El hecho ha muerto
Paul Krugman dijo: todos tenemos el derecho a tener nuestra propia opinión, pero no nuestros propios hechos. Sin embargo, en la actualidad los medios hegemónicos y no pocos gobiernos, como el de Javier Milei, creen tener derecho a tener sus propios hechos y así componer una narrativa con escasa coherencia argumental en la que —sin necesidad de demostrar la veracidad de sus afirmaciones y sin aportar pruebas— los hechos parezcan que efectivamente sucedieron. Aquí va un ejemplo reciente que aporta la periodista Victori Di Masi en Gracias por venir,[1]Ir al blog de Victoria Di Masi su blog en elDiarioAR.
El hecho ha muerto. El hecho: eso que pasó, eso que tiene un qué, un quién, un cómo, dónde, cuándo y por qué. Ese acontecimiento que es identificable y posible de contar porque tiene un principio, una trama y un final. Un «hecho» es un incidente vial, por ejemplo; una inundación o un derrumbe, una persona que ha declarado tal cosa. Cualquiera de esas opciones constituye un hecho. Bueno, no existe más. El hecho ha muerto.
Si de la verdad hay versiones, de los hechos es complicado hacerse el desentendido. Algo pasó y dejó su rastro en el testimonio de un testigo (o de la víctima, o del victimario), en el registro fílmico de las cámaras de seguridad, en el informe de un perito. Pero esta época llegó para decirnos que eso que ha pasado no es tan así o que, directamente, no fue así. La constitución de un hecho dependerá de la potencia de quien lo enuncia. A más followers, más hecho.
El presidente ofreció el viernes su primer discurso frente a los diputados y senadores, en lo que fue el acto de apertura de las sesiones ordinarias. En los alrededores del Congreso se juntó gente. Esta vez no hubo pantallas en la plaza para seguir lo que sucedía en el recinto. Las alternativas eran entrar en una confitería y pagar una consumición para ver y oír al presidente. O sentarse en el cordón de la vereda y quemar datos en streaming.
El local partidario Igualar, en cambio, colocó un televisor en la vidriera y sumó un equipo de audio. Rápidamente se juntó una buena cantidad de ciudadanos para escuchar con atención a Milei. Esa gente, frente a ese televisor, reaccionó con gritos, con insultos, con cánticos en favor de los trabajadores. No eran militantes o, al menos, no estaban identificados de esa manera. El fastidio era total. Lo sé porque yo estaba ahí.
A las 22.14 el medio Rosario 3 tuiteó desde su cuenta oficial esto: «Mientras tanto, afuera del Congreso. La gente se junta en vidrieras para ver y escuchar el discurso de Javier Milei». Una foto acompañaba el posteo. La foto es de ese enjambre que se juntó frente al televisor del local Igualar. Buena parte del discurso lo escuché en ese mismo lugar y con esas personas. Me fui porque las puteadas tapaban el sonido y al cabo no podía enterarme qué se puteaba.
Adorni, el fantasioso
No puedo precisar la hora ni compartir el link (es decir, el hecho) porque Manuel Adorni, vocero presidencial, eliminó el posteo. ¿Qué hizo Adorni? Tomó la foto del tuit de Rosario 3 y escribió: «La emoción y la esperanza en una sola foto. Fin». Creo que Manuel Adorni es un muy buen vocero pero se hace encima. El periodista Fero Soriano estaba cubriendo las afueras del Congreso para Infobae y también se detuvo en la vidriera del local a ver el discurso. Fero salió a desmentir a Adorni con un video de ese mismo momento y de ese mismo lugar: quedó claro que no hubo ni emoción ni esperanza —como aseguró Adorni— sino indignación e insultos hacia el presidente.
Este es el video que tomé mientras Milei daba su discurso. Frente a mi está el fotógrafo de Rosario3 que hizo la foto que el presidente viralizó para mostrar cómo lo escuchaban. Así lo escuchaban. pic.twitter.com/vyq1orTk0w
— Fernando Soriano (@ferosoriano) March 2, 2024
Pero atrás de Adorni salió el fandom de Milei a confirmar y reforzar la supuesta alegría de los ciudadanos congregados frente a ese televisor. Los fans del presidente dieron por sentado el hecho compuesto por Adorni, pero lo que hacían circular en redes era la mentira, algo que no sucedió. El oficialismo no convocó a su militancia así que quiénes instalaron la falsedad no habían estado ahí.
A pesar de la desmentida, que no admite discusión, no recularon. Nadie admitió que se habían cenado un sapo. Es imposible saber cuántos ciudadanos desarmaron la fake que divulgó Adorni y los devotos al Gobierno. Posiblemente muchas personas sigan pensando «che mirá vos el presidente la gente se para para escucharlo». Este es un ejemplo pequeño, pero ilustrativo. Me gustaría asomarme al futuro para saber cómo se contará esta era que habitamos.
El Gobierno va construyendo su relato con paraverdades: toman el hecho y arman un «hecho alternativo». La operatoria es la de desplazamiento, correr el acontecimiento de un lugar a otro más «conveniente». Son «arquitectos de realidades», una frase muy de posteo en Instagram. La pregunta que se me arma aquí es qué herramientas tenemos nosotros, periodistas, en este nuevo escenario. Quizás parte de la respuesta sea que no hay, que a esas herramientas hay que crearlas.