitio de Internet publicaron la nota de Savoia; Sandra Borghi, de TN, había estado al tanto de esa información, según explicó luego, durante cuatro meses, pero la reservó a la espera de las decisiones de Yañez, quien era su fuente directa.

Mientras varias redacciones discutían, otras se entregaron a las coberturas sensacionalistas habituales. Los canales de televisión se llenaron de personas que opinaban e instalaron guardias frente al balcón del departamento de Fernández, se lanzaron versiones como si fueran información, se cruzaron todos los límites de la prudencia y la política partidaria —desde un comunicado de Javier Milei hacia abajo y hacia los costados— metió la cuchara en los medios y en las redes sociales.

Básicamente, cundió la sobreactuada indignación moral, ese atajo hacia la dignidad mencionado por el filósofo Marshall McLuhan en una frase célebre.

Va de suyo que cada persona tiene derecho a formar sus propias opiniones y a expresarlas, principio que se extiende a los periodistas y a medios de comunicación de modo institucional. Sin embargo, ¿cuáles son los límites de la prudencia para no provocar daños irreparables? En ese sentido, lo conocido hasta el momento incrimina gravemente al último presidente peronista, pero, en un sistema democrático y republicano, Fernández no deja de gozar de la presunción de inocencia. Eso hace que, a la par que se reivindica el derecho de la aparente víctima a obtener reparación, no deba cruzarse el límite de la cancelación y el linchamiento civil.

Las redes, pero también los medios mainstream, se llenaron de basura, apodos despectivos, insultos y hasta incitaciones al suicidio.

Incluso si, después de un proceso que se espera sea expeditivo, Fernández fuera encontrado culpable, ¿qué sanciones serían «justas»? Las que determine el Poder Judicial, seguro. ¿Una cancelación infinita y hasta violenta debería ser parte del combo añadido por un sector dominante de la sociedad?

Da la sensación de que, cuando un dirigente aparece captado in fraganti, amplios sectores vuelcan sobre él una serie de reproches que también le caben a otros —alrededor, cerca o lejos; antes o ahora e incluso mañana— a quienes se intuye culpables de algo. Miles de culpas recaen sobre una sola persona. Un culpable también puede ser un chivo expiatorio de pecados ajenos.

El giro de las fotos de Fabiola Yañez

La historia, ya convertida en culebrón, dio un requiebre más dramático el último jueves a la noche, cuando los medios más importantes publicaron, primero, un video del expresidente flirteando con una humorista en el que entonces era su despacho. De inmediato, se dieron a conocer fotos de Yañez con moretones en un ojo y en un brazo, acompañadas de capturas de chats en los que ella y el exjefe de Estado discutían sobre violencias reiteradas.

Una vez más, lo que primó fue el impulso de publicar lo que efectivamente es material —se reitera el concepto: «material»— que sustenta la acusación. También lo hizo Letra P por algunas horas.

Beck se encontraba de viaje por motivos profesionales, lo que hizo que no fuera contactada de inicio y que recién horas después advirtiera sobre la inconveniencia de publicar fotos revictimizantes, no aportadas voluntariamente por Yañez, sino filtradas desde el expediente judicial. El sitio procedió a remover esas imágenes y las capturas de WhatsApp de la nota respectiva, advirtiendo a su audiencia sobre los motivos.

La misma contramarcha hizo poco después elDiarioAr, según explicaron en un artículo su directora periodística, Delfina Torres Cabreros, y Mariana García. Otros medios adoptaron un criterio similar.

¿Qué hace ahí esa mujer?

Más arriba se aludió al video en el que el expresidente aparece en la Casa Rosada conversando, en términos sugestivos, con una humorista. ¿Eso era noticiable?

Podía alegarse, y así se ocurrió incluso en Letra P, que el lugar donde acontecían esos hechos justificaba la difusión; era nada menos que la sede del Poder Ejecutivo. El autor de esta columna opinó en contrario y así lo sugirió en Twitter para recibir, ya por segunda vez, una andanada de insultos y amenazas de la trolera paleolibertaria, cuyo financiamiento ningún fiscal o juez se anima a investigar. .

