Patria, Estado, nación

El grito es por la justicia, por lo humano, por el respeto. Tal vez sea hora del humanismo. Pero no como una posición lábil e ingenua, sino como un humanismo cargado de política y de potencia. Un humanismo con una identidad histórica, como el peronismo. Un humanismo que sustente la sensibilidad, el afecto y la solidaridad que todos anhelamos. Propongo entonces que construyamos algunas certezas a partir de estas maneras de sentir.
Ninguna política, puede tener como base la decisión de exterminar a un adversario, no solo por ser moralmente abominable, sino por su impracticable realización. Algo de eso conocen quienes lo intentaron a partir de septiembre de 1955 y fracasaron.
Lo mismo pasó con la dictadura de 1976 que con mucha más industrialización de la muerte y mucho menos imperativos éticos, intentó lo mismo.
Y en todos los casos, la sangre injustamente derramada en función de odios y violencias y con fines de exterminio, siempre vuelve en horrendas realidades de maldición. Maldición ésta que no cae solo sobre quienes la hicieron derramar, sino que vuelca su carga pútrida de dolores y ausencias sobre todos los habitantes del pais donde eso ocurre.
Todo proyecto sostenido en violencias verbales y físicas, en represión y en intolerancia, es un modelo que destruye cualquier futuro. No importa, sus logros inmediatos o ciertas satisfacciones que pueden acompañarlo de momento son —y la historia no falla en su verificación casi exacta— un recurso que afecta negativamente y por largo tiempo a la sociedad donde se produce.
No tengo dudas que sobre aquellos causantes de los desbarrancos sociales, los que destrozan ilusiones acumuladas y protegidas durante generaciones, los que llevarán sobre si la carga de haber desgarrado el corazón y el alma de la Patria, caerá, más temprano o más tarde, el macizo y certero golpe de la justicia humana expresada en su variable judicial y en el palmario dato popular cuando los argentinos rechacen en las urnas estos sistemas ideologizados al máximo y ajenos a nuestra esencia histórica. Y no descarto, sin meterme en misticismos, devociones y espiritualidades, cierta justicia de Dios.
No hay que asustarse al decir la cosas. No importa cuántas trabas intenten frenar la palabra, los verbos de paz y razón se impondrán por sobre los verbos belicosos. No importa cuánto se grite, el tono y la altivez no imponen contenidos. Solo son desagradables muestras de incultura y de debilidad intelectual.
Los ultrajados, hoy o mañana o pasado, dejarán esa condición para levantar su pacífica tizona que gritará por justicia social y por democracia completa. Será la victoria impersonal de millones. No hay éxito personal que lo resuelva, no hay nombres propios para agitar. Los que sabemos de memoria, están exhaustos. Tal vez con alguna injusticia, pero marchan macilentos a ser superados por la evolución, la dialéctica y la política. Ningún ismo, salvo el de algún líder fallecido hace más de cincuenta años, puede hoy aglutinar la sana rebeldía que se necesita.
Todos los que hacemos de la actividad política una tarea militante, tenemos la obligación moral de hablar. De decir nuestras verdades relativas y juntarlas con otras para configurar verdades más amplias, que puedan contener vehementes expectativas de un pais mejor.
No digo todo esto mirando solamente el brutal ejercicio que del poder hace el actual gobierno. Con más o menos matices, estas reflexiones y ciertas predicciones alcanzan a otros años de nuestra historia. Pero lo cierto es que hoy es hoy y hay responsables ahora y acá, de lo que ocurre.
Debemos sacar de la mochila, el famoso bastón que casi nadie ha visto y duerme su mariscalía virgen, pero también, y porque existe, debemos alumbrar «el genio argentino» y enfurecernos con los intolerantes, con los represores, con los autoritarios, con los que tienen apetito de decadencia y se plantean, incluso, destruir la matriz más real que tiene en lo institucional, cultural e histórico nuestro país que es su propio Estado nacional.
Esa es la división, no es entre identidades políticas, muchas caducas y caídas en las aguas de la vergüenza y del transfuguismo. La división es entre quienes queremos tener una patria, un Estado, una nación y los que no quieren eso.
OSVALDO NEMIROVSCI
Diputado nacional (MC) por Río Negro. Presidente de la Comisión de Comunicaciones e Informática (2003/07). Ex coordinador general del Consejo Argentino de Televisión Digital (2009 / 2015). Director de Propuesta para la Industrialización y Recuperación de la Cultura Audiovisual (Pirca).
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