La batalla cultural dentro de la derecha argentina
La publicación en las redes sociales de la vicepresidenta a propósito de los cánticos de la Selección debe ser leída en el marco de la batalla cultural al interior de La Libertad Avanza (LLA).
La derecha extrema en muchos países ha demostrado que sabe dar la batalla cultural. No solamente ha conseguido instalar agendas electorales y ganar elecciones. Ha logrado reestructurar los debates públicos, plantear sus temas y problemas, imponer, en buena medida, el lenguaje para tratarlos. En Argentina, tras ocho meses de gobierno y ante una oposición confundida, a golpes de osadía y desvergüenza la derecha política amenaza con ocupar todo el campo de la batalla cultural. La novedad de las últimas semanas es la exposición de un conflicto que podría resultar crucial para su futuro: la batalla por la pertenencia colectiva.
El affaire Enzo Fernández de finales de julio es bien conocido. El jugador de la selección argentina publicó un video en el que, junto a algunos de sus compañeros, dedicaba una canción racista a jugadores de la selección de Francia. Ante las reacciones negativas que generó en Inglaterra, donde juega Fernández, y en Francia, la vicepresidenta Victoria Villarruel argentina publicó en sus redes lo que sería interpretado como una defensa del jugador. Entre otras cosas, señalaba allí que “Argentina se hizo con el sudor y el coraje de los indios, los europeos, los criollos y los negros como Remedios del Valle, el Sargento Cabral y Bernardo de Monteagudo”, con cuyas imágenes ilustraba el post. «Ningún país colonialista nos va a amedrentar por una canción de cancha ni por decir las verdades que no se quieren admitir. Basta de simular indignación, hipócritas». Inmediatamente, la secretaria general de Presidencia y hermana del presidente, Karina Milei, se reunió con el embajador de Francia para pedir disculpas por los dichos de la vicepresidenta. La prensa se concentró, entonces, en la divergencia política en el interior del gobierno. Mirado con más cuidado, el conflicto entre estas dos figuras deja ver una batalla cultural de fondo.
Agustín Laje Arrigoni, uno de los principales ideólogos de la derecha vernácula, había anticipado la forma que podía tomar dicha batalla. Más concretamente, advirtió acerca de las limitaciones del libertarismo o liberalismo de derechas para construir identidades socioculturales sólidas. El economicismo constitutivo de esta corriente, señaló, «lleva a concebir la batalla cultural tan solo como una disputa intelectual por las valoraciones sociales de los sistemas económicos» (Laje, 2022: 459). «Al libertario se le hace difícil concebir que exista algo llamado ‘identidad colectiva’ […] porque su economicismo a veces va de la mano de un individualismo metodológico, ontológico y moral que a duras penas serviría para pensar políticamente algo tan colectivo como un «nosotros»» (Laje, 2022: 463). Ante esta situación, el autor se preguntaba, con preocupación y voluntad de asesoramiento, si la derecha podría amalgamar una pertenencia común y una identificación compartida duradera.
Argentina es un país soberano y libre. Nunca tuvimos colonias ni ciudadanos de segunda. Nunca le impusimos a nadie nuestra forma de vida. Pero tampoco vamos a tolerar que lo hagan con nosotros. Argentina se hizo con el sudor y el coraje de los indios, los europeos, los criollos y… pic.twitter.com/Wkevi8TrVO
— Victoria Villarruel (@VickyVillarruel) July 17, 2024
Durante la campaña presidencial de 2023 y los primeros meses de gobierno, Milei y su grupo no han recurrido a apelaciones nacionalistas o patrióticas, como han hecho otras expresiones de derecha a lo largo del siglo XX en la Argentina o lo que va del XXI en el mundo. De hecho, se ha dirigido siempre a un sujeto individual, que Milei sintetizó en la figura del «pagador de impuestos». El «nosotros» al que le habla la derecha libertaria resulta de la agregación de individuos independientes, autónomos, cuya libertad se sostiene en la propiedad y en la contribución impositiva. Una suerte de anti nacionalismo de derecha llevó a Milei a preguntarse en una ocasión si «los argentinos» eran «una suerte de subhumanos» y tuvo una de sus claras manifestaciones en el rechazo de sus dirigentes a reclamos de gran adhesión popular, como el de la soberanía sobre las Islas Malvinas. Basta recordar la declaración del actual presidente, siendo diputado nacional, según la cual se sentía «muy identificado […] con Margaret Thatcher», y otras semejantes que generaron críticas de excombatientes, periodistas, dirigentes políticos y sociales, así como el exabrupto de Patricia Bullrich, por entonces dirigente del Pro, acerca de la pertinencia de entregar las Malvinas como pago por vacunas para tratar el covid-19.