Al grabarse a sí mismo, el expresidente se expuso como un hombre posiblemente infiel, probablemente disipado en momentos delicados del país, seguramente torpe e irreparablemente pertinaz en un error que ya lo había dañado, y mucho, en la reunión de Olivos en pleno confinamiento.

Y a la humorista —a la que, gota restada al mar, se sigue prefiriendo no mencionar—, ¿qué recriminación le cabría? ¿Uno por su desubicación? Es posible. Con todo, eso no debería haber merecido el escrache público que sufrió, la difusión incansable de ese video de tono absurdamente adolescente y, especialmente, la publicación de capturas del mismo en los principales medios de comunicación con titulares catástrofe que lo instalaron como «escandaloso».

Los medios de papel tienden a la extinción y hoy influyen mucho menos que hasta hace, digamos, una década o dos; hoy, en gráfica, manda la web. Sin embargo, para los grupos que los mantienen, los diarios tradicionales son aún una suerte de buques insignia, avanzadas desde las que se fijan posturas editoriales. Es interesante lo que hicieron al respecto los más emblemáticos.

La Nación publicó el viernes en portada, de modo central, las fotos no autorizadas de Yañez y, lateralmente, una captura del video de la humorista. Si la inconveniencia de lo primero ya fue argumentada, la de lo segundo choca con el propio texto que acompañó la imagen. «No está claro si el encuentro fue durante la pandemia», cierra su copete de tapa, eliminando lo que podría sustentar alguna forma de responsabilidad, al menos de acuerdo con lo conocido al momento de la publicación. Esa mujer enfrenta hoy una sanción social gratuita.

Lo de Clarín fue más curioso. En su portada no aparecieron las fotos de Yañez golpeada —no por corrección, ya que se publicaron en página 3—, pero sí la de la humorista, vaso de cerveza en mano, con toda amplitud. El titular principal decía: «Difunden un escandaloso video de Fernández y fotos de Fabiola golpeada». El orden de prelación altera severamente lo que es grave y lo que es secundario, y el texto que acompaña señala que, a la sazón, el expresidente «estaba en pareja con Yañez» y que el ingreso de la mujer a la Casa Rosada «no quedó registrado». Para saber que «no se precisa si la visita de la panelista sucedió durante tiempos de la pandemia», lo que sí supondría una irregularidad, hay que ir hasta la página ocho. Si en algún momento eso cambia, se verá. Por ahora mucho de lo ocurrido parece difícil de defender.

Al hacerse eco, el 24 de julio, de la partida de cien mil millones de pesos para gastos reservados otorgada por el gobierno de ultraderecha a la reciclada SIDE, desPertar (el newsletter de Letra P) advirtió que «espiar será el nuevo deporte nacional, por lo que cabe temer que la política se vaya convirtiendo en un festival aun mayor que el actual de carpetazos, borocoteadas intrigantes, extorsiones y abusos de poder».

La humorista y panelista de esta derivación del caso es hoy pareja de José Glinski, diputado nacional camporista por Chubut y director de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) durante el gobierno de Fernández.

En esa etapa se produjo la filtración de fotos que reveló el escándalo por la invitación, en octubre de 2022, a funcionarios políticos y judiciales a la mansión del magnate británico Joe Lewis en Lago Escondido, a donde llegaron en un avión privado pagado por Clarín.

Glinski quedó en la mira de esos personajes expuestos, uno de los cuales es el juez federal Julián Ercolini, quien —así lo quiso el azar de los sorteos de la Cámara Nacional— no sólo está a cargo de la causa por la contratación de seguros, sino también la de presunta violencia contra Yañez.

Si la filtración de las fotos de la ex primera dama con señales de violencia surgió de alguna oficina del Poder Judicial, el video de la casa de gobierno tuvo otro origen. Menos mal. Si no fuera por eso, alguien podría sospechar que ciertas vendette se concretan sin reparar en los daños que se le pueden causar a terceras personas.

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