Inteligencia artificial, el futuro en el presente
Todas las fuerzas políticas luchan por dominar los espacios tecnológicos. Por eso, la Argentina debe organizar y regular esa autodefensa nacional, para que los avances tecnológicos mejoren la calidad de vida y estén dotadas de Ética en su instrumentación.
Toda tecnología tiene una carga de política, ya que deriva de una sociedad donde las relaciones de fuerza se definen desde la política y esas relaciones son las que desarrollan las tecnologías. Y en esta comprensión, Internet, las redes, los usuarios, las empresas, los Estados, los gobiernos, las finanzas, los bloques regionales, todos luchan por dominar esos espacios tecnológicos.
Y ahora con la inteligencia artificial (IA) esa lidia, ese conflicto de intereses se hace más notorio y más peligroso. Por eso, la Argentina debe organizar su autodefensa nacional sostenida en legislación y posiciones regulatorias adecuadas.
En virtud de eso, deben legislarse y regular hoy las enormes ventajas de las empresas impulsoras de la IA y del universo algorítmico. Y así defender que las nuevas tecnologías sean utilizadas para mejorar calidades de vida, vencer enfermedades terminales, superar formas ineficientes de desarrollo, colaboren en mejorar el ambiente y en la lucha del cambio climático, y estén dotadas de ética en su instrumentación.
Regular y controlar para no frenar su avance. Ser «socios» no enemigos. Los mismos propietarios de Chat GPT (OpenAI) y la Unión Europea, impulsan su regulación. Lo mismo los países más importantes en este tipo de tecnología.
Pero no todo es color de rosa, así como el empresariado más serio acepta regulaciones, los veteranos jefes de Meta y de Spotify, hace apenas quince días criticaron el intento regulador de la Unión Europea sobre la inteligencia artificial.
Se hizo muy público el arresto del inventor de Telegram, Pável Dúrov, en Francia, acusado de permitir, sin filtrar ni controlar, la presencia en su plataforma de hechos delictivos como negocios de mafias y pornografía infantil.
Más famoso aún fue el conflicto entre la red X de Elon Musk y el Estado brasileño, a través de su Poder Judicial. Pero todo esto puede resolverse mediante una presencia firme en el aspecto regulador y democrática en virtud de encontrar acuerdos y satisfacer posiciones entre los Estados y las grandes empresas digitales y ahora con todo el sector de IA.
Aunque la experiencia china nos habla de un reemplazo laboral rápido entre trabajadores analógicos y digitales, lo cierto es que se prevén varios años para que la pérdida de empleo en el mundo sea compensada con las nuevas demandas laborales. Entonces, tenemos que proteger millones de puestos laborales que están amenazados por la IA. Y tenemos que legislar claramente sobre la utilización de IA en ciberdelitos, ciberguerras, ciberburocracia, cibercorrupción.
Hoy por hoy, el desarrollo de esta tecnología solo se sustenta en intereses comerciales y proyectos de dominio y posiciones hegemónicas de países centrales.
En China, el veloz avance de las tecnologías digitales, tiene relación directa con políticas públicas estratégicas que cuentan con meditada planificación. Regularon y modelaron en virtud de intereses nacionales y de su población y luego, en esa forma extraña de capitalismo de Estado, pusieron en patentes y avances internacionales lo logrado como desarrollo estatal hacia la esfera comercial. Se valieron de un plan serio de desarrollo de inteligencia artificial, que ponen en valor para ser en las cercanías de 2030 líderes mundiales del sector.
La prieta regulatoria no impide que cinco mil empresas funcionen en el área de IA y que haya una extraordinaria demanda laboral y profesional para empleos vinculados a software, hardware y contenidos provistos por IA.
¿Estamos en problemas ante esto? Sí y no. Sí, en caso de dejar pasar la tecnología como tal sin ser parte, desde el punto de vista de lo público, de su dominio. Y no, si actuamos con rapidez y reflejos adecuados en las necesaria legislación y regulación de las nuevas tecnologías en general y de la IA y las empresas digitales/algorítmicas en particular. Regulación que necesariamente debe contener una valoración ética en la utilización de todos los instrumentos de la IA.
Porque la IA no solo es tener un diagnóstico con tres años de anticipación para algunas enfermedades. No solo es generar identidades dudosas entre lo cierto y lo ficcional sino también es el alimento de ciberdelitos, de los ciberejércitos, que ya existen desde hace más de diez años en casi todo el mundo. En EE. UU. se lo conoce como United States Cyber Command; China con su Unidad 61398-Ejercito Azul y Corea del Norte ya lo tienen y hasta nuestro país desde mitad de los años 2010 cuenta con un comando militar en la defensa de ataques cibernéticos.
La IA es vehículo de la suplantación, sin respuesta compensatoria, de millones de actividades laborales y profesionales, las cuales solo en virtud del enriquecimiento comercial pueden desaparecer dejando en el desamparo a multitudes de personas. Y en poco tiempo veremos como la IA y lo cuántico ofrecerán una alianza tan poderosa que hoy es inimaginable. Pensemos en un modelo computacional cuántico donde los bits sean cero y uno al mismo tiempo y vuelquen información conjunta y donde los átomos se desdoblen y ocupen dos lugares al mismo tiempo (¡reite de los universos paralelos del Capitán Kirk de Viaje a las Estrellas!).
Desde ya, entender sus ventajas, pero también tener claro la posibilidad de utilización de tamaña tecnología en hechos ilegales. Por eso es vital su regulación ya. Dice Ignacio Cirac, físico español y autoridad en computación cuántica, respecto a la IA: «Los científicos y los emprendedores y toda la gente que está detrás y la sociedad y la política tienen que desarrollar normas éticas y regularlo de tal forma que tenga un bien para la humanidad».
Solo desde una mirada moderna, democrática, sinérgica, participativa y popular se puede enfrentar este desafío colosal y hacerlo sin una vocación adversarial y antagónica, sino desde posiciones del derecho público y de las facultades que los Estados nacionales poseen para defender a sus ciudadanos. Como dije antes: ser amigos y socios, no enemigos.
En nuestro país sería provechoso, para equilibrar tardanzas en el aprovechamiento de esta tecnología, crear regiones piloto donde se integren tecnologías, poblaciones y necesidades y se aliente la utilización de IA para infraestructura y servicios públicos. Nosotros ya tenemos cierto protocolo para «ciudades inteligentes» y desde ahí se puede partir. Creer en la tecnología y alentarla.
Parafraseando a un sabio general argentino, decimos: «La tecnología es buena, pero si se la vigila es mejor».
POR OSVALDO NEMIROVSCI
Diputado nacional (MC) por Río Negro. Presidente de la Comisión de Comunicaciones e Informática (2003/07). Ex coordinador general del Consejo Argentino de Televisión Digital (2009 / 2015). Director de Propuesta para la Industrialización y Recuperación de la Cultura Audiovisual (Pirca).
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