En el ideario del libertarismo el individualismo, el rechazo del colectivismo y de toda pertenencia colectiva y el anti nacionalismo van de la mano. Pero esta ecuación no funciona en el horizonte que abre la vicepresidenta Villarruel. Sin ir más lejos, respecto del tema Malvinas su posición es muy diferente. Eligiendo presentarse como hija de un «héroe de Malvinas» (quien se enorgullecía también por su papel en la represión estatal durante la última dictadura), la reivindicación de la soberanía sobre las islas ha estado presente en toda su carrera política. En efecto, en su Instagram, atiborrado de banderas argentinas, además de una entrada sobre su actuación como presidenta del Senado, presenta solo dos Historias Destacadas: «Papá» y «Malvinas», que se vinculan y reenvían entre sí en clave soberana.
La publicación en Instagram de la vicepresidenta a propósito de los cánticos de la selección debe ser leída en este marco. No es error, no es descuido y de ninguna manera es simple escaramuza de superficie entre dirigentes. El posteo es una pieza en el tablero en el que se despliega la batalla cultural interna al gobierno acerca de la pertenencia colectiva. En poco más de cien palabras construye claramente su tema: el orgullo nacional en tono antiimperialista. La línea acerca de la composición social de la nación (“Argentina se hizo con el sudor y el coraje de los indios, los europeos, los criollos y los negros”) también resulta clave para esta retórica nacionalista. No solo se dirige por la negativa a la derecha libertaria. También busca apropiarse de los logros de visibilidad indígena y negra de las últimas décadas (lo hace en tiempo pretérito, claro está). El texto debe leerse, desde luego, con la imagen que lo acompaña: dos varones y una mujer negros, uno con condecoraciones en su solapa, los otros dos con indumentaria militar. La vicepresidenta cierra con contundencia este perfil de una Argentina soberana, orgullosa, ¿diversa? y marcial: “¡Argentinos siempre con la frente alta! ¡Viva la Argentinidad!”
En un trabajo reciente (Caggiano, 2024) me pregunté si la extrema derecha argentina, que absolutizó la desatadura de los vínculos sociales en su ascenso hacia la presidencia, podría construir desde el poder un sentimiento colectivo que fuera más allá de la oposición y el desmarque, si apostaría por alguna identidad colectiva que diera consistencia y durabilidad a su proyecto. De cara a la interpelada Francia imperial, pero también de cara al libertarismo individualista de su propio frente político, Villarruel mueve fichas en el tablero de la batalla cultural para responder positivamente a la pregunta.
La jugada podría servir para ofrecer recambio cuando las políticas económicas de Milei lleven a la debacle que lxs especialistas a diestra y siniestra anuncian, o bien podría servir como complemento para equilibrar y sostener el individualismo radical que solo habla a quien se las arregla solo. La forma, función y alcance que tendrá el nacionalismo de la derecha extrema es un interrogante. Un interrogante que podría llegar a responderse dentro de los estrechos límites de la batalla cultural interna a la derecha si desde la izquierda y el campo nacional y popular no se ofrecen valores y horizontes alternativos.
